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jueves, 19 de julio de 2012

Los últimos mecanógrafos de Rangún


Por David Jiménez

Hla Mgo tiene los dedos más rápidos a este lado de Rangún, capaces de teclear sin faltas cartas de amor adolescente, misivas de marineros desarraigados y certificados de defunción de clientes que nunca vuelven a protestar el servicio. Su oficina ocupa un pedazo de acera junto al puerto: una mesa de madera, una silla y una vieja Olympia que vivió tiempos mejores. "Funciona perfectamente y no le falta una tecla", dice el mecanógrafo de 59 años acariciando la máquina con la que se gana la vida desde hace cuatro décadas. "Y eso que tiene más años que yo".

Ni la llegada de los ordenadores ni el lento avance de Internet han logrado acabar con las máquinas de escribir de Birmania. En pueblos y ciudades, a las puertas de juzgados y en las avenidas más concurridas, decenas de puestos callejeros mantienen vivo un oficio que no conoce la crisis. "¿El negocio? Tengo más clientes que hace 20 años", asegura Hal Mgo, que ha empezado a enseñar su técnica a sus dos hijas.

Los mecanógrafos de Rangún se han defendido de la competencia de las nuevas tecnologías ofreciendo mejor precio y la garantía de un servicio sin virus ni apagones en una ciudad que sufre constantes cortes de luz. Una página mecanografiada a una media de 50 palabras el minuto se paga a 300 kyats (25 céntimos de euro), la mitad de lo que piden los recién llegados con sus sofisticadas computadoras.

Monjes enfundados en sus túnicas azafrán, oficinistas camino del registro y amas de casa que no fueron instruidas en la escritura esperan su turno para dictar sus cartas en los puestos de la avenida del Banco, en la parte vieja de la capital. Nayla dice que su especialidad son las cartas de amor y los certificados de matrimonio, que ofrece en sobres de falso terciopelo azul tocados por lazos rosas o flores blancas. "Hacemos todo tipo de servicios. Rápido. Muy rápido", asegura repitiendo el mensaje del letrero que cuelga de su puesto.

Más de cinco décadas de dictadura militar hundieron el que fuera el país más educado del sureste asiático, también conocido como Myanmar. El hermetismo del régimen tuvo el efecto secundario de preservar la atmósfera de colonia descrita por George Orwell en sus 'Días de Birmania' (1934). La antigua capital es un conjunto de edificios desconchados y decadentes, lugares remotos siguen estando comunicados por barcos a vapor y las máquinas de escribir son utilizadas para completar el papeleo en oficinas, hospitales o colegios.

Los generales, que hace dos años iniciaron la mayor apertura desde que tomaron el poder en 1962, contribuyeron a alargar la vida de la máquina de escribir con su control orwelliano de la sociedad. Temerosos de la influencia exterior, hasta hace poco castigaban con la cárcel la posesión de máquinas de fax o el uso de Internet, todavía al alcance de menos del 1% de la población.

La popularidad de la mecanografía ha permitido a Kyaw Shin completar su pensión como ex funcionario gracias al dinero extra que gana en Mundo Lunar, un comercio de la avenida del Jardín de Maha Bandola. El dueño decidió modernizarse meses atrás adquiriendo cuatro ordenadores, sólo para comprobar que los clientes seguían reclamando los servicios de Kyaw Shin. "¿Morir?", dice sorprendido el mecanógrafo de 70 años cuando se le pregunta por la posible desaparición de su profesión, mientras sus dedos se mueven a toda velocidad y de fondo suena el tac-tac de las teclas. "La máquina de escribir es el mejor invento del mundo".

Foto: David Jiménez. El Mundo, 5 de mayo de 2012

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