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lunes, 27 de mayo de 2013

Retrato de un maestro


Old Man Bebo es un documental dirigido por Carlos Carcas que nos cuenta la vida de Bebo Valdés. A sus 89 años, Bebo ve pasar ante sus ojos este largometraje que ha sido estrenado en Barcelona durante el Festival In-Edit Beefeater. Como les habrá pasado a muchos después de haber visto Calle 54 y El milagro de Candeal, o escuchado el disco Lágrimas negras, la sonrisa y la candidez de Bebo me marcaron desde el primer momento en que lo vi. Luego, mientras veía Old Man Bebo no pude evitar llorar como una niña. No se me escurrieron las lágrimas, lloré contundentemente. Y tuve que hacer un esfuerzo para no seguir llorando cuando lo vi frente a mí en la rueda de prensa y al enterarme horas después de que era posible entrevistarlo personalmente junto a Carcas. Mientras estaba frente a ellos, sabía que mi situación era el sueño de muchos.

No fue realmente una entrevista. Comenzamos a hablar y todo me parecía importante; por eso comencé a grabar desde el principio. Pero no había hecho ni la primera pregunta que tenía preparada cuando ya se me había acabado el tiempo de la tarjeta en la grabadora digital. Igual no habría funcionado. Con Bebo no funciona eso de pregunta- respuesta. Desde que me presenté y le dije que era colombiana, no paró de hablar de sus experiencias con Lucho Bermúdez, Pacho Galán y Matilde Díaz. Además tiene una gran obsesión: volver a Salvador de Bahía antes de que muera su guía espiritual (una santera igualita a su madre). Fui profundamente feliz en esta entrevista, entre otras cosas, porque me sentí muy identificada con Carlos Carcas. Mi experiencia haciendo un documental con los músicos del Chocó se convirtió en un inmenso referente que me llenó de preguntas para él. A continuación, gran parte de la entrevista. La mayoría de las cosas no han sido publicadas en la revista por falta de espacio o de interés para el público de acá. Espero que la disfruten como yo la disfruté.

¿Qué se siente ver la vida de uno pasar en una película, en un documental?

-No tengo adjetivos para calificarla. Lo que sé es que me encantó y lloré un poquitico. Y se lo dije a él (a Carlos Carcas). Está muy bien hecha, más de lo que él se cree.

¿Cómo fue su experiencia en el rodaje del documental El milagro de Candeal?

-En Bahía yo reconocí a mi madre. Mi madre murió hace muchos años, en 1972 o 1973. Ya tenía 98. Pero cuando eso yo no iba a Bahía. Iba a Haití. Y cuando eso también tenía cosas espirituales. (Me muestra su pulsera). Me la regaló mi hijo Chucho. Es una cosa africana, es la protección. ¿Tu sabes que yo nunca he ido a África? Yo quiero saber de dónde viene mi abuelo, porque mi padre no lo sabía. He hecho todo lo posible por saberlo. Llego a Haití y de allí me mandaron a Salvador de Bahía. Entonces llego a Salvador y me dicen que los primeros cabildos no eran de allí sino que eran haitianos. ¡Mira cómo anda la cosa! Pero ahí me encontré a una señora que era exactamente mi madre. ¡Claro! Ella aparece en el documental. Ella ya está bastante mal de la salud y yo quiero ir antes que se muera.

¿Cuándo fue a Haití?

-Bueno, yo fui en 1947. Allí me “tiraron los cocos”, y me dijeron que mis raíces estarían en Salvador de Bahía. Fuimos con Carlinhos Brown en enero del 2005, en enero, después de medio siglo encuentro a una guía espiritual igualita a mi madre. Cuando Chucho la vió y cuando mi hija la vio, les pareció que era igualita a su abuela. Me puse a temblar, caminaba de un lado a otro. Cuando la vi se me salieron las lágrimas. Soy fácil pa'llorar.

Yo también. Pero eso es una virtud.

-¿Tu crees? Yo lo creo también. Pero en Cuba, cuando vas a los santeros, hay que pagarles. Entonces cogí el dinero y me fui y compré una flores blancas lindas y cogí y dinero y le dije “esto yo no se lo doy a usted”. Y me enteré que ella hizo un banquete grande donde pueden comer cien o doscientas personas y cualquier ser humano, no tiene que ser cristiano, judío, católico, cualquiera se sienta. A ninguna religión en el mundo he visto que haga eso, ¡ninguna!

En Cuba, hace sesenta años, ¿usted fue iniciado en la santería?

-Si, tenía una tía. Pero no me entregué. Mi tía Ña Facunda. Mi mamá estaba en estado y me tenía en los brazos y uno de los santeros del barrio, dijo que yo iba a ser un gran violinista y fui pianista (risas).

¿Qué tal la experiencia del encuentro con el Cigala?

-Una vez cantando el Cigala (tu estabas ahí en Madrid le dice a Carlos)... Cuando terminamos estaba todo el mundo llorando. Con la canción Vete de mí. El arreglo me quedó de maravilla, con fuga. También hice un solo de piano con La bien pagá. Un solo de siete minutos.

-Carlos Carcas: Y sale entero en el documental. Trueba en la grabación no dejó que se cortase ese solo. Le daba igual que no fuera normal poner en un disco un solo de cinco minutos. Y me decía “a ver si lo cortas en el documental” Y yo “¿estás loco?” Porque todos decíamos: “es que es increíble lo que ha hecho Bebo". Creo que el problema es que no veía bien al Cigala y no podía darle las indicaciones para entrar. Entonces él seguía tocando, tocando, tocando... Improvisando. Es un solo increíble. Yo ese día me llevé la grabación a mi casa, me puse en la cama y veía el monitor y lo escuchaba una y otra vez. Lo vi veinte veces. No podía creer que lo tenía grabado.

-Bebo: Yo no lo quería hacer así. Pero me decían “no pares, no pares, no lo cortes”.

Tres cantantes que recuerde especialmente.

-¿De qué género? Hay unas que cantan danzón, otras bolero, otras batanga… Si, porque no es como hacen en Cuba: que un señor tiene éxito y le dicen que es el mejor cantante cubano. No especifican. Un cantante de jazz, bolero, clásico. No son iguales. Además ¿hombre o mujer? Pero depende de qué estilo. Omara Portuondo es un estilo y Celia Cruz de otro. Y Rita Montaner es pianista, cantante y de todo. Y era tan buena como Lecuona. Soy un admirador de Ernesto Lecuona.

¿Cuál ha sido el papel, el rol de las mujeres en su vida y en su carrera?

-Tu sabes que sin las mujeres no se puede hacer nada en la vida. Nacimos de una mujer y sin la mujer no se puede vivir. Tengo muchas amigas Omara Portuondo, Celeste Mendoza, Celia Cruz, Rita Montaner, Matilde Díaz… La mujer de Lucho Bermúdez, el del porro! Y Pacho Galán. Fuimos a México. Cuando llegó Lucho Bermúdez a México no tenía orquesta. Entonces le dije: “Tu eres el director, te pongo los músicos, ahí los tienes. Con el mismo sueldo que yo les pagaba". Y ahí nos hicimos amigos de Lucho Bermúdez y Matilde Díaz.

¿Qué es una escuela para usted?

-Es importante tener una técnica. Debes tener escuela, tener una profesión. Es como los médicos: debes ser un especialista y eso es mucho mejor. Pero te puede salir un músico que no va a la escuela y puede ser un genio. El arte nace con uno, lo otro es estudio. Pero hay que estudiar.

En la época de oro de la música cubana, las grandes orquestas, y los grandes cantantes tocaron sus arreglos. Usted es muy reconocido por la belleza de sus arreglos, pero sobre todo por la rapidez con que los hace. Sus partituras, sus papeles valen oro. En la práctica, en la escena musical, ¿para qué sirven y para qué no sirven las partituras?

-Todo lo que tu vas a hacer está escrito y si no te lo sabes de memoria lo lees. Con gran tristeza te debo contar que he perdido mis partituras de Cuba. No sé dónde están. No me dejaron sacar nada, cuando me fui para México tuve que darle mis últimos centavos a Pilar y a Raúl y me fui sin nada. Juré no volver si no había cambio de gobierno. Hay una cosa que yo digo siempre para aliviarme: tu tienes que nacer y morir. Y yo le doy gracias a Dios porque pensé que viviría sólo hasta mis 70 años.

¿Es posible sentir la misma grandeza la misma felicidad con la música, tocando para un público de pocas personas en un hotel, como lo hizo durante cuarenta años en Suecia, que tocando para multitudes?

-Tu cumples con tu deber. Si no toco para nadie toco para mí. En ese hotel tenían un piano de cola y lo toqué durante muchos años. Pero creo que ahora sí me retiro, es que el cuerpo no me da, de verdad. El cuerpo ya no me aguanta, pero yo amo la música.

-Carlos Carcas: Mi teoría personal es que después de que él ya no estaba en Tropicana, ni tocando y arreglando para las grandes orquestas, es como lo que pasa con un maestro indio o japonés: fueron 34 años en los cuales se encerró en Suecia y adoptó una gran disciplina. El solo con su piano. Estuvo en un entorno que lo obligó a aprender muchos estilos ya que tenía que tocar para toda clase de turistas. Nunca dejó de tocar y esto lo llevó a ser un gran maestro. Cuando aparece Fernando Trueba ya el trabajo estaba hecho. La Suite Cubana es increíble. No es lo mismo estudiar en Estocolmo que estudiar en el Caribe donde puedes ir a la playa. Allá te encierras a estudiar.

Carlos, ¿cómo conociste a Bebo?

-Carlos Carcas: Fui uno de los operadores de cámara de la película Calle 54, de Fernando Trueba. En esa película, Trueba también rescata a Bebo Valdés para participar en dos números, uno con su hijo Chucho y otro con Cachao. Lo conocí justo después del rodaje, cuando entran al estudio a grabar El arte del sabor. Porque ahí iban a grabar un disco y Fernando me había dicho que llevara la cámara e hicieran una tomas. Y allí comencé a conocerle, porque salvo dos o tres expertos de música cubana, nadie sabía quién era Bebo Valdés. Todo el mundo sabía quién era Celia Cruz, Benny Moré, pero el hombre que estaba detrás haciendo los arreglos no era famoso. A Cachao ya hace unos años lo conocía y a Patato Valdés. Yo era fan de Patato. Y me encantaba un disco de Patato y Potito.

-Bebo: Jajaja! Dos locos! (risas).

-Carlos Carcas: Ese fue el primer contacto, el segundo contacto fue cuestión de días. Y comencé a conocerle y a estar presente cuando se grababan los discos. Muchos de los discos que ahora se conocen, que han ganado Grammys, ni siquiera estaban pensados en ese momento. El arte del sabor lo grabaron para tenerlo en ese momento y resulta que es uno de los discos que gana un Grammy Latino.

¿Cómo fue el proceso de investigar y meterte en la vida de Bebo?

-Carlos Carcas: Es que el camino se fue abriendo solo. Comenzamos con El arte del sabor y luego me llama una amiga y me dice: “Oye, va a venir Bebo a Madrid, van a hacer unos ensayos, a lo mejor graba con Diego el Cigala (ese fue el disco Corren tiempos de alegría, el de Cigala anterior al de Lágrimas negras). Y realmente ahí fue donde se empezó a ver algo muy potente de lo que iba a venir en el futuro. Fui a grabar por grabar. Sin saber lo que iba a pasar, sin saber qué iba a ser con el material. Era de esas cosas, que yo iba a grabar sin saber lo que estaba buscando. Pero después de Calle 54 me quedé con muchas ganas de estar en contacto con ese mundo. Era la primera vez que grababa temas musicales. Yo venía del mundo duro del periodismo, de agencias, de noticias. Y de repente ví que había un mundo donde disfrutaba mucho de la cámara, me gusta la música y el ritmo lo tengo desde pequeño.

-No soy músico, pero soy hijo de cubanos. Estaba por un lado siguiendo a Jerry González y luego viene este fenómeno, y lo grabo, fueron unos momentos preciosos. Las grabaciones fueron míticas. Cuando grabaron Amar y vivir, todo el mundo en el estudio estaba llorando, incluido yo. Estaba encerrado en la cabina con Cigala y estar a un metro del Cigala, pegando esos gritos y luego oías el piano, fue una cosa muy emotiva. A mí se me empezaron a caer la lágrimas, llevaba las gafas y no veía el visor. Y yo decía: “Creo que tengo el plano del Cigala, si no me muevo no se me estropea la toma”. No veía lo que estaba grabando. Y pensé por dentro “soy un blando, un idiota, estoy llorando en vez de estar filmando”. Y cuando se acabó la toma, salí y a todo el mundo le había pasado lo mismo.

-Luego con el disco Lágrimas negras dijimos: “Esto realmente va a ser algo muy bueno”. Ya había entrado Javier Colina a la percusión e iba a ser un disco delicatessen que Trueba quería grabar porque quería tenerlo. Jamás pensando que iba a ser algo que iba a pegar a nivel popular. Pensó “lo comprarán veinte”, pero jamás pensó que sería un éxito internacional. Todo el rato iba grabando, grabando, grabando, y los trabajos fueron saliendo y hay un momento en que Bebo empieza a ganar Grammys y es cuando me planteo la posibilidad a lo mejor de hacer un documental biográfico.

-Porque hay muchos libros sobre el latin jazz y del afrocuban jazz, pero no había información. Y yo creo que –no se si fue antes o después de hacer lo de El milagro de Candeal- que aparte de la película, edité un material que no habíamos montado en la película e hice un montaje que se llama Caramelo para todos, enfocándolo en Carlinhos Brown. Y allí comencé a pensar en hacer un documental sobre Bebo. Se lo comenté a Fernando Trueba, pero era algo que tenía que hacer yo porque tenía mucho material acumulado y empecé a sentir como una especie de agobio. Decía, “si no hago algo con esto, no lo va a ver nadie y es una responsabilidad. Ya no pertenece a mí, pertenece a todos los fans de Bebo y de la música cubana y a la historia de la música cubana”.

-Comencé a sentir esas cosas de responsabilidad y entonces decidí hacerlo. No tenía financiación. Todo el mundo me decía que vendiera el proyecto. Y yo decía “como tenga que esperar, subvenciones y financiaciones, no hago nada. Me importa un bledo todo, pago un billete de avión, cojo una cámara, me voy para allá y fui a Miami, Nueva York y a La Habana, buscando gente para entrevistar”. En ese proceso conozco a Rosa Marquetti, que es la que ha llevado todo el peso de la documentación. Una persona muy trabajadora, amante de la música cubana que me bombardeó con información porque hay mucha información estancada en La Habana, que va saliendo poco a poco.

¿Esa información está en un centro de documentación musical?

-¿Te digo la verdad? Está en las casas de mucha gente en la isla, en forma de revistas, de fotos… Eso es lo que tiene Cuba, que de repente vas por la calle y te encuentras un vinilo de una cosa alucinante que ya ni siquiera existe y la gente ni sabe que están esas cosas ahí. La Habana está llena de tesoros. Ahí es donde empieza el trabajo a fondo. Al mismo tiempo, Mats Lundahl, profesor sueco de economía, estaba a punto de sacar una biografía sobre Bebo Valdés. Entonces se junta Rosa Marquetti con Mats Lundahl, con otra gente y ahí es donde empieza a salir la información y a organizarse. El documental Old Man Bebo empieza a salir porque quiere salir, y comienzo a darle forma. Pero nunca fue una cosa que yo dijera “¡Mira, aquí está Bebo Valdés, voy a hacer un documental!”. Fue algo que me fue dando golpes como un palo en la cabeza, que decía “si no haces esto te vas a arrepentir el resto de tu vida”.

Durante el proceso del documental se nota que tocas muchas fibras. Cuando haces un documental representas a alguien y en ese proceso de representación a veces sientes miedo de “representar mal”. ¿Sentiste miedo de que Bebo lo viera y se sintiera mal representado?

-Carlos Carcas: No sé si me pasaría con otra gente, pero si llegué a rodar muchas cosas con Bebo es porque sentí una conexión personal. Bebo es una persona muy abierta. Es muy generoso a nivel de emociones. No hay dobles sentidos, no hay agendas ocultas. Es como es, y es así con todo el mundo y si las cosas van bien, bien; y si no, ahí está la puerta y no hay más. Así lo he sentido yo. Entonces yo desde el primer momento siempre sentí mucho cariño y mucha conexión. Leonardo Acosta dice en el documental que Bebo es una persona que está cómodo consigo mismo y hace sentir cómodo a los demás. Es una excelente definición de lo que es Bebo Valdés. Entonces te hace sentir cómodo. Recuerdo muchísimas veces grabándolo tocando el piano que podía decir “este tipo con esta cámara no deja tocar”… pero es que él ni me notaba.

-Luego me daba cuenta que sí me notaba porque me sonreía, pero las manos no paraban (risas). La música no paraba. También es un proceso de años, lo voy conociendo, voy viendo hasta dónde puedo llegar con la cámara. Me doy cuenta cuando es un día malo y no debería acercarme tanto. Y eso me quitó mucho miedo. Me daba más miedo equivocarme a nivel de información. Porque me considero un aficionado a nivel de la música, no me considero un experto. Pero en cuanto a la historia humana, me fío mucho de mis instintos y mis emociones y me dejo guiar por eso. Se me han aguado los ojos cien mil veces montando el documental.

Eso se nota, la gente se abre muchísimo en las entrevistas.

-Carlos Carcas: Claro, hay cosas muy personales como los hijos, y como Bebo es un tipo que acepta la verdad, eso me daba confianza. Pero pensaba “esto no va a salir sin su visto bueno”. El miedo fue enseñárselo al final. Y vi que no me había equivocado, tuve suerte en ese sentido. Otra persona muy importante era Chucho Valdés. Porque estamos hablando de la historia de Bebo, pero no se puede hablar de la historia de Bebo sin la historia y no se puede hablar de la historia de Chucho Valdés sin Bebo Valdés.

No todas las personas se abren de esta forma frente a una cámara.

-Carlos Carcas: Yo no hice nada. La culpa de eso es de Bebo. Porque todas las personas quieren a Bebo Valdés.

-Bebo: ¿Tu sabes que yo tengo un gran defecto? ¡Amo a la humanidad! Te voy a decir un refrán que tu debes haber escuchado: “Haz el bien y no mires a quién”. Ese es uno de mis lemas. Ayudar a todo el que pueda. No me gusta que me den gracias. Pido una cosa a un espíritu. Y si eso se da, entonces debo pagar, pero confío en el espíritu, el sol, la luna, el aire… Si no lo encuentro, salgo a la calle. Tengo problemas con mi mujer por eso. Cojo dinero, veo a la gente y me pongo tapones para no oir las gracias, se las doy al espíritu. Le doy dinero a la gente, mi mujer no lo entiende.

-Ella es atea y mi hijos suecos son ateos. No creen en religión. Yo nací católico y soy católico y también africano, como ya te conté. Pero estos hijos míos son protestantes. Me casé por el protestantismo con mi mujer. Y no soy protestante. Pero el cura fue bueno. Y creo que fue quien me sacó de problemas. Siempre tengo problemas con los sindicatos. Los considero buenos, pero en Cuba, sabía que iba a pasar, allí fue otro problema. Había viajado a México en 1947, hacía arreglos a los músicos, pero por el sindicato me tuve que ir. El problema de Cuba es ése. Hasta en Suecia el sindicato se me rebeló, pregúntale a mi mujer. Yo llegué con dos cubanos, con un castrista que me pidió un favor: que quería casarse con una italiana.

-Nunca he odiado a nadie. Cuando una cosa no me gusta me separo. No sé, a veces me siento raro, pero yo te digo una cosa -y ahora Dios me ha hecho comprobarlo- el dinero tiene dos problemas: uno, que es muy necesario, para poderse educar hay que tener dinero. El otro problema ¿sabes cuál es? Que no le da felicidad a nadie. Hay un caso en Suecia de un multimillonario que se mató por una mujer. Es una historia de amor que alguien hizo un libro y la familia compró todos los ejemplares para que no saliera. Son de esas cosas que pasan en el mundo.

-Mira, tú puedes comprar todo lo que tu quieras en la vida, pero si una mujer no ama a un hombre, no la compras con nada. Te lo digo por experiencia. Así que ¿para que tu quieres dinero? ¿Pa'tener un banco? Ya hice mi testamento, cuando a mi me toque, ya está hecho. Lo que me gusta es el espiritismo. Ya tu sabes. Y ahora con Mayamba, doña Angelina, la quiero como si fuera mi madre.

¿Por qué dices que haciendo el documental te encuentras a ti mismo?

-Carlos Carcas: Porque me crié en Estados Unidos, pero mi familia es cubana. Ninguno de ellos es músico, es una familia humilde muy normal. Entonces haciendo este documental empiezas a encontrar música que conoces de pequeño, y empiezas a entender qué es lo que hay de fondo. Mi madre cada vez que preparaba arroz con frijoles y picadillo, cuando nos servía decía: “Arroz con picadillo, yucá” que es un tema que se llama Anabacoa. Y grabando oí esa frase y casi me echo a llorar. Como hay esta problemática cubana, sobre todo referida a Estados Unidos, hay esta falta de comunicación y los cubanos que llegaron a Estados Unidos se han puesto a trabajar y algunos viven con la idea de volver a Cuba, pero la mayoría no. Porque tienen una realidad que es vivir ahí y pagar una casa, comer, llevar los hijos al colegio, uno vive muy en el mundo americano y se han perdido muchas cosas. Entonces embarcarme en este viaje ha sido una escuela, ese es el motivo.

Maestro, ¿qué sintió cuando vio a sus hijos, a sus hermanos y a sus amigos en el documental?

-Pues imagínate… A mis hermanos no los he visto en cuarenta y siete años. Y Carlos fue a la calle donde yo nací, estuvo con amigos míos. Imagínate, eso para mí es muy difícil. Eso me hace mucho daño. Pero esa es la vida. Cuando un hombre hace una cosa como yo hice, me fui porque quise, y lo que tenga que pagar por ello lo acepto. En realidad me han hecho una invitación para ir a Cuba. Me llegó cuando salió el disco Lágrimas Negras. Pero cuando con Rolando Laserie y su esposa salimos el 26 de octubre de 1960, tuvimos tantos problemas que cuando llegamos a México juramos que nunca volveríamos hasta que no hubiera una democracia. Laserie acaba de morir. Si mañana hay una democracia, vuelvo. No me gustan los dictadores ni de izquierda ni de derecha y eso lo he dicho mil y una vez. Y lo diré hasta que me muera. No, no aguanto a los dictadores.

Hay una escena en el documental en la que sale usted en el Círculo Polar con los brazos abiertos, muy feliz, con un frío horrible y agradeciéndole a la vida. ¿Cómo puede alguien tener esta actitud y no desfallecer? Yo me quejo todo el tiempo porque me hace falta mi tierra, el Caribe.

-La vida es muy rara. Me gustaría que mi mujer estuviera aquí para que te pudiera decir en serio lo que hay. Yo había estado en los Estados Unidos. Estuve en Boston que es muy frío, pero muy frío. Entonces vine a España y de España llegué hasta Helsinki, luego llegué a Estocolmo y me casé. Antes de nacer mis hijos, no sé por qué me gustaba más el frío que el calor. Antes de nacer nuestro primer hijo, nunca cerré la ventana porque después no la podíamos abrir. Entonces cuando nació el niño cambié totalmente. Era un hombre fuerte, pesaba 110 kilos, y después vino el segundo hijo, y después con la vejez, ahora soy friolero. Pero en aquel tiempo me gustaba y me gusta mucho porque es muy sano. Y una cosa que ví en el Polo Norte dentro del Círculo Polar: que a veces el sol se ponía y a veces no salía. En diciembre hay seis o siete días donde usted no ve el sol. Y los esquimales usan la misma ropa todo el año. El cuero del venado que tiene otro nombre, es muy interesante verlo. En invierno al Círculo Polar van más turistas que en verano.

-Carlos Carcas: A mí me gustaría añadir una cosa con respecto a la imagen de Bebo. Para hacer un documental que es un trabajo que se tarda mucho en hacer, hay que estar enamorado del tema. Y una de las cosas que más me fascinó de la historia de Bebo, aparte de su talento como músico, era eso. Soy americano de padres cubanos. Me baño en el Mediterráneo y me parece que está fría el agua. Estoy realmente acostumbrado al calor. Entonces la idea de un músico que estaba todo el rato tocando en cabarets, con todo que estaba pasando en esa época, con el calor del Caribe, pegar un salto, irse al Círculo Polar y desaparecer de la escena durante cuarenta años… Entonces conocer a esa persona en este momento, cuando estaba volviendo a la escena y ver la sonrisa y la felicidad que tenía, realmente me impactó tanto que quería saber más sobre su vida. Para mí, ha sido una gran lección de un gran ser humano.

En Calle 54 se reencontró con Chucho, y ahora en el documental es muy emocionante oír a Chucho hablar de usted. Cuéntenos qué ha significado todo este reencuentro con su hijo.

-En total tengo siete hijos: tres mujeres y cuatro hombres. Dos con mi esposa sueca, en Estocolmo. Chucho fue mi primogénito. Cuando tenía 4 años, estaba yo tocando piano y salgo a buscar una partitura, regreso y veo a Chucho tocando el piano con la mano izquierda. Y le pregunto a la madre: “¿Cómo tu no me has dicho que Chucho toca el piano?”, y me dice “Cuando tu estás aquí él está al lado tuyo y cuando tu te vas él se sienta en el piano”. Entonces yo nunca he tenido problemas con nadie de mi familia, pase lo que pase y donde quiera que esté. La familia es la familia.

-Creo que la familia es lo principal que hay en la vida: tu esposa, tus hijos, tus amigos, tu patria. Y Chucho a los 16 años fue el pianista de mi orquesta, le solté el piano y me puse a dirigir. ¡Era un genio! Y lo es. Para mi hoy es el pianista más completo -completo no quiere decir el mejor- en el mundo. Pero si a mí me preguntan como padre -mira que hay pianistas grandes en el mundo- digo que es el mejor del mundo. Y grabamos ahora un disco que va a salir, grabamos los dos solos y fue una competencia (risas), pero se nota la calidad. Es una persona divina. Acaba de tener un hijo, nació el 7 de octubre. Chucho y yo nacimos un 9 de octubre. ¡Es increíble!.

Ana María Arango
Los sonidos invisibles, 29 de octubre de 2007.
Video: Trailer del documental Old Man Bebo, de Carlos Carcas.

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