Por Adolfo Rivero Caro*
En Cuba el movimiento de derechos humanos representa la principal oposición interna a la dictadura de Fidel Castro. Este texto es el prólogo del libro La fisura: los derechos humanos en Cuba, donde mi amigo, Reinaldo Bragado, ha querido hacer la crónica de sus orígenes. Es un cronista autorizado porque fue un destacado participante. Los antecedentes de este movimiento se encuentran en la oposición al viraje comunista de la revolución, a principios de los años 60. Aquel movimiento, que costó la vida de miles de combatientes y la prisión de muchos miles más (el llamado "presidio histórico"), representó una primera oposición, de carácter armado, al establecimiento de una dictadura totalitaria en Cuba. Enfrentado a la masiva popularidad de Fidel Castro en la atmósfera revolucionaria de los años 60, aquel movimiento fue prácticamente aniquilado. Por aquella época, el mundo entero parecía estar avanzando hacia el comunismo.
El contraste entre la promesa y la práctica de la revolución cubana no tardó en generar descontento dentro de las mismas filas de sus partidarios. Una manifestación del mismo fue el llamado proceso de la "microfracción" de 1968 contra un grupo de militantes comunistas que, en su mayoría, fueron a dar a la cárcel. Entre ellos estaban Ricardo Bofill Pagés y otros que estarían entre los primeros activistas de los derechos humanos.
Al calor de los Acuerdos de Helsinki de 1975 y de la aparición de los primeros organismos de derechos humanos en la URSS y otros países socialistas, Bofill fundó en 1976, junto con la Dra. Marta Frayde y unos pocos colegas, el Comité Cubano Pro Derechos Humanos (CCPDH) con el objetivo primario de denunciar las violaciones de los derechos humanos en Cuba. En contraste con la primera oposición, el nuevo movimiento proponía las tácticas de la desobediencia civil y la resistencia pacífica como formas de lucha por la transformación del sistema. A fines de 1976 la Dra. Frayde fue detenida, condenada a 29 años de prisión por "espionaje" y la actividad del CCPDH se vio reducida al mínimo. Eventualmente, la Dra. Frayde fue liberada y se estableció en España donde mantiene su activismo y dirige una publicación del CCPDH sobre los derechos humanos en Cuba.
En 1980, Bofill y los pocos disidentes que quedaban en libertad -Elizardo Sánchez Santacruz, Edmigio López Castillo, Adolfo Rivero Caro y Enrique Hernández Méndez- fueron encarcelados con distintos pretextos. No obstante, el movimiento se reorganizó en la prisión y, a mediados de los años 80, cobró nuevo vigor cuando sus integrantes fueron saliendo de la cárcel. Entre 1980 y 1985, el CCPDH denunció que, sólo de la prisión del Combinado del Este, habían sido llevados a fusilar Ciprián García Marín, Ventura García Marín, Eugenio García Marín, Ramón Toledo Lugo, Armando Hernández, Omar Villavicencio, y Ramón Vera Chaviano entre varias decenas más.
También debe destacarse que en el presidio político, Combinado del Este de La Habana, surgió un creciente trabajo cultural contestatario que dirigió Ariel Hidalgo, quién fue el creador de las revistas El Disidente y Aurora, que no sólo circularon dentro de la cárcel, sino que también llegaron al exilio.
Este período coincidió con la presidencia de Ronald Reagan. Su histórica decisión de fortalecer la lucha anticomunista condujo en 1985 a la creación de Radio Martí, que le dio al pueblo cubano una fuente de información independiente y una forma de hacerse oír a la oposición interna. En 1985, Mijail Gorbachov llegaba al poder en la URSS dando inicio a la perestroika y el glasnost.
El 10 de diciembre de 1987, Bofill, Reinaldo Bragado, Rolando Cartaya, Rafael Saumel, Edmigio López, Raúl Montesinos y Tania Díaz Castro se reunieron en el apartamento de esta última para grabar una mesa redonda sobre la situación de los derechos humanos en Cuba. Cartaya actuó como moderador. Radio Martí recibió la grabación de la reunión y ésta fue transmitida, bajo el nombre de "Coloquio de La Habana", los días 5, 6 y 7 de febrero de 1988. Fue la primera vez que, desde la misma isla, oposicionistas que estaban en la calle denunciaban, a través de un medio de comunicación de masas, las violaciones de los derechos humanos en Cuba.
Pocos días después, el 11 de febrero de 1988, en casa de los esposos Carlos Valdés y Alicia Fernández, en la barriada de El Vedado, el CCPDH organizó la primera exposición de arte disidente a la que asistieron alrededor de 200 personas, entre ellos periodistas extranjeros, diplomáticos y delegados de Americas' Watch y del Comité de Abogados de Nueva York. Se presentaron cuadros y esculturas de Raúl Montesinos así como de Nicolás Guillén Landrián, Teodoro del Valle, Roberto Bermúdez, Carlos Quintana y Santos Martínez. También se expusieron poemas de destacados presos políticos como Ernesto Díaz, Armando Valladares, Alfredo Mustelier y el Dr. Alberto Fibla. En esta actividad, al igual que en el "Coloquio de La Habana", el CCPDH insistía en su posición de luchar abiertamente contra el régimen, pero de forma pública y no violenta.
En marzo de 1988, Bofill y sus compañeros fueron objeto de una furiosa campaña de ataques en la prensa radial, escrita y televisiva que se inició con un editorial del periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba (Un quinto de columna se titulaba y fue publicado el 16 de marzo de 1988). Confieso que no me hizo ninguna gracia ver mi nombre en ese editorial. Anteriormente, cuando esos ataques aparecían en el periódico los opositores solían estar presos o fusilados. Y nosotros seguíamos en la calle. En todo caso, fue un grave error del gobierno. Aunque hubo quienes creyeron las calumnias de Granma, la gran mayoría comprendió que se había abierto una "fisura" en el monolito totalitario. Esa fisura seguiría ensanchándose inexorablemente.
Fidel Castro y su gobierno revolucionario habían jugado tradicionalmente el papel de fiscales de los países occidentales por cuanta violación de los derechos humanos se producía fuera del campo socialista. Confiado en esa situación y un tanto desconcertado ante la nueva forma de oposición del CCPDH, el gobierno cubano decidió invitar a una delegación de Naciones Unidas para que visitara a Cuba y comprobara in situ la situación de los derechos humanos. Fue otro grave error.
La comisión, presidida por Alioune Sene, de Senegal, e integrada además por Sefi Attah, de Nigeria, Todor Dichev, de Bulgaria, José E. Ingles, de Filipinas, Michael Lillis, de Irlanda, y Rafael Rivas Posada, de Colombia, llegó a La Habana el 16 de septiembre de 1988. Para asombro y desconcierto del gobierno revolucionario, el CCPDH movilizó a más de mil personas que se identificaron con nombre, apellido, dirección y número de carnet de identidad, para que le dieran a la Comisión su testimonio personal sobre las violaciones de los derechos humanos. Fue, sin duda, un hecho sin precedentes en la historia de los países comunistas. El 21 de febrero de 1989, la Comisión publicó un informe (E/CN, 4/1989/46) de 400 páginas que recogió esos testimonios para la historia.
Pero la importancia del documento no fue simplemente histórica. Al año siguiente, en la reunión anual de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas reunida en Ginebra, una proposición de la delegación de Estados Unidos consiguió, por primera vez, que el gobierno cubano fuera censurado por sus violaciones de los derechos humanos. Ante la opinión pública internacional, el gobierno cubano pasó de acusador a acusado. Es conveniente precisar la importancia política de esta victoria.
Es indiscutible que el poder parece ser un atributo personal y residir en la persona misma. Pero aunque los caudillos exuden autoridad con su voz bronca y sus ojos feroces, sólo se trata de una ilusión. Una persona manda porque otras la obedecen: el poder es una relación. Nuestra época nos ha dado un ejemplo antológico. Entre los miembros del comité que intentó el golpe de estado contra Mijail Gorbachov en 1992 estaban el ministro de las Fuerzas Armadas de la Unión Soviética, el jefe de la KGB, el ministro del Interior y el vicepresidente de la nación. Pocas veces un grupo de hombres ha parecido tener un poder más abrumador y aplastante. Y, sin embargo, estaban desprestigiados. Habían perdido su autoridad. Fue por eso que nadie obedeció sus órdenes, y su aparente poder se deshizo como una corona de ceniza.
La autoridad de los dirigentes está sustentada, básicamente, en el prestigio. Pero el prestigio no es una magnitud fija sino fluctuante que se refleja directamente en el poder efectivo del dirigente. Es por eso que, en determinadas circunstancias, estos pueden permitirse tomar ciertas medidas que, en otras, les resultan imposibles. Todo político sabe intuitivamente que, si su autoridad está muy menoscabada, pudiera no ser obedecido. Y eso es extremadamente peligroso porque el prestigio es una característica volátil, muy parecida a la fe. Aunque relativamente fácil de mantener, su pérdida o quebrantamiento se propaga con enorme rapidez.
Quien tenga que explicar su autoridad ha dejado de tener a su favor el peso de la inercia social y lo más probable es que la vea desmigajarse con pasmosa celeridad. De aquí que toda lucha política sea siempre, esencialmente, una lucha por el prestigio. Y esto es válido, inclusive, para las dictaduras, es decir, para los gobiernos que se sustentan básicamente en la fuerza y no en la voluntad popular.
En este sentido, la pérdida de prestigio de Fidel Castro, y por consiguiente su pérdida de poder real, ha sido enorme. Es cierto que esa pérdida no ha traspasado cierto nivel crítico y que Castro mantiene el control del aparato del estado. Pero deducir de eso que su poder está intacto es un grave error que puede conducir a un pesimismo y una consiguiente capitulación política, menos justificados hoy que nunca antes. Hay que recordar que, en los años 60, su prestigio le permitía encarcelar y asesinar con total impunidad. Esa situación cambió radicalmente en la década de los 80, en buena medida, gracias al trabajo pionero del CCPDH.
Es conveniente subrayar también que el principal acusador del gobierno de Fidel Castro nunca ha sido el gobierno de Estados Unidos sino el pueblo cubano mismo. Los diplomáticos norteamericanos se limitan a transmitir las denuncias hechas por cubanos dentro de Cuba. La diplomacia norteamericana simplemente le ha prestado una tribuna a los que habían sido víctimas inermes de la represión. Por su parte, el gobierno cubano siempre ha podido convocar a sus acusadores ante la prensa internacional y demostrar que esas denuncias son simples infundios. Al gobierno cubano le basta con demostrar, por ejemplo, que la matanza del río Canímar en 1980; el hundimiento del remolcador "13 de marzo" en 1994 o el derribo de los aviones de Hermanos al Rescate, también en 1994, fueron fabricaciones de la CIA.
El 20 de junio de 1988, Bofill, el Dr. Samuel Martínez Lara y Tania Díaz Castro fundaron el Partido Pro Derechos Humanos de Cuba (PPDHC). Su objetivo era preservar al CCPDH como organismo de derechos humanos y crear un instrumento de lucha abiertamente político. Fue el primer partido político disidente que convocó a luchar por el tránsito pacífico a la democracia.
A fines de 1988, Bofill y otros activistas marcharon al exilio desde donde han continuado su labor. Pero el movimiento de derechos humanos y de oposición en Cuba había llegado para quedarse. El Partido Pro Derechos Humanos llamó a recoger firmas para exigir un plebiscito nacional, similar al que se llevó a cabo en Chile en ese mismo año. El PPDH logró conseguir alrededor de 10,000 firmas, pero Martínez Lara y Díaz Castro fueron encarcelados y estuvieron un año en las mazmorras de Villa Marista. Finalmente, Tania Díaz Castro, chantajeada con amenazas contra su hija, hizo un acto de contrición ante las cámaras de la televisión cubana y se retiró de la disidencia. Martínez Lara partió al exilio, desde donde ha seguido en contacto con el partido.
Posteriormente fueron creados dos Partidos Pro Derechos Humanos. Uno dirigido por Lázaro García Cernuda, en contacto en el exterior con Samuel Martínez Lara y Evelio Ancheta. Otro, dirigido por Odilia Collazo (NR.- En abril de 2003, después del arresto de 75 opositores en toda la isla, varios infiltrados en la disidencia y el periodismo independientes fueron 'quemados' por la Seguridad del Estado, entre ellos Odilia Collazo, presentada como la agente 'Tania'). La Collazo estaba vinculada al Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna, redactores de La Patria es de Todos.
Tras los pasos del CCPDH fueron surgiendo otras organizaciones que habrían de jugar un papel destacado en la lucha por la libertad y la democracia. Tal es el caso de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, presidida por Elizardo Sánchez Santa Cruz; el Movimiento Cristiano Liberación, dirigido por el activista católico Oswaldo Payá Sardiñas; el Partido Solidaridad Democrática que dirige Héctor Palacios Ruiz junto con Fernando Sánchez López, Adolfo Hernándes Saínz, Rogelio Travieso Pérez y Gisela Delgado Sablón; el Bloque Democrático José Martí, que dirigen Orlando Morejón y Félix Pereda; el Partido Demócrata Cristiano que preside la Dra. María Valdés Rosado y el Partido Cubano de Renovación Ortodoxa, derivado del Movimiento de Seguidores de Chibás fundado por Diosmel Rodríguez en 1992 y entre cuyos principales dirigentes dentro de la isla están Diógenes Rodríguez, Luis Díaz, Manuel del Río, Antonio Alonso, Mirna Riverón, Delio de la Cruz y Gladys González.
En 1989, el annus mirabalis, el mundo entero observó fascinado el colapso del comunismo en la Europa del Este. Por entonces, yo tenía un comentario semanal por Radio Martí, que mantuve durante varios años. Así tuve el privilegio, y el placer, de hacer la crónica del colapso de los regímenes comunistas de Polonia, Hungría, la República Democrática Alemana, Checoslovaquia y Rumania. Fueron barridos por un incontenible movimiento de masas pese a llevar 40 años en el poder.
Muchos cubanos confiaban en que el desmoronamiento del sistema llegaría a Cuba, aunque estuviera fuera del espacio geopolítico europeo. En realidad, no había suficientes razones para que así ocurriera. Pero el impacto político y moral fue enorme. Quedó claro que largos decenios de poder totalitario, pese a un infatigable trabajo ideológico, no habían conseguido ni el más mínimo apoyo popular. Todos los artificios de la "democracia socialista" demostraron ser simples intentos de encubrir un fraude colosal. La misma población que supuestamente elegía a Ceaucescu con el 99 por ciento de los votos, se alzó en su contra, combatió contra la policía secreta y festejó su ejecución. La disidencia cubana había demostrado tener la razón histórica.
En 1990, encabezado por Gustavo y Sebastián Arcos Bergnes, Oscar Peña, Jesús Yánez Pelletier y otros, el CCPDH llamó a un encuentro nacional de todas las partes del conflicto cubano. Esta propuesta tuvo importante repercusión en la disidencia y en el exilio. El CCPDH y su figura central, Gustavo Arcos Bergnes, se confirmaron en la vanguardia de la cruzada civilista por promover, a través de negociaciones, el tránsito pacífico hacia una sociedad cubana democrática. Era, y sigue siendo, una idea válida aunque el gobierno haya ignorado la proposición. Quizás sea conveniente detenerse en esto.
Foto: Adolfo Rivero Caro (La Habana 1935-Miami 2011).
*Abogado y profesor universitario de filosofía, Adolfo Rivero Caro fue uno de los fundadores del movimiento cubano de derechos civiles. Estuvo en el presidio político en la isla y posteriormente marchó al exilio en Miami. Escribió y publicó artículos de opinión en revistas, periódicos e internet.
Leer también: A la memoria de Adolfo Rivero Caro y Corrupción y comunismo.
Esencial, muy necesario recordarlo a algunos que lo desconocen y a otros que lo han olvidado.
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