La radio desempeñó un papel importante en la historia de Cuba en la década de los 50. Pongo dos ejemplos: el suicidio de Eduardo Chibás y el sangriento asalto a Radio Reloj.
Era muy niña para recordar el nefasto gesto de Chibás. Y de Radio Reloj recuerdo que estaba con mi madre en “La Habana”, expresión habanera que era sinónimo de “ir de compras a las tiendas”.
Los tiros sonaban muy cercanos. Mi madre parqueó el carro y me hizo tirarme en el suelo trasero del auto. Ella estaba asustadísima, yo más. Después supe que los tiros eran en el Palacio Presidencial y nosotras estábamos lejos, en la zona de las tiendas.
Nací con la televisión. Tengo un recuerdo tenue de estar jugando, con 3 años, en el jardín de mi abuela y mis padres ir a buscarme para mostrarme una sorpresa, un aparato de televisión.
Mis padres, en ese sentido, tuvieron sentido común. A mi hermano y a mí solo se nos permitía unas horas de TV, para ver Rin Tin Tín, Patrulla de caminos, Bat Masterson y los muñequitos. Las telenovelas nos eran prohibidas, por mediocres.
También podíamos ver El Cabaret Regalías y otros programas cuyos nombres he olvidado. Lástima que no tuvieron esa visión para saber que de la Cuba de Castro había que irse. Cercenaron mi futuro y el de mi hermano. Al menos yo pude emigrar, aunque tardíamente.
En casa no se escuchaba la radio. Años más tarde, la radio sería la tabla de salvación de mi generación. Escuchábamos la música para jóvenes que se nos prohibía y nos metían por la cabeza la infame Pastilla de menta.
Sí tengo un recuerdo amable de las radionovelas al mediodía, que las empleadas en mi casa y en casa de mi abuela seguían religiosamente. Ese ambiente lejano se enternece también con la fragancia de los franchipanes del patio de mi abuela, buscar huevecillos de lagartijas, el mar y mi futuro de niña soñadora.
La radio también la asocio con el delicioso recuerdo del olor del creyón labial Tangee rojo muy oscuro que usaba Baris, empleada de mi abuela, que me permitía rebuscar en su tocador, mientras ella planchaba y el aroma del almidón inundaba la habitación. Si supe de El derecho de nacer y de Clavelito fue por aquella radio humilde.
También supe de la desigualdad y el cruel concepto de clase. Baris había comenzado a trabajar en casa de mi abuela cuando tenía 14 años. Mi madre y ella eran contemporáneas y se tuteaban, excepto delante de los extraños. Entonces, Baris se convertía en una sirvienta y le decía Usted a mi madre.
Era una mulata gordezuela y bonita y tenía un novio guagüero, como Maritza la jamaicana, que cuando pasaba por frente a la casa de mi abuela, rumbo al paradero, detenía la guagua, se tomaba un café y echaba un 'conversaito'.
Tanto la cocinera como la ingeniosa y jodedora Gladys, que era la que limpiaba, almorzaban con nosotros, no así en la cena cuando mi padre se sentaba a la mesa.
La casa colonial de mi abuela ya no existe. Los Castro la arrasaron sin pedirle permiso a mi madre para construir el búnker de 17 y 12 en El Vedado.
Cuando yo era niña, se podía caminar por la Calle 15 desde 10 hasta 12. No había una garita armada ni Celia Sánchez había llevado a vivir allí todos los esbirros que arrastraba.
Lo que había era una quincalla, uno de esos maravillosos tenderetes que ya no existen en Cuba. Siempre que pasaba por una, entraba y escudriñaba entre la atractiva baratija las hebillitas de pelo y la bisutería barata y chillona, encanto para una niña.
Recuerdo la pizarra con limallas de hierro adentro y un lápiz imán para “pintarle” pelo y bigotes a la cara dibujada junto a las limallas. Aún hoy, si me encontrara con una gallinita a la que había que ponerle los huevos en los huequitos me detendría a hacerlo. Nunca me iba sin comprar una botellita de azúcar con almíbar adentro.
Mis hijos tuvieron burbujas hechas con agua y detergente, pero las mías eran de colores y traían un aparatico para hacerlas. Hoy día, para suerte de los niños, son mucho más sofisticadas. Mis gatos se divierten muchísimo con las que aún hago.
Mi padre escuchaba la BBC, en la biblioteca. Era un 'radio trasatlántico'. Ese recuerdo lo debo tener equivocado: en la década del 50, todos los radios eran 'trasatlánticos'.
Ese radio era nada, no llevaba la carga de infancia de los otros que he mencionado. Y también fue fatídico.
En el amanecer del primero de enero de 1959 todos los radios de Cuba difundieron La Noticia.
¿Cómo en medio de aquel júbilo nadie supo ver el infierno de más de medio siglo que vendría después?
Blanca Acosta
Cubaencuentro, 21 de enero de 2014.
Foto: La autora escribe que su padre escuchaba la BBC en un 'radio trasatlántico', por eso puse un anuncio de los años 50, de un nuevo modelo de radio portátil de onda corta de la marca Zenith. Fundada en 1918 en Illinois, Chicago, en sus inicios producía equipos para radioaficionados. El primer modelo de radio portátil lo presentó Zenith en 1924, hace ahora 90 años (TQ).
No hay comentarios:
Publicar un comentario