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miércoles, 5 de octubre de 2011

Nannerl, el otro genio de la familia Mozart


Por Susana Gaviña, Madrid

Maria Anna Walburga Ignatia, más conocida como Nannerl, fue una niña con unas extraordinarias cualidades para la música. Le venía de familia. Su padre, Leopold, era compositor, violinista, director y Konzertmeister del arzobispado de Salzburgo, Austria, pero sobre todo destacó por su afán, casi obsesión, por enseñar y tutelar a sus hijos en el mundo de la música.

Nannerl, nacida en 1751, tropezó sin embargo con dos grandes obstáculos en su vida a la hora de poder desarrollar su talento: el primero, ser mujer, por lo que ya nació predestinada para el matrimonio y la maternidad; y el segundo, tener como hermano a Johannes Chrysostomus Wolfgangus Theophilus Mozart. Si Nannerl fue precoz en sus habilidades, su hermano, cuatro años y medio menor que ella, la superó en esto, y ya con siete años exhibió, empujado por su padre, sus extraordinarias dotes musicales por las cortes de toda Europa. El genio del pequeño Mozart eclipsó a su hermana y poco ha trascendido sobre ella.

En la última década varios libros han querido reivindicar su figura -«The Other Mozart» (2001), de Sharon Chmielarz; «Mozart's Sister: A Novel» (2006), de Nancy Moser; «La sorella di Mozart» (2007), de Rita Charbonnier; e «In Mozart's Shadow: His Sister's Story» (2008), de Carolyn Meyer-, pero ha sido el cineasta francés René Féret quien ahora ha querido desvelar al mundo las cualidades de esta niña prodigio, a quien él mismo descubrió a través de las cartas que Leopold Mozart remitió a Lorenz Hagenauer, benefactor que financió el viaje que realizó con su familia por Europa.

Es precisamente este viaje, que comenzó en Münich en 1762 y concluyó en 1766, sobre el que gira el argumento del filme «Nannerl, la hermana de Mozart», que se estrenará en España el próximo 7 de octubre. Pero, ¿quién fue realmente Nannerl? ¿Poseía tanto talento? ¿Cómo fue su relación con su hermano? ¿Llegó a ser una mujer feliz?

Para encontrar respuestas a estas interrogantes hay que sumergirse en la correspondencia familiar de los Mozart. Primero la del padre, Leopold, muy prolija durante ese viaje, y más tarde la que mantuvo el compositor con su hermana, amiga y confidente hasta que contrajo matrimonio con Constanze Weber, en 1782.

Nannerl fue la cuarta hija de los siete que tuvo el matrimonio formado por Leopold y Anna-Maria Mozart. Única superviviente junto a Wolfgang, que vino al mundo en enero de 1756, comenzó a recibir lecciones de música de su padre siendo muy pequeña. Lecciones que siguió muy de cerca su hermano, y que al parecer despertaron su curiosidad muy pronto por este arte. A pesar de su pasión por el violín -instrumento considerado más apropiado para hombres- y su inclinación hacia la composición, Nannerl tuvo que centrar su pasión en el clavecín y el canto, más propios de su género.

Consciente de los dones de sus pequeños, Leopold decidió que había que mostrárselos al mundo y planteó la primera gira familiar, durante la cual se deshace en alabanzas hacia los dos niños. Ya en Münich, Maximiliano III, príncipe Elector de Baviera, mostró su interés por escuchar a Nannerl: «... el Elector me dijo por dos veces que sentía mucho no haber escuchado a la niña...», lo que provocó que la familia Mozart tuviera que retrasar su salida de la ciudad hasta que esta audición tuviera lugar.

Pero las comparaciones entre ambos hermanos empezaron pronto: «...Wolfgang es extremadamente divertido aunque un poco pícaro. Y Nannerl no sufre mucho con las comparaciones con el chico, porque toca tan maravillosamente que todos hablan sobre ella y admiran su ejecución.», explicaba Leopold en una carta desde Francfort. Los cronistas de la época se hicieron eco del talento de la jovencita Mozart: «Mi niñita, aunque tan solo tiene 12 años, es una de las más talentosas intérpretes en Europa», se enorgullecía.

Durante este viaje, Nannerl cantaba mientras Wolfgang tocaba el clavecín -a veces con los ojos tapados- y su padre el violín, como dejan constancia algunos de los retratos de la época. El viaje concluyó en 1766 al enfermar de escarlatina su hermano. Nannerl saldría ya en contadas ocasiones de gira pues había entrado en edad casadera.

Mozart continuó viajando con su padre, pero mantuvo el contacto con su hermana, animándola en más de una ocasión a seguir con la música, especialmente como intérprete -«con tu talento puedes dar clases de piano en Viena y ganar más dinero...»-, pero también en la escritura: «Cara Sorella Mía! Me asombra ver lo bien que compones. En una palabra, la canción es preciosa. Hazlo más veces. Mándame pronto los otros seis minuetos de Haydn, te lo suplico», le escribió desde Nápoles en 1770. Aunque no ha sobrevivido ninguna de sus composiciones, hay quien cree que pudo colaborar con su hermano en las primeras partituras.

La relación epistolar con Nannerl se fue debilitando con los años, especialmente cuando contrajo matrimonio con Constanze en 1782, un enlace no muy bien acogido por la familia. Pocas fueron las cartas que se intercambiaron en los últimos años, a excepción de las relacionadas con la muerte del padre, en 1787, y la herencia. Wolfgang y Nannerl no se vieron ni una sola vez en los últimos siete años de vida del compositor, que falleció en 1791.

La vida de Nannerl, que sobrevivió mucho más años, estuvo supeditada a los deseos de su padre, convirtiéndose en una hija obediente y abnegada como marcaban las reglas de la época. Aunque siguió tocando el piano y dando clases, abandonó la creación, a la que nunca hizo referencia Leopold.

Si bien su hermano se casó con quien quiso, ella tuvo que renunciar a su amor por su tutor Franz d'Ippold, y aceptar la elección de su padre. En 1784 se casó con Johann Baptist von Berchtold zu Sonnenburg, quince años mayor que ella y magistrado de la localidad austríaca de St. Gilgen, a donde se mudó. Viudo, aportaba cinco hijos al nuevo matrimonio, que cuidó Nannerl junto a los tres propios -de los que sobrevivieron dos-, aunque el mayor fue durante años tutelado por Leopold, no se sabe bien si para mitigar su soledad, porque estaba enfermo el niño o porque no la veía capacitada para educarle.

A la muerte de su esposo, en 1801, Nannerl regresó a su ciudad natal, donde continuó dando clases de piano. Ciega desde 1825, murió en 1829 a los 78 años. Fue enterrada en la Abadía de San Pedro, en Salzburgo.

ABC, 5 de septiembre de 2011.
Foto: Leopold Mozart con sus hijos Wolfgang y Nannerl en París, 1763. Cuadro del pintor francés Louis Carrogis Carmontelle (1717-1806).

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