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lunes, 3 de febrero de 2014

Recordando a Esther Borja



Tal parece que Esther Borja hubiera estado esperando a cumplir 100 años para decirnos adiós. Una de las cantantes imprescindibles de la historia de la música cubana nos dijo adiós el 28 de diciembre de 2013, trece días después de haber llegado a un siglo. Murió en La Habana, la ciudad donde nació y vivió casi toda su vida (TQ).

Esther María de la Caridad Lima nació el 5 de diciembre de 1913, en la casa situada en Corrales 80 entre Ángeles y Águila, La Habana. Pero como quería ingresar en la Escuela Normal para Maestros, donde exigían 14 años cumplidos y sólo tenía 13, su madre, que era de Santiago de Las Vegas, logró que el juez local la inscribiera como si hubiera nacido allí el 5 de septiembre. Por eso durante largo tiempo se consideró que había nacido en Santiago de las Vegas.

Su madre, Ramona Lima Pérez, era ama de casa, de fe católica, y su padre, Ladislao Borja González, tabaquero y ateo. El humilde hogar fue la cuna propicia para la formación de una ética existencial que nunca dejó de acompañar a Esther Borja. Tuvo una infancia feliz: “Aunque pobre, nunca me faltó un juguete. Mis padres me llevaban los domingos por las tardes a pasear y a oír los conciertos de la Banda de Música en el Malecón”.

Cursó los estudios primarios en la escuela de la Sociedad Económica de Amigos del País de Santiago de las Vegas y después hizo la preparatoria y entró al Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. Era muy jovencita cuando comenzó a actuar, como aficionada en las veladas de la Escuela Primaria Superior de Santiago de las Vegas. Al piano la acompañaba su amiga Margot, hija del director del centro. Allí conoció a Gabriel Gravier, autor de la letra de Una rosa de Francia. A partir de 1924 estudió piano en el Centro Gallego de La Habana, con Conchita Cato e Irene Zonz, graduándose de profesora de Solfeo y Teoría cinco después. Recibió clases de ballet clásico en la Academia de la bailarina húngara Dania D'Esko.

Para complacer a su madre, quien deseaba prepararla para la vida, se graduó como maestra con excelentes notas en la Escuela Normal, pero nunca llegaría a ejercer la profesión. Comenzó a cantar como aficionada en la emisora Lavín, y luego en la CMCA, donde en 1932 conoció a la compositora y pianista Ernestina Lecuona, hermana mayor y primera maestra de piano de Ernesto, quien la integró a un programa de radio dirigido por ella.

Un día, mientras Ernestina la estaba escuchando en su casa, de un cuarto salió una anciana ciega y preguntó: ‘Ernestina, ¿quién está cantando?’. Le dijo: ‘Es una jovencita que vino para que yo la escuchara, tía Carmen’. La señora expresó: ‘¡Ay, Ernestina, cuando Ernestico la oiga!’ Esther pensó que eso era lo que ella necesitaba.

En esa primera audición con Ernestina, ésta fue a su cuarto, trajo unas cuantas partituras, las tocó al piano y le sugirió que las aprendiera para su repertorio. A ella le debe conocer las obras de Anckermann, Sánchez de Fuentes, María Cervantes y otras grandes figuras. Posteriormente le presentó a su hermano, Ernesto Lecuona, quien al escucharla y enterarse que sabía música, pero que no había estudiado canto, le aconsejó que lo hiciera con Juan Elósegui, su único maestro en esa disciplina. Las clases de canto se las costeó su padrino, pero cuando no pudo seguir pagándoselas, Elósegui se los continuó dando gratis. Con Elósegui se mantuvo vinculada hasta su fallecimiento en 1947.

Ernesto Lecuona le hizo debutar acompañándola él mismo al piano, el 26 febrero de 1935, en la antigua sociedad femenina Lyceu. Esther Borja cantó seis canciones de Lecuona, con textos de José Martí: Una rosa blanca, Un ramo de flores, La que se murió de amor, Sé que estuviste llorando, De cara al sol y Tu cabellera. Fue el inicio de una larga y fecunda carrera artística que la convirtió en una de las más relevantes cantantes líricas de Cuba.

En su primera incursión en el mundo teatral interpretó un personaje secundario en el estreno de la zarzuela Julián el Gallo, de Ernesto Lecuona, el 20 de junio de 1935, en el Teatro Auditórium de La Habana. Además, se puso en escena María la O, en sus representación numero 100. Posteriormente, el 13 de septiembre de 1935, en el mismo teatro, en el estreno de la opereta Lola Cruz, también de Lecuona, hizo el papel de Damisela, cantando el vals-canción Damisela encantadora, que es un cuadro que no tiene que ver con el argumento de la obra, pero que Lecuona le escribió y lo incluyó en Lola Cruz, para que Esther se pudiera lucir. Lo cantó de tal manera que significó su consagración como cantante, en su país y en el mundo.

También fue Lecuona quien en 1935 la presentó en el Teatro Principal de la Comedia, donde se sucedieron interpretaciones como La viuda alegre (acto III en el Maxim); María la O (Cabildo), Las corsarias, de Alonso; La gatita blanca, de Giménez; La corte del Faraón, de Lleó, en la que hizo de Lota’ con Tomasita Núñez en la Reina; La duquesa de Bal Tabarín, con Caridad Suárez como Fru-Frú y Angelita Méndez como ‘Ketty’. Los días 1 y 2 de noviembre Esther cantó Estrellita, de Ponce; La liga de las señoras, de Lecuona; El conde de Luxemburgo, con Rita Montaner, Miguel de Grandy y Álvaro Suárez; La virgen morena con Josefina Meca, Margot Alvariño, Miguel de Grandy y Romano Splinter; Lola Cruz en la que hizo de Concha Cuesta en el primer acto; Los sobrinos del Capitán Grant; La flor del sitio, de Lecuona, con Hortensia Coalla y Graciela Santos.

El 21 de enero de 1936 se ofreció una función de despedida a Lecuona, que salía de gira por las provincias cubanas. En la primera parte, La flor del sitio y el cuadro III de María la O. En la segunda, Esther interpretó La que se murió de amor y Sé que estuviste llorando (del ciclo Martí-Lecuona). Y en la tercera parte, el acto III de Lola Cruz en el que Rita Montaner, Hortensia Coalla, Josefina Meca, Esther Borja, Tomasita Núñez y María Ruiz, desde un palco, cantaron Damisela encantadora.

En 1936, Esther saldría de gira con la Compañía de Teatro Lírico que dirigía Lecuona y estaba integrada por 60 artistas, entre ellos Mimí Cal, Miguel de Grandy, Eddy López y el autor Álvaro Suárez. Esta compañía recorrió toda la isla y con ella actuó el 27 de enero en Ciego de Ávila con su Damisela encantadora. También en 1936 y junto a Lecuona, su hermana Ernestina e Ignacio Villa, Bola de Nieve, efectuó su primer viaje a la Argentina y Chile. Durante un nuevo periplo, viaja a Panamá, Perú, Chile, Uruguay y Brasil.

En Buenos Aires tuvo presentaciones en teatros, escenarios populares y emisoras como Radio El Mundo, Radio Argentina y Radio Tucumán. Junto a Lecuona y Bola de Nieve filmó la película Adiós a Buenos Aires y alternó con prestigiosos artistas de la época como Alfredo De Pera, Tita Merello, Tito Lusiardo, Rosita Moreno y Libertad Lamarque.

Después de algunos años en Buenos Aires, en 1940 regresó a Cuba, presentándose en el Teatro de la Comedia con la obra lírica El crimen del set. De nuevo en Argentina, con la compañía de Lecuona, estrenó El cafetal, Lola Cruz, Rosa la china, y la revista La Habana en Buenos Aires. De vuelta a la capital cubana, en 1942 reapareció en el Teatro de la Comedia interpretando La casta Susana, de Gilbert y La bayadera, de Kalman, con la compañía de Augusto Ordoñez.

En 1943 viajó a Nueva York junto a Lecuona, actuó en el Spleinway Hall, donde la escuchó y contrató el prestigioso compositor de operetas Sigmund Romberg. El 18 de septiembre, en el Carnegie Hall, ofreció un recital de música cubana. Con Sigmund Romberg realizaría cinco giras por todos los Estados de la Unión. De regreso a La Habana, en marzo y abril de 1945 actuó en el Teatro Martí con la compañía de Maruja González, con Rodrigo Prats como director musical. En escena, La condesa Maritza, La danza de las libélulas, El conde de Luxemburgo, Las Leandras, La leyenda del beso, La corte del Faraón y Luisa Fernanda, donde actuó al lado de Rosita Fornés, que hizo el papel de la Duquesa Carolina.

Como era muy corriente en aquellos años, se actuaba también los días festivos. El domingo 1 de abril esta compañía anunció dos funciones con Esther Borja: por la tarde, Las Leandras, y por la noche La leyenda del beso. El 12 de diciembre de 1945, con la compañía de Garrido y Piñero, participó en Las Leandras, en el homenaje que tuvo lugar en el Teatro Martí a Álvaro Suárez. En 1948 tomó parte en varios conciertos en teatros y cines habaneros, con figuras como el tenor Hipólito Lázaro, la soprano América Crespo, el tenor Panchito Naya y el recitador Luis Carbonell. A su repertorio incorporó canciones de Orlando de la Rosa, Mario Fernández Porta y René Touzet. Todo esto sin dejar de actuar en emisoras, como la poderosa CMQ Radio. En 1950 se fundó la televisión en Cuba, y un año después comenzó a cantar en espacios como Show del Pueblo, Noche de Ambar Motors y Parece que fue ayer, entre otros, junto a Ernesto Lecuona, el tenor Miguel Ángel Ortiz, el pianista y director de orquesta Armando Oréfiche y el compositor Frank Domínguez.

En 1953, acompañada por Lecuona, debutó en el Teatro Álvarez Quintero de Madrid. Después de presentada la zarzuela El cafetal, Esther cantó Qué pena de ser mujer y Te he visto pasar, e intervino en la estampa Mamita, yo quiero arrollar y en Mosaico cubano de la tierra de Venus, de Lecuona. También interpretó María la O, en sustitución de su protagonista, Hilda de Carlo, quien repentinamente se sintió indispuesta. Las actuaciones de Madrid se repitieron en el Teatro Cómico de Barcelona.

En los años 60, desarrolló una intensa actividad divulgativa de la mejor música tradicional cubana en salas de concierto de la Unión Soviética, China y Polonia, entre otros países. En 1961 creó el memorable espacio televisivo Álbum de Cuba desde el cual, como cantante, comentarista y anfitriona, visitó cada domingo los hogares cubanos hasta 1986.

La discografía de Esther Borja se inició a finales de la década de 1930, con los sellos Victor y Columbia, en Estados Unidos, Alcázar y Alhambra, en España y Kubaney, en Cuba. Sus primeras obras grabadas fueron Amanecer criollo (Alfredo Brito), Yo no sé por qué y El zunzún (Ernesto Lecuona) y Mi corazón es para ti (Orlando de la Rosa), con las orquestas de Alfredo Brito y Fernando Mulens.

Con la marca Montilla salió al mercado en 1953 su disco antológico Rapsodia de Cuba, acompañada por la Orquesta de Cámara de Madrid, bajo la dirección de los maestros Fernando Mulens y el español Daniel Montorio. Un larga duración resumen de su afamado repertorio donde aparecen Siboney (Lecuona), La bayamesa (Castillo, Céspedes y Fornaris), El manisero (Simons), Mírame así (Sánchez de Fuentes), Damisela encantadora (Lecuona), Lágrimas negras (Matamoros), La comparsa (Lecuona), Zapateado cubano (versión de Jaime Prats), El arroyo que murmura (Anckerman) y Lamento cubano (Grenet).

Con el ingeniero de sonido Medardo Montero, en 1955 grabó en Radio Progreso, el complejo y famoso disco de canciones cubanas grabadas por su voz a dos, tres y cuatro voces, acompañada en el piano por Luis Carbonell y Numidia Vaillant, dedicadas a la memoria de su padre, fallecido el 12 de septiembre de 1955. Este disco, titulado Recordando el pasado: Esther Borja canta, fue rescatado por a EGREM que lo publicó en un compacto con el número CD 0637, por el 90 cumpleaños de Esther Borja. Contiene las siguientes canciones: Te odio (Félix B. Caignet), ¿Me odias? (Ernestina Lecuona), En el sendero de mi vida (Oscar Hernández), Los tres golpes (Ignacio Cervantes), Noche azul (Ernesto Lecuona), Es el amor la mitad de la vida (José Marín Varona), Ausencia (Jaime Prats), La tarde (Sindo Garay), La hija de Oriente (José Marín Varona), Ojos brujos (Gonzalo Roig) y Longina (Manuel Corona).

Entre 1957 y 1958 dio a conocer tres discos de larga duración: Ester Borja interpreta canciones inolvidables de Ernestina Lecuona, grabado en La Habana en 1957 con la orquesta y arreglos de Humberto Suárez; Canciones de Gonzalo Roig (con la soprano América Crespo) y Ayer y hoy, con boleros y canciones de los años 40 y 50, bajo la dirección de Roberto Sánchez Ferrer.

Sus últimos álbumes fueron para la EGREM: Álbum de Cuba (1965), bajo la dirección de los maestros Valdés Arnau, Guzmán y Somavilla, y en 1975 tres discos que son un merecido homenaje a su maestro Ernesto Lecuona, con el admirable acompañamiento en el piano de Nelson Camacho. En estas grabaciones, se muestran su madurez vocal e interpretativa y su fidelidad a la canción cubana. Inestimable para el recreo espiritual y profesional al igual que toda su carrera.

En 1984, tras cincuenta años de exitosa carrera, Esther Borja se retiró de la vida artística. En un artículo publicado por Perla Cartaya Cotta ella confesó que "el día 4 de enero de 1984 escuché dentro de mí algo así como una voz que me decía: este es el día, y yo comprendí que sería el último día que cantaba. Fui al Palacio de los Capitanes Generales porque me ofrecían un homenaje. Canté todo lo que quise, complací las peticiones del público. El jardinero y la rosa (música de Lecuona y letra de los hermanos Álvarez Quintero) fue lo último que canté”. Al día siguiente ya no pudo impostar la voz. "Nunca he llorado por no poder seguir cantando. Dios me dio la voz y Él me la quitó, ante su voluntad incliné mi frente".

A partir de 1984, dictó conferencias en Cuba y en el extranjero sobre la música cubana y sus compositores. También desarrolló clases magistrales de interpretación. Es indiscutible que su elevada profesionalidad y amplísimo repertorio, así como una larga e importante trayectoria, la convirtieron en la intérprete por excelencia de los compositores líricos de su país. Fue una de las más destacadas intérpretes en la historia de la canción cubana.

Para los críticos y especialistas, además de una mujer de delicada belleza, Esther Borja era una cantante de hermosa voz, cálido timbre, excelente impostación y gran flexibilidad y extensión vocal, que le permitía recorrer desde los más bellos tonos bajos de una mezzo dramática, hasta el virtuosismo de una soprano lírica. Según su testimonio personal, después de una intervención quirúrgica de amígdalas, efectuada en la ciudad de Buenos Aires en 1942, su tesitura descendió, incorporándole una emisión más cálida y orgánica que, además, le hizo ganar en volumen.

Su estilo interpretativo -bien definido y estable- se caracterizaba por una original concepción del fraseo, tanto en el sentido musical como en el literario. La guaracha, el bolero, la habanera, el son, la clave, la guajira, la criolla y la rumba, expresiones genéricas que intervienen en las zarzuelas criollas adquirieron en su voz una particular galanura y especial matiz concertístico. Se afirma que es la soprano cubana que mayor número de obras ha grabado y, sin dudas, la de labor discográfica más extensa, y la más fiel intérprete de la música de Ernesto Lecuona.

Acerca de Esther Borja, el maestro Gonzalo Roig dijo: “Representa para Cuba, lo que Raquel Meyer para España, lo que Rosita Quiroga para Argentina, lo que Toña la Negra para México. Pero existe una diferencia entre ellas y Esther, y es que esas grandes figuras han tenido imitadores, y Esther no. No porque no hayan querido imitarla, sino, sencillamente, porque no han podido”.

En 1994 recibió la Orden Félix Varela y en 2001 el Premio Nacional de la Música. También posee la Medalla Alejo Carpentier y el Premio del Gran Teatro de La Habana. El 21 de mayo de 2001 habló sobre Ernesto Lecuona en el aula Panorama de la Cultura Cubana, organizado por Perla Cartaya, donde desbordó su admiración por “aquel hombre sencillo, extremadamente desinteresado, que decía no cobrar por tocar el piano sino por vestirse, porque se sentía más cómodo con sus anchas camisas con las que andaba por la casa”.

Tuvo una hija, también llamada Esther, nacida de su matrimonio con el publicista argentino Rafael Tato y que le ha dado tres nietos y varios bisnietos.

José Ruiz Elcoro
Web Viva la voz.
Video: La tarde, de Sindo Garay, del disco Esther Borja canta a dos, tres y cuatro voces, Kubaney, 1955.

1 comentario:

  1. Si nació el 5 de Diciembre y murió el 28 de Diciembre me da la impresión que son...23 días después de haber llegado a un Siglo! No 13 como escribes!! Matemática pura!!

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