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miércoles, 22 de mayo de 2013

"Yo quiero tocar hasta que me muera" (II y final)


Bebo, se fue de Cuba el 26 de octubre de 1960 y no ha vuelto.

-Cuando Rolando Laserie y yo nos bajamos del avión en México, besamos la tierra y juramos que nunca íbamos a pisar nuestra tierra mientras existiera ese sistema. Un día llamé a mi mamá y me dice: “Quiero pedirte un favor y quiero que me digas que lo vas a cumplir. Yo te he cumplido siempre a ti, ahora cúmpleme tú a mí”. Yo le dije: “Pídeme lo que quieras”. Y dice: “Mientras este sistema esté en Cuba manejando el país no pongas un pie aquí. Si yo me muero, si se mueren tus hijos, tus nietos… ponte los pantalones como los tenía puestos tu padre”.

Y le cumplió. Su madre, que le vio jugando con unas piedras con las que simulaba tocar el piano, fue la que más le apoyó para poder aprender.

-Eso es lo más grande del mundo, mamá, lo que más he querido yo en mi vida [se le humedecen los ojos]. Posiblemente sin ella no hubiera sido pianista. Era una costurera buenísima, y nosotros vendíamos churros y cualquier cosa por la calle para ayudar en casa. Cuando no había para comer me decía: “A ti que te gusta la calle…”, y me daba un cuchillo sin punta para que fuese a coger caña o mangos. Y a veces íbamos a cazar pajaritos y comíamos con eso. Pero yo era feliz, y eso no me lo quita nadie, porque yo fui feliz del carajo. Por eso el dinero lo llevo mal. Yo creo que es la desgracia de la gente.

El hecho de trabajar en la Mil Diez, la emisora del Partido Socialista Popular, le valió ser tachado de comunista, ¿no?

-(Se ríe). A todos los que trabajábamos allí. Había una plaza de arreglista y nos presentamos René Hernández, Pérez Prado y yo, que era el menos conocido. Pidieron que trajéramos un arreglo, y yo le había escrito uno a Celia (Cruz) que se llamaba Negra triste. El jurado me eligió a mí. Tenía que hacer tres arreglos a la semana y eran 60 pesos al mes. Para mí, un dineral.

¿Es cierto que por estar en la Mil Diez no pudo viajar en 1948 a Nueva York a tocar con Mario Bauzá y Chano Pozo?

-Verdad, no me daban el visado de trabajo…

Y paradójicamente abandonó Cuba por no gustarle lo que estaba ocurriendo…

-Es que yo nunca fui comunista.

Luego, ya en Suecia, desechó la idea de ir a Estados Unidos.

-Mi hermana me dijo: “Mira, Bebo, aquí estamos en guerra. Los negros tienen muchos problemas. En Nueva York y hasta en Boston el racismo es pasable, pero aquí en el Estado de Florida es terrible. Si tú te casas con esa mujer, de una manera u otra te van a joder. No quieren que Martin Luther King pueda subir”. Obama, ese negrito que se postula en América, tiene derecho porque todos los hombres tienen derecho. Pero hubiese preferido a la mujer de Clinton, porque si a Kennedy lo mataron, ¿qué le van a hacer a éste? Los racistas son como los nazis.

¿En Cuba había racismo?

-En todos los lados hay racismo. De niño no sabía que existía porque, además, mis mejores amigos eran blancos. Me di cuenta cuando empecé a tocar de profesional. Me contrató para su orquesta Curbelo, que era blanco, y el representante le dijo que, habiendo tantos muchachos blancos y mulatos, para qué tenía que andar con el negro de mierda ése. Y Curbelo le dijo: “Ven acá, consígueme un pianista que toque como ése, que lea como ése y que haga arreglos como ése. Y que no fume, no tome y siempre esté a su hora. Óyelo bien, yo a ése no lo boto. Ahora bien, si quieres traerme un individuo de tu raza que sea la mitad que él, entonces lo voy a botar”. Por poquito le cuesta el puesto.

En Tropicana estuvo diez años. ¿Los mejores profesionalmente?

-Fue el verdadero camino de la vida mía. Entraba a las nueve todas las noches y empezábamos a tocar a las nueve y media o las diez. Luego descansábamos media hora, había otra orquesta, y volvíamos a tocar otra media hora. Así hasta las cuatro de la madrugada.

Allí conoció a Nat King Cole. Y tocó el piano en seis de los siete temas que el ‘crooner’ grabó en 1958 para su disco en español.

-Era una gran persona. Bebía vodka con jugo de naranja por la mañana. Me decía que me tomase un trago con él y nos metíamos una hora tocando. ¿Qué iba yo a hacer si tenía que tocar con él? Nunca necesitó una nota para cantar. A todos los cantantes tenía que darles la introducción para ellos coger el tono. A él, no, tenía oído absoluto. Había dos palabras que no podía decirlas [se ríe]. Una era cachito, que decía cachirou…, y de la otra ya no me acuerdo porque hace mucho tiempo.

Sus pianistas de jazz preferidos son Art Tatum y Bill Evans. Pero el pianista que más admira ¿sigue siendo Ernesto Lecuona?

-Ése es mi ídolo. Un pianista y un compositor divino. Ernesto Lecuona tiene una mano izquierda que ningún otro pianista en el mundo la tiene. Iba aún con pantalón corto y ya tocaba en el cine, porque entonces las películas eran mudas. Yo le conocí a él de verlo en la radio y de hacerle arreglos. Yo le decía siempre “maestro”. Era maricón, pero no afeminado. Para mí, el mayor músico de Cuba.

Y Cachao estará ahora tocando el contrabajo y haciendo sus cuentos en el cielo…

-¡Coño! Cachao era más que un hermano. Nació el 14 de septiembre de 1918 y yo el 9 de octubre. No llega al mes. ¿Tú sabes que era un bailarín de primera? Ganó en La Habana el premio Fred Astaire, pero se cayó un día jugando a la pelota y se le rompió la cadera. Y ya no podía bailar. Yo siempre me reía con él.

¿Alguna anécdota suya que recuerde?

-Hay millones, pero se me olvidan [se ríe]. Siempre estaba haciendo cuentos, ¿cuándo no? La última vez estábamos hablando de que a fulano hacía mucho tiempo que yo no le veía. “Yo lo vi”, me dice, “salió para Honduras”. Le pregunto en qué ciudad estaba y me dice: “Bebo, no comas mierda; está en Honduras, está bajo tierra” (se ríe). Cuando Cachao estaba en Los Ángeles, todo el dinero que ganaba lo perdía en las máquinas. Ese vicio del juego ya le venía de La Habana. Era uno de los genios más grandes que conozco, aunque no se daba cuenta o no quería. Él lo que quería era tocar danzones y montunos. No música clásica, porque eso no le divertía.

Curioso que hasta ‘Calle 54' nunca hubieran grabado juntos.

-Ni habíamos trabajado juntos en Cuba. Porque él se dedicó a la charanga y yo al jazz. Él creó el mambo y trabajaba en la Sinfónica. Y la dejó para estar con la orquesta de Arcaño, que tocaba lo que a él le gustaba.

Su gran creación, el ritmo batanga, en el año 1952, no trascendió. Dice que duró lo que un merengue a la puerta de un colegio. ¿Qué pasó?

-El problema es que el mambo estaba entonces en lo más alto, con Pérez Prado, y que el batanga no tuvo coreografía, no tenía baile. La orquesta era para decir “¡ay!” (estaban Benny Moré, Chocolate Armenteros, El Negro Vivar, Generoso Jiménez, Guillermo Barreto...).

La presentación del batanga el 8 de junio de 1952 en la Cadena Azul se grabó, y Chucho asegura que es una de las cosas más fantásticas que haya escuchado.

-La grabación la tenía guardada Guillermo Barreto, pero tras su muerte y la de su mujer, Merceditas Valdés, ha desaparecido… Yo no sé quién la tiene, pero ni me la prestan, ni me la dan. Ni los arreglos míos. Allí siempre tienen castigo para mí.

Cuando usted y Rose Marie Pehrson se casaron, usted tenía 44 años y ella 18. Pese a quejarse de la memoria, no olvida la fecha en que la conoció en Estocolmo…

-Sí, el 7 de abril de 1963. Yo tocaba con los Lecuona Cuban Boys en un restaurante del parque de atracciones. Era un concurso de belleza, y cuando pasó a mi lado le dije: “Yo creo que tú eres más linda que la que ganó” [se ríe]. Después ella me dijo que tocaba muy bonito y la invité a un refresco. Yo no era tan mujeriego como la gente cree; aunque de gira por el norte de Europa con los Lecuona, cualquier mujer a la que yo invitara se iba a la cama conmigo. Y óyelo bien, con las otras dos mujeres con las que tuve hijos, Pilar y Noemí, los hijos míos están reconocidos. Todos tienen mi nombre. Y nunca, estando yo ya fuera de Cuba, ellas dejaron de recibir dinero. Cuando no tenía, les mandaba una carta para decirles que se iba a demorar.

¿Piensa seguir tocando?

-Yo quiero tocar hasta que me muera. ¿Qué voy a hacer metido en mi casa? Me meto en casa por mi mujer; si no, me voy para la calle a caminar, a hacer lo que me dé la gana, pero la quiero cuidar porque no se siente bien. En los tiempos malos se portó muy bien. A veces yo estaba un día o dos sin comer. Le daba lo poquito que entraba y le decía que ya había comido con fulano. Ella estaba esperando un niño y yo no quería… ¿Quieres que te diga algo? A mí ella todavía me gusta.

Carlos Galilea
El País Semanal, 5 de octubre de 2008.
Video: Rose Marie, pieza que Bebo le dedicó a su esposa sueca. Uno de los números del disco Bebo de Cuba. Los otros son Ar ni Froken Perhson?, Cachao, creador del mambo, Devoción, El son de Cecilio, Ecuación, Copla No. 4, Nocturno en batanga, El solar de Bebo, Kabul y Lorenzo, Mayra, El quitrín (Haciendo patria) y La mula.

1 comentario:

  1. peor racismo que el de Obama o la Beyoncé... mientras los negros están en lo peor de la isla, Garro en carcel, Antunez e Yris torturados, los ricos yankis prostituyendo a la isla en lo que les toca... DESDE LUEGO QUE LA PASTA DE LOS FORRADOS CASTRO EN HONG KONG TIENE QUE ESTAR BAJANDO... tanto soborno vacía cualquier cueva de ali baba, del Caribe. Paco1 con su socio Ortega habanero, y palmitas a frei Betto...

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