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lunes, 3 de octubre de 2011

Crónica de un "cacerolazo" habanero


Por Juan Carlos Linares Balmaseda, La Habana

Al mediodía del viernes 26 de agosto iba de regreso a mi casa, pero al ver una gran aglomeración de personas a la entrada del Mercado de Cuatro Caminos, en la calle Monte, decidí bajarme del ómnibus.

En el centro del gentío, Rosario Morales de la Rosa e Ivón Mallesa Galano, protagonizaban una manifestación pública. Tocaban cazuelas e interactuaban con la multitud que las rodeaba, brindándoles su apoyo. Mayormente eran mujeres, algo que ponía más nerviosos a los gendarmes de la Policía Nacional Revolucionaria, que solamente observaban porque al parecer les habían ordenado no intervenir.

No hubo gritos de Abajo Fidel, ni Raúl. Creo que la consigna más explícitamente política y antigubernamental que escuché fue la de ¡Vivan los derechos humanos! Ellas gritaban ¡Abajo la ley de peligrosidad! ¡Abajo el hambre!… y el gentío respondía, ¡Abajo!

El tráfico se paralizó. Los ómnibus que no podían desviarse por las calles Matadero o Manglar, debido a su estrechez, rodaban lentamente por dentro del tumulto humano, y desde interior los pasajeros miraban nerviosos y expectantes.

No vi por ningún lugar a ese “pueblo indignado” contra las manifestantes de que habla el gobierno al referirse a las gubernamentales Brigadas de Respuesta Rápida, ni escuché a nadie en la multitud gritar una espontánea loa al castrismo, sino gente con ganas de desahogar sus frustraciones.

Unos -temerosos aún- se expresaban balbuceantes, pero otros lo hacían en voz alta. Cerca de mí, una señora, desconfiada, dijo bajito: “No parecen tener mucha hambre, están bien vestidas”, a lo que otra respondió: “No se fije en, eso señora, lo importante es lo que están diciendo”. La señora se sintió más segura al ver la complicidad de sus vecinos y se atrevió a expresar su apoyo a las manifestantes. Alguien casi gritaba, mientras hablaba de la carestía de alimentos y los altos precios que había pagado por un poco de sazonadores minutos antes en el mercado.

“Esas mujeres tienen timbales, si fueran hombres ya les hubiesen descargado una brigada de Tropas Especiales y les hubieran pateado hasta la cabeza”, dijo otro espectador.

Los agentes de la policía política demoraban en llegar. No creo que se hubieran distraído de su sagrada función de estar siempre alertas para reprimir: probablemente lo sorpresivo de la manifestación les impidió reaccionar con la rapidez acostumbrada. A medida que llegaban al lugar comenzaron a mezclarse dentro del gentío.

El caldeado ambiente se puso tensamente opositor. Las manifestantes permanecieron estáticas en el mismo lugar, golpeando sus cazuelas y gritando sus consignas, algo que tal vez fue un error. Si hubiesen comenzado a marchar por el lugar, hubieran arrastrado a la multitud tras ellas y entonces otro gallo hubiera cantado.

La violencia comenzó en cuanto los agentes de la policía política agarraron por la fuerza a las dos mujeres y comenzaron casi a arrastrarlas. La gente les cayó detrás y más de un agente tuvo que defenderse, tirando golpes a mujeres y a hombres que les pisaban los talones, mientras les gritaban desafiantemente: ¡Abusadores! ¡Ellas tienen razón!, y algunas frases obscenas.

Dos cuadras más allá, en la calle Monte y Cristina, metieron a Rosario e Ivón en un local, que oficialmente llaman Sector de la PNR. Allí las tuvieron detenidas durante unas dos horas y las golpearon. Obviamente, los agentes, cautelosos, no las habían golpeado en la calle para no exacerbar la ira del pueblo que se solidarizaba con ellas, esperaron a que no hubiera testigos.

La gente continuó aglomerada en la puerta del Sector de la PNR. Los pro-castristas en la multitud podían contarse con una mano y solo se escuchó un Viva Fidel y Raúl. No se atrevieron a más. Gracias a internet, con la excepción de la mayoría de los cubanos de la isla, el mundo se enteró inmediatamente de lo que había pasado.

Lo que presencié el 26 de agosto de 2011 me confirmó dos hipótesis: una, que bastan dos valientes activistas para desencadenar el cambio de régimen, y dos, que cuando estalle el tsunami de cubanos, que en cualquier momento puede llegar, no habrá quien lo contenga.

Cubanet, septiembre de 2011.

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