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martes, 10 de abril de 2012

No es cuestión de memoria



Por Leonardo Calvo Cárdenas

El pasado mes de febrero, el programa Hurón azul, del canal Cubavisión de la TV cubana, trajo a colación un tema en extremo interesante bajo el título “Músicos olvidados”. El espacio, de frecuencia semanal, dedicado a la información y el análisis de temas culturales es auspiciado por la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y en los últimos tiempos ha tratado de tocar problemas medulares de la creación y la difusión cultural.

En el programa varios especialistas y creadores se refirieron a la responsabilidad de los mecanismos de difusión y las políticas culturales por el desconocimiento y el olvido de que son víctimas tantos grandes artistas del pasado o que decidieron marchar a otras latitudes. El destacado musicólogo Lino Betancourt aseguró que el público no olvida, los que olvidan son los encargados de difundir la música.

Por su parte, Gloria Torre, directora de programas musicales, manifestó su pesar por la poca difusión que reciben muchas glorias musicales del pasado por lo cual son prácticamente desconocidas por las nuevas generaciones, que forman su gusto musical sin contar con la referencia de figuras que han hecho historia en nuestro panorama musical.

En la imagen televisiva o en la voz de los participantes regresaron esa noche a la palestra varias figuras durante mucho tiempo borradas del panorama musical cubano por el solo hecho de haber fijado residencia en otro país y no comulgar con la ideología imperante.

Para los televidentes más jóvenes no significan mucho los rostros de Mirta Medina, Orlando Contreras, Blanca Rosa Gil, Annia Linares o los nombres de Meme Solís, Celia Cruz y La Lupe, por solo citar algunos de los momentáneamente desempolvados aquella noche.

Los disertantes del programa, amén de señalar lo impertinente que han resultado las exclusiones u olvidos inducidos, se abstuvieron de reconocer que la culpa de tal fenómeno la tiene el diseño oficialista de otorgar reconocimiento en base a la fidelidad o alineación política de los creadores y artistas.

Uno de los especialistas participantes señaló como incongruente conceder difusión y reconocimiento a artistas que abandonaron el país antes de la revolución, mientras se le niega a los que emigraron después de 1959. Señaló además como se ha publicado en la Isla mucho de la producción literaria de los creadores de la diáspora al tiempo que se mantiene férrea censura sobre destacadas estrellas de la música cuyas obras y éxitos deben constituir motivo de orgullo para todos los cubanos.

Esto puede explicarse por el hecho de que para las autoridades cubanas la literatura llega solo a un sector élite de la sociedad y la música es una referencia de convocatoria masiva. Basta recordar el hecho de que la prensa especializada solo reporta los galardones alcanzados por artistas residentes en la Isla, sin hacer mención a las nominaciones y premios obtenidos por los artistas de la diáspora, muchas veces en los mismos certámenes como los Granmy

Lamentablemente ni los promotores del programa ni los participantes, se han dignado a cuestionar esos patrones de excluyente invisibilización ante las autoridades correspondientes o en el marco de los debates institucionales.

Al parecer, los especialistas convocados olvidan que de ese extremismo excluyente han sido víctimas también muchos artistas extranjeros. A lo largo medio siglo los mismísimos The Beatles y la música pop-rock anglosajona fueron censurados bajo permanente acusación de diversionismo ideológico. Otros cantantes populares de habla hispana -José Feliciano, Julio Iglesias, Rafael, José Luis Rodríguez “El Puma”- han sido eventual e inexplicablemente prohibidos.

Olvidados y desconocidos por las muchas instituciones culturales oficiales han sido grandes músicos que no han abandonado el país. Varios son los promotores y productores foráneos que han llegado a Cuba a rescatar de la miseria y el desamparo a destacados creadores e intérpretes para colocarlos en los más encumbrados escenarios internacionales.

Los integrantes de Buena Vista Social Club, La Vieja Trova Santiaguera o el malogrado Polo Montañez constituyen ejemplos fehacientes de tal realidad. Otros como Carlos Embale no han corrido con tanta suerte, el dueño de la voz más prominente del son y la rumba del siglo pasado malvivió sus últimos días pidiendo limosna en la populosa calle Obispo ante la perplejidad de los turistas extranjeros que lograban reconocerlo.

Bien harían en preocuparse también los promotores del programa por las persecuciones y ostracismos a que son sometidos los artistas que sin abandonar el país se atreven a no hacer el juego al hegemonismo castrista. Figuras renombradas como los cantautores Pedro Luís Ferrer y Frank Delgado, así como los más genuinos representantes del genero hip hop parecen espectros fantasmales en el panorama musical cubano, sin contar que la incontinencia crítica de un artista del renombre de Pablo Milanés ha hecho que sea tan arrinconado por los mecanismos oficialistas de difusión que muchos compatriotas piensan que el fundador de la Nueva trova abandonó el país.

No considero que los intelectuales cubanos estén dispuestos a echar la batalla por el respeto y reconocimiento merecidos por los colegas que hoy ocupan el lugar en que mañana pueden estar ellos mismos.

No dudo de las buenas intenciones de los promotores del programa de marras, sin embargo no creo a los gobernantes cubanos capaces de renunciar a sus tradicionales condicionamientos de manipulación hegemonista para hacer las reivindicaciones y los desagravios que merecen tantas figuras relevantes de la música olvidadas o satanizadas por la política cultural del castrismo, para que sus triunfos y grandezas sean orgullo de todos los cubanos, vivan donde vivan.

Cubanet, 22 de febrero de 2012
Video: Dónde andabas anoche, guaguancó de Ignacio Piñeiro, interpretado por Carlos Embale, el rumbero mayor.

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