Por Reinaldo Emilio Cosano Alén
Los residentes en la localidad habanera de Guanabacoa pensaron, ya que era una vieja demanda patrimonial y cultural, que entre los recientes homenajes tributados a Bola de Nieve, por el centenario de su natalicio, sería inaugurada su casa natal como museo de permanente recordación y respeto al excelente pianista, compositor y cantante.
Más aún cuando la antigua vivienda de Bola de Nieve, en la calle Máximo Gómez esquina a Versalles, está enclavada en el centro histórico de Guanabacoa, declarado Monumento Nacional en enero de 1990.
Pero Ignacio Jacinto Villa Fernández (Guanabacoa, 1911-Ciudad de México, 1971), rebautizado Bola de Nieve por su coterránea y amiga Rita Montaner, es otra gloria de Cuba que se ha quedado sin su casa-museo.
El inmueble presenta avanzado deterioro, especialmente por filtraciones en el techo y desconchado en las paredes. Pero, según autoridades locales, no se puede comenzar su rehabilitación hasta que no consigan reubicar a los diecisiete actuales ocupantes, sin parentesco con Bola de Nieve.
La carrera artística de Ignacio Villa se inicia como pianista acompañante en las proyecciones de películas silentes, en el cine Carral, el principal de Guanabacoa. Pero el salto a la popularidad lo marcan sus presentaciones como acompañante al piano de Rita Montaner, en el distinguido hotel capitalino Sevilla.
Su meteórica carrera hará eclosión cuando marcha a México, junto a Rita, como pianista acompañante. Ambos se pasean triunfales por los más afamados escenarios y emisoras de radio en los Estados Unidos.
Bola de Nieve continuará por su cuenta el indetenible estrellato, actuando en escenarios de Argentina, Chile, Perú, España. Y luego del regreso a Cuba, volverá a triunfar en Francia, Dinamarca, Italia, Checoslovaquia, Unión Soviética y China.
Repite presentaciones en varios de esos países y comparte escenarios con muchas celebridades artísticas del planeta. Tiene programas propios en radio, televisión y teatros de muchas naciones.
Al preguntársele sobre el origen del apodo artístico que eclipsó su verdadero nombre, contaba que ese “nombrete” se lo puso su amiga Rita Montaner: “Un día llegó a mi casa y al verme con mi cabeza tan grande, negra y rapada, se echó a reír y, para fastidiarme, dijo: Pareces una bola… una bola de nieve”.
Cierta vez le aseguró a un periodista que si sumaba sus cortas estancias en Cuba, en los últimos tiempos de su carrera, no sobrepasarían los tres años. Esa permanencia casi constante en el exterior, además de las simpatías que demostró por la revolución, contribuyeron quizás a que Bola de Nieve, a pesar de ser obviamente homosexual, pudiera librarse de la persecución homofóbica ordenada por el gobierno desde mediados de la década de los 60.
Como es sabido, aquel abusivo acoso a los homosexuales cubanos envió a miles hacia campos de trabajo forzado, y cercenó las carreras de muchos artistas e intelectuales homosexuales, condenándolos al ostracismo.
Cuando el periodista cubano Enrique Núñez Rodríguez le preguntó a Bola de Nieve, en una entrevista, por qué siendo homosexual no abandonaba la Isla, como tantos otros que se habían ido por el temor de ser excluidos artísticamente, o recluidos en campos de trabajo, él, burlón, con su gracejo característico, le respondió: “Me quedo porque esta revolución es muy macha”.
De tránsito en México, pocas horas antes de partir a Lima, Perú, falleció de un infarto cardíaco. Su amiga, la famosa compositora y cantante Chabuca Granda, lo esperaba en Lima con un gran homenaje. Bola de Nieve estaba muy entusiasmado ante la perspectiva de ese reencuentro con Chabuca.
Cubanet, 17 de enero de 2012
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