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lunes, 20 de mayo de 2013

"Yo quiero tocar hasta que me muera" (I)


En el restaurante frente a su casa, al que Bebo Valdés acude a comer muchos días, cuelgan tres fotos suyas junto a varias de Camarón. Antonio, el propietario, le recibe como a un amigo. Hoy no tiene gazpacho -a Bebo le encanta- y le convence para probar el ajoblanco -Bebo admite que está bueno, pero añade bajando la voz que prefiere el gazpacho. Y aunque el médico se lo tiene prohibido, pide un café; eso sí, descafeinado. En noviembre de 2005, él y su mujer, Rose Marie, se instalaron en Arroyo de la Miel, Benalmádena. “Fue por los 44 años de casados. Le dije ‘pide una cosa’. Quiso esto y, bueno, ya está”, cuenta él. Que nadie se imagine una gran mansión: es un sencillo piso en la planta baja con un patio al lado de la piscina comunitaria.

Vive tranquilo. Quizá demasiado tranquilo. Porque a Bebo le sube la adrenalina cuando hay trabajo o cuando está rodeado de amigos. Por la mañana muy temprano, sobre las seis o las siete, sale al patio y se sienta a mirar la peña que se eleva sobre los edificios. “¿Qué voy a hacer yo? Mi mujer no se levanta antes de las diez”, dice.

Bebo parece echar de menos Suecia, adonde llegó en 1963 con los Lecuona Cuban Boys y donde pasó casi treinta años en el anonimato como pianista de hotel. “Me tocó los primeros años allá trabajar en el Círculo Polar Ártico. No sabes si es de día o de noche”, cuenta. ¿Se siente un poco sueco? “Demasiado”, apunta Rose Marie. “No es que me guste tanto el frío, pero conozco a los hijos, voy donde están las nietas”, explica. Saca orgulloso sus fotografías de la cartera. Cuenta que Felicia va a cumplir 15 años, y Miranda, 13, y que son ya dos mujeres más altas que Rose Marie. También lleva encima un retrato de su mujer con 18 años.

Dionisio Ramón Emilio Valdés Amaro es un personaje popular y querido. Cinco chicos que están en otra mesa se acercan para hacerse una foto con él. Les atiende encantado. “El hombre tiene que ser agradecido. Y esto que tú ves aquí (señala la casa) es una cosa que me pagaron por el disco de Lágrimas negras”, dice. Tiene carácter: algún promotor lo ha comprobado cuando Bebo, airado ante sus exigencias e imposiciones, le ha colgado el teléfono. Y le otorga más valor a la palabra dada que a un contrato.

Le preocupa estar perdiendo la memoria. “Aunque haya visto una noticia en televisión, se me olvida”, dice riendo. A veces le cuesta encontrar un vocablo o se queda en blanco. Bebo de Cuba (RBA), la biografía escrita por Mats Lundahl, se publica el jueves 9 de octubre, de su 90 cumpleaños (nació en 1918 en Quivicán), y se sumará al premiado documental de Carlos Carcas Old man Bebo. También sale Juntos para siempre, el disco grabado a dos pianos -”en dos mañanas, sin ensayar apenas”- con su hijo Chucho (nacido también un 9 de octubre, pero de 1941). Fernando Trueba escribe en la presentación de la biografía que, cuando fue a buscarle a Estocolmo para la película Calle 54, el extraordinario pianista, compositor y arreglista cubano vivía con una modesta pensión del Estado sueco, sin lamentarse de nada, sin nostalgia alguna y sin ningún rencor.

En 1994, recién jubilado, le llama Paquito D’Rivera desde Alemania para ir a grabar un disco. ¿Comienza entonces una nueva vida?

-Paquito tenía que grabar a finales de marzo. Me llama y me dice: “Tú y mi padre eran como hermanos”. Le digo que sí. Y me dice: “Tengo un problema. Yo tenía que estar aquí con dos o tres arreglos, pero me pasé de tiempo y no tengo ni una nota escrita. ¿Qué tienes tú?”. “Mira, Paco, yo no tengo arreglos, lo que tengo son ideas escritas, y eso no se puede montar ni en un día, ni en dos”. Estaba tan desesperado que le dije: “Voy a ir y voy a hacer lo que yo pueda”. Llegué por la tarde y me metí con él y la orquesta a ver qué había, ¡y no había nada! Por la noche y la mañana hice tres o cuatro arreglos, y así empezamos.

Paquito D’Rivera reclama que fue él quien le rescató del olvido…

Bueno no hay que hacerle mucho caso. Paquito es muy celoso. Pero es buena gente, muy inteligente, y toca con cojones. Para mí el mejor clarinete que hay en el mundo hoy día es él. Benny Goodman tendría que fajarse con él. Además toca cualquier tipo de música. Y su madre, una cocinera del carajo, preparaba el mejor arroz con pollo que yo he comido nunca. Al final el director de la compañía le puso mi nombre al disco, Bebo rides again. Aunque a mí me daba igual.

Ocho discos y tres películas con Fernando Trueba. Y acaba de grabar música para Chico y Rita, su largometraje de animación con Mariscal.

-El número es mío. Un bolero que yo ya ni sabía que lo había escrito… Y cuando Fernando me lo enseña, me gustó. Le digo: “Coño, Fernando, es bonito”. “¿Cómo que bonito?, si eso es tuyo”. Tengo unos líos del carajo (se ríe). Hay muchas cosas que las hice y no sé que las hice.

Con Lágrimas negras, cerca del millón de discos vendidos, ha ganado mucho dinero…

-A mí el dinero no me importa ni cojones. Nunca me ha importado. Yo quiero hacer mi trabajo, que me dé para comer y para ir aquí al lado, y ponerme un traje cuando yo quiera. Y aquí una casita o lo que sea. Pero ser esclavo, no. Yo tuve dos tíos, Rufino y Agustín, que fueron a la guerra con Maceo y cuando volvieron en 1898 nunca se habían puesto un par de zapatos ni se habían acostado en una cama. Dormían en el suelo. Eran esclavos y se fueron como cimarrones con un machete porque les echaban a los perros. Cuando vi que tumbaban caña todo el día, que no sabían ni leer ni escribir, y que los explotaban en la hacienda, yo le pedí a Dios una cosa: “Dame para dar y no me dejes pedir nunca jamás”. Y todos los años mando dinero a Cuba. Lo he hecho toda mi vida. Yo no puedo dejar de ayudar a mi gente.

Dice que cuando triunfó la revolución le amenazaron con veinte años de cárcel. ¿Qué hizo? ¿Asesinar a alguien?

-Compré el terreno para la casa, lo marqué todo y puse los cimientos. Un día fui y me encontré allí a un tipo poniendo piedras y cosas, y le dije: “¡Eh!, ¿qué tú haces aquí?”. “A mí me mandó fulano del Gobierno”. Le digo que no puede ser porque eso es mío. Viene un policía y me dice: “Aquí nadie tiene nada, señor. Todo esto, y toda Cuba, es del Gobierno”. Y cualquiera te lo decía. Luis Yáñez, que trabajó conmigo y era amigo mío, me apuntó con una ametralladora para que yo abriera una bolsa en la que llevaba un poco de pollo para mi hija Miriam. Todo era “patria o muerte, venceremos”, y al que no le guste, que se vaya. Y cuando te ibas a ir, porque yo ya me quise ir en julio del año anterior, que él entró en enero, te pedían el pasaporte para ponerle la visa y no te lo devolvían. Me pude ir de milagro con un falso contrato de trabajo en México.

Carlos Galilea

El País Semanal, 5 de octubre de 2008.

Video: A Mayra, dedicada a su hija Mayra Caridad Valdés, una de las mejores voces de jazz de Cuba. "Cuando ella lo escuchó se echó a llorar", contaría después el pianista. Uno de los números del disco Bebo de Cuba; los otros son: Ar ni Froken Pehrson?, Rose Marie, Cachao, creador del mambo, Devoción, El son de Cecilio, Ecuación, Copla No. 4, Nocturno en batanga, El solar de Bebo, Kabul y Lorenzo, El quitrín (Haciendo patria) y La mula.

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