El dinero no podía destinarlo a esa compra, pero el sábado 7 de noviembre de 1998 gasté 6 dólares y 50 centavos en un pequeño árbol de Navidad de 24 pulgadas, sintético, importado de May's Zona Libre, S.A., puerto libre de Colón, Panamá.
Venía en una caja de cartón y adentro traía los adornos. Yo había ido con mi nieta a comprarle unos caramelos al Photo Service, situado en la Calzada de 10 de Octubre entre Carmen y Vista Alegre, al doblar de mi domicilio, cuando me encontré una cola de unas diez personas.
"¿Qué sacaron aquí?", pregunté. "Están vendiendo arbolitos de Navidad, a 6,50, nada más. Son los mismos que en otros lugares los han vendido a 14 dólares, me respondió una señora que era la última de la cola. Fui a la casa y busqué el dinero: iba a ser la primera vez que en mi familia tendríamos un árbol navideño.
Cuando la niña y yo regresamos a la casa, las recriminaciones no se hicieron esperar. "Con ese dinero se hubiera podido comprar un pollo y sobraba para un paquete de salchichas canadienses". Pero Yania, mi nieta, estaba alborozada. Traté de convencerla de que todavía no era el momento de ponerlo. Pero ella, a sus 4 años, no entró en razones. Y desde esa noche el tradicional ornamento presidió la sala-comedor de nuestro modesto apartamento.
Lo colocamos en el único lugar posible: encima del viejo televisor ruso, en blanco y negro, que se oye pero no se ve. Un desperfecto que no impide que mi madre, de 81 años, todas las noches lo encienda para "ver" -en realidad escuchar- el noticiero.
Lo ocurrido en mi casa viene sucediendo en infinidad de hogares a lo largo y ancho del país. Por supuesto, en aquellas familias que aunque sea tienen un mínimo acceso al dólar.
Desde inicios del mes de noviembre, las tiendas recaudadoras de divisas, las llamadas shoppings, comenzaron a vender adornos navideños y muchas ya fueron engalanadas para la fiesta anual de la cristiandad. En algunos establecimientos se puede adquirir un Santa Claus y por la calle Obispo, en la Habana Vieja, una tienda muestra en sus vidrieras al Papá Noel de la tradición europea, sentado delante de una palangana, lavándose los pies.
Las intenciones comerciales son evidentes. Cada fin de año es grande la "arribazón" de turistas pero las shoppings están más volcadas para el bolsillo consumidor del cubano que para el foráneo. Si en 1997, preludio de la visita del Papa a Cuba, diciembre fue un mes de cuantiosas ventas en dólares, este año las cifras serán superiores.
En las CADECAS (casas de cambio), diseminadas por todos los barrios de la capital, a toda hora se ven colas interminables. No hay que ser muy ducho para darse cuenta de que desde principios de noviembre los cubanos residentes en Estados Unidos, España y otros países han empezado a mandar dinero para que sus familiares en la isla celebren la llegada de un nuevo año.
Igual demanda tienen cafeterías, dulcerías y quincallas que venden por dólares. Casi todas, al menos en La Habana, están duplicando sus recaudaciones diarias.
Los cubanos en 1998 tienen a su favor que el 24 de diciembre, Día de Nochebuena, cae jueves. De modo que el 25, lo autorice o no el Estado como feriado, buena parte de la población se lo va a tomar pues a continuación tendrán el sábado 26 y el domingo 27.
Para este año, como en el anterior, los cubanos esperan que su Santidad, Juan Pablo II, les envíe nuevamente su mensaje de amor y esperanza. Porque, como decía hace cuarenta años la popular actriz Consuelito Vidal, "hay que tener fe, que todo llega".
Cubafreepress, 20 de noviembre de 1998
Nota.- El arbolito que ilustra este trabajo en nada se parece al comprado en 1998. Aquél, por cierto, lo dejé puesto en la misma mesita, ya sin el televisor ruso, el día que me fui de Cuba, el 25 de noviembre de 2003.
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