Google
 

viernes, 7 de septiembre de 2012

Los cinco artífices ocultados (II y final)


Por Yndamiro Restano

Esta sumisión absoluta al gran caudillo sólo es equiparable al Heil, Hitler. En la historia de Cuba jamás eso ocurrió. Ni siquiera Batista se atrevió a exigir obediencia ciega a toda la sociedad cubana, eso quedaba para los batistianos. En el fidelismo la obediencia ciega era impuesta a todo un pueblo y el que no aceptaba esta desaparición existencial a través de la sumisión, era reprimido en diferentes grados o tenía que marcharse del país.

Es decir, aquí hay dos pasos. En el primer paso, Fidel Castro se une secretamente a los comunistas y destruyen el movimiento revolucionario democrático cubano, que era plural. Este acuerdo entre el PSP y Fidel es anterior al desembarco del Granma. Por supuesto, esta alianza es secreta y ya cuando se organizan las ORI aparece Aníbal Escalante como el sectario que aniquiló el movimiento revoucionario cubano. La coartada era perfecta: no fue Fidel Castro sino Aníbal Escalante. Por lo tanto, como Aníbal y el PSP han realizado semejante crimen, Fidel tiene que liquidar a todos los comunistas que no se le entreguen de manera incondicional y lo reconozcan como el máximo líder de la revolución unipersonal.

Entonces, ya en el segundo paso, Fidel Castro se enfrenta a los comunistas problemáticos representados por Aníbal y se adueña del poder absoluto. A partir de ahí, ya no hay pluralidad revolucionaria ni un Partido con democracia interna, sólo la voluntad del semidios y la maquinaria burocrática compuesta en cada nivel por funcionarios incondicionales a ese voluntarismo terco. Se establece una alianza estrecha entre la burocracia y el semidios, pues se necesitan mutuamente.

La burocracia era el laberinto, donde se perdía la conciencia individual mientras que el semidios era la voluntad, la mente y la imaginación creadora de toda la sociedad transformada en una masa aprisionada dentro de la estructura de hierro del igualitarismo totalitario. Las profecías de Marx no se cumplieron: las que se verificaron fueron las de Martí, cuando señaló los dos peligros que tenía la idea socialista.

La construcción del igualitarismo totalitario (por parte de los estrategas y expertos del comunismo, especialmente por la labor de estos cinco artífices que hemos mencionado), fue aprovechada por Fidel Castro, quien se aferró al poder con uñas y dientes, para su propio delirio de grandeza. El igualitarismo totalitario, el cual, obviamente, es más reaccionario que el capitalismo, fabrica casi de manera natural un Duce, un Fuhrer, un Comandante en Jefe. En este sistema de opresión nadie tiene nada: ni propiedad ni opinión ni capacidad creativa y crítica, en fin, nadie tiene personalidad. Solamente el gran caudillo megalómano convertido en semidios es quien controla absolutamente el poder financiero y militar-represivo así como la información.

En el caso de Fidel Castro, llega al poder absoluto mintiendo y engañando a sus compañeros del 26 de julio. Mintiendo no en el sentido ideológico solamente sino en el sentido pragmático de la política. Es decir, realizando pactos secretos con los comunistas. No es el caso de Stalin o de Mao, que nunca negaron su militancia comunista.

En fin, Fidel Castro es un joven de formación jesuita y sin trayectoria de izquierda, que había transitado por uno de los grupos gansteriles que atormentaban la república y había participado en algunas acciones violentas así como en una frustrada expedición contra el dictador dominicano Rafael LeonidasTrujillo. Además, hizo algunos intentos políticos, sin resultados positivos.

La ideología de Fidel Castro es el poder y en su transacción con los comunistas, puso en el juego político nacional las cartas del mito y el carisma como motor de la maquinaria totalitaria, la cual está compuesta por varios aparatos verticales de guerra, represión y control económico e ideológico-cultural. El mito y la megalomanía, los comunistas se los dejaron a Fidel Castro.

Pero el diseño, la construcción pieza a pieza del sistema vertical y cerrado, a partir de la caída de Batista, fue obra de los cinco artífices ocultados. Por supuesto, estas cinco personalidades estaban entrenadas y dirigidas por Moscú. Sin el apoyo de los comunistas (que era el apoyo de la Unión Soviética) y sin el respaldo del movimiento revolucionario democrático cubano, presente también en la mayoría de las ciudades del país, especialmente en La Habana y Santiago de Cuba, Fidel Castro se hubiera muerto de hambre en el Pico Turquino.

El movimiento revolucionario democrático cubano realizó acciones contundentes que estremecieron a la dictadura batistiana, desde la noche de las cien bombas hasta el ataque al Palacio Presidencial. Además de enviar armas y viveres a las fuerzas guerrilleras. El PSP, por su parte, apoyó el liderazgo de Fidel Castro, pues como ya hemos visto, existía una estrategia secreta combinada entre el líder del 26 de Julio y los comunistas. Osvaldo Sánchez viajó a México y se reunió con Fidel Castro, según EcuRed, página de historia oficialista que administra el gobierno cubano.

En esa reunión, de acuerdo a esta misma fuente, Osvaldo Sánchez le expone a Fidel Castro toda una serie de planteamientos en relación con el movimiento revolucionario y se ponen de acuerdo para relanzar la lucha armada contra la dictadura batistiana, la cual se reiniciaría con la expedición del yate Granma. Este acuerdo se pone de manifiesto, entre otras cosas, en todo el trabajo organizativo de las dos columnas invasoras, que comandadas por Camilo y el Che Guevara, llegaron al centro de la isla. Aquí jugaron un papel rector 'el compañero José' (Wilfredo Velásquez) y Osvaldo Sánchez. Incluso, la Operación Cajas de Tabaco -el traslado de Camilo y sus hombres a Pinar del Río-, fue planeada casi en su totalidad por Velásquez, quien se reunió con Fidel Castro en la Sierra Maestra para ultimar los detalles de esta importante acción guerrillera. Flavio Bravo también viajó a México, el 10 de noviembre de 1956, y se reunió con Fidel Castro para reiniciar la lucha armada contra Batista una vez que los expedicionarios del Granma tocaran tierra.

Obviamente, cuesta trabajo admitir, después que se conoce la historia oculta de la revolución cubana, que la dirección nacional del PSP, casualmente estuviera celebrando en Santiago de Cuba el cumpleaños de Blas Roca (Manzanllo, 24 de julio de 1908), el mismo día del ataque al Cuartel Moncada realizado por Fidel Castro y sus seguidores, en su mayoría pertenecientes a la Generación del Centenario.

La historia puede ser trágica, irónica, pero nunca ingenua. Máxime cuando había comunistas entre los heroicos asaltantes a la fortaleza militar. Uno de ellos, por supuesto, era Raúl Castro, quien nunca ha negado su militancia comunista ni se ha disfrazado de revolucionario democrático. Me imagino que Raúl Castro tuvo que debatirse entre su fidelidad al Partido y la lealtad a su hermano. Tal vez, logró conciliar esta tensión de lealtades con una digerible conclusión de conciencia. Es decir, incluyendo la megalomanía de su hermano como un elemento motriz en la construcción del comunismo totalitario. ¿ Hubieran existido los totalitarismos que hemos conocido sin Stalin, sin Mussolini, sin Hitler, sin Mao?

Además, a Raúl Castro no le interesaba mucho el aspecto teatral del totalitarismo sino la imposición de la “dictadura del proletariado”. Recuerdo que tanto a mi familia como a otros militantes de fila que conocí, lo que le interesaba era que se estableciera en Cuba un comunismo fiel a Moscú. A ellos no les interesaba mucho el teatro político: unas veces demagógico, otras macabro, y finalmente absurdo.

De cualquier manera, en mi casa, por las noches, tenían lugar tertulias habituales. Encuentros que se realizaban en la terraza del apartamento donde vivíamos, en 21 y G, Vedado. Recuerdo que una de esas noches, cuando precisamente se reflexionaba sobre el tema del asalto al cuartel Moncada, mi tía Yeya (Aurelia Restano) a quien yo quería y respetaba mucho, dirigiéndose a los contertulios, dijo: “Yo no acabo de entender el modo en que ustedes razonan, porque parece que se les olvida que donde estaba Raúl, estaba el Partido”. Yeya era muy aguda y poseía mucho olfato político. ¿Sería cierto este axioma de Yeya?

A favor de Yeya hay fuentes, entre ellas, el periodista de la televisión de Camagüey, Noel Manzanares Blanco, así como la revista cubana Calibán, las cuales dicen que Ñico López era un hombre del Partido. López, por su parte, participó en el ataque al cuartel de Bayamo, que fue una acción combinada con el asalto al Moncada. Raúl en Santiago y Ñico López en Bayamo. Incluso, existen varias fuentes que opinan que Sarría respondía al PSP. Sarría era aquel militar que salvó a Fidel Castro, después del fracasado asalto a la fortaleza santiaguera.

Lo cierto es que cuando Yeya pronunció su axioma, parecía liberada del secretismo y del instinto conspirativo de los comunistas. Su axioma provocó un silencio absoluto. Sin dudas, Yeya había dado en el blanco. Su axioma como axioma al fin, era discutible, pero convincente. Sobre todo porque aquella intuición no salía de la nada. Yeya había hecho su vida dentro del Partido y su axioma nacía de un duro y pesado bagaje de vivencias.

Yeya sabía que en los procesos revolucionarios, unos luchan por el poder y otros por la libertad. Fidel Castro y los comunistas lucharon por el poder. La Generación del Centenario, la Generación Martiana, lo hizo por la libertad. Entonces, a partir de esta dicotomía siniestra, la Revolución se convirtió en tragedia porque la culebra del poder fue asfixiando el alma de la libertad. Tenía que ser ése el resultado porque los comunistas antes de tomar el poder piensan que la clase obrera es la humanidad. Y después que se adueñan del poder, creen que la burocracia es la humanidad. Finalmente, creen que dios es el partido. O fabrican un semidios con el terror y la mentira.

Por mi parte, aunque era muy joven por aquella fecha, el axioma de Yeya me enseñó la matemática aplicada de la intriga política. La aritmética de los payasos del poder. Por supuesto, más allá de esta banalidad del mal, como decía Hannah Arendt, las matemáticas puras crean ese lugar ontológico, donde hablan la aurora y las estrellas cuando rompen la oscuridad. Qué lastima que no las entendamos. Cien puntos para el axioma de Yeya. Axioma especial de contenido empírico. Anagnórisis.

Foto: Carátula del folleto con el texto de la conferencia ofrecida por Aníbal Escalante el 20 de enero de 1960, como parte de un programa de charlas que todos los jueves por la noche se daban en un local en los bajos de la sede del Comité Nacional del PSP, en Carlos III entre Oquendo y Marqués González. Tomada del blog El Archivo de Connie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario