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jueves, 13 de octubre de 2011

Franco y Fidel y viceversa


Por Francisco J., Granada, Andalucía

Asómbrense: el padre de Fidel Castro tenía, curiosamente, una foto del general Franco en su mesita de noche. Esta anécdota la cuenta Norberto Fuentes, autobiógrafo de Fidel, en el reportaje "Franco y Fidel: una amistad incómoda", de la televisión catalana TV3 que ya está disponible en internet en la web del programa informativo 30 minutos.


Originalmente, el documental dirigido por los periodistas Santiago Torres y Ramon Vallés fue emitido en 2009 en la televisión pública catalana y ha sido proyectado en diversos certámenes como el
Tiburon Film Festival de California.

Sirva esta peculiar anécdota de la foto de Franco para ilustrar la complejidad y contradicción de las relaciones entre Cuba y España, sobre todo en el tiempo en que coincidieron los dictadores gallegos en ambas orillas, desde 1959 a 1975. La buena relación entre Madrid y La Habana pasó por encima del mal llamado bloqueo en los primeros años: España enviaba a Cuba barcos con mercancías diversas como juguetes, camiones Pegaso o turrón de Jijona.

Antes de la llegada de Fidel Castro al poder, en 1956, apenas 42 días antes de preparar el asalto en el Granma, tan mitificado por la propaganda revolucionaria, murió Ángel Castro Argiz a los 80 años. La habitación del padre de los Castro guardaba no sólo esa insólita fotografía sino también -aclara Fuentes- un telescopio con el que el padre de los Castro solía escudriñar las estrellas.

El enviado especial de Franco, el diplomático Adolfo Martín Gamero, fue recibido por Raúl y Fidel al pie del avión y guiado por las autoridades para conocer la isla: en Birán, los Castro enseñaron la casa familiar de su padre, antiguo soldado del ejército español en la Guerra de Cuba que volvió en 1905 para hacer las Américas y convertirse en un rico latifundista indiano del oriente cubano.

Un cierto temor de Franco a que Fidel se pusiera “en plan comunista” dio lugar a unas relaciones más o menos correctas entre los dos países dentro del tablero diplomático mundial de aquellos tiempos. La sombra de los Estados Unidos no impidió la hermandad de Cuba con la antigua metrópoli por encima de las diferencias ideológicas, puesto que en cierto modo Franco utilizaba sus relaciones con la isla como acto simbólico de “venganza histórica” ante el país que arrebató el postrero dominio colonial español.

A la muerte de Francisco Franco en 1975, quién lo diría, el gobierno cubano decretó tres días de luto oficial. Francisco Rubiales, en aquel momento director de la oficina de la agencia EFE en Cuba, pudo comprobar de mano del embajador español, Enrique Suárez de Puga, un decreto oficial firmado por Oswaldo Dorticós, presidente a modo de “hombre de paja” de la República cubana hasta la “irrevocable” constitución de 1976.

La publicación de esta nota a punto estuvo de costar la expulsión del corresponsal de la isla: días más tarde Rubiales recibió una llamada de Fidel Castro en la que vaticinaba un triunfo revolucionario en España a la muerte del dictador. Como adivino Fidel Castro no tiene precio.

Sirvan estos dos episodios para retratar la afinidad de ambos dictadores, tan parecidos y sin embargo, reflejados de forma tan distinta por los medios en el presente. ¿Pura contradicción?

En el tablero español, el asunto de la Memoria Histórica sobre la Guerra Civil y el Franquismo choca en el espejo cubano: los crímenes y muertes ocurridos en España desde el alzamiento del 18 de julio de 1936, hace 75 años, rechinan al compararlos con la permisividad semántica de los calificativos hacia los hermanos Castro.

Como ejemplo, citaré la una crónica típica del “periodismo débil” del pasado domingo 24 de julio

en la que la corresponsal de TVE en La Habana obsequiaba a los espectadores con una información vacua, como de agencia de viajes, en definitiva, publicidad gratis de la marca "Cuba" en los informativos. No tuvieron empacho en anunciar la isla como un destino turístico preferido por muchos españoles, que disfrutan allí de aguas cristalinas y playas paradisíacas antillanas a la vez que se orillaba en el cuerpo de la noticia cualquier referencia a la situación real del país, los derechos humanos y los presos políticos.

Los informativos actuales de TVE tan dados al “periodismo de buenas noticias” no reflejaron la historia de Adonis Guerrero Barrios, que repite 42 años después la historia de Armando Socarrás Ramírez, también cubano, que logró salir con vida en 1969 del viaje en el tren de aterrizaje de un DC-8 de Iberia que cubría el trayecto entre La Habana y Madrid.

Sin embargo, lo habitual es que cualquier ocurrencia del Máximo Líder en chándal y babuchas tenga una repercusión obligada en la prensa estatal cubana y también una publicidad gratuita en muchos medios internacionales que han colaborado con su vaga equidistancia a proyectar la imagen de un viejo caudillo venerable.

Pero no se engañen: con 52 años de régimen para el pueblo cubano, el adjetivo que acompaña a la palabra dictador es lo de menos, totalitario o autoritario, que si galgos o podencos. Como dice el refrán de aquí y de allí, es el mismo perro con distinto collar.

Blog Las palabras no caen al vacío, 29 de julio de 2011.

Sobre el libro Franco y Cuba (Editorial Idea, 2006) y su autor. Manuel de Paz Sánchez nació
en Santa Cruz de La Palma (Canarias). Licenciado y Doctor en Historia con Premio Extraordinario. Catedrático de Historia de América en la Universidad de La Laguna. Sus líneas de investigación preferentes se han centrado en el estudio de los vínculos entre las dos orillas del Atlántico, con obras como Zona Rebelde (1997) y Zona de Guerra (2001) que analizan las relaciones entre España y Cuba en la época del estallido y primeros años de la revolución, así como numerosos trabajos que se han publicado en revistas y obras colectivas de España, Francia, Austria, Brasil y Estados Unidos.

Contenido del libro, de 401 páginas.-
Capítulo I: El asunto Bohemia, un incidente diplomático entre España y Cuba (1957). Capítulo II: Revolución y contrarrevolución en el Caribe: España, Trujillo y Fidel Castro en 1959. Capítulo III: "Cada amanecer muero". Sobre la libertad de prensa en los inicios de la revolución. Capítulo IV: La Iglesia católica y la revolución cubana. Un informe del embajador Lojendio (1959). Capítulo V: Dos eneros cruciales en las relaciones entre España y Cuba (1959 y 1960) y Capítulo VI: Franco y Cuba.

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