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miércoles, 28 de septiembre de 2011

Oscar Lewis: Proyecto Cuba (II y final)


Por Maida L. Donate, Arlington

Pocos días antes de llegar Lewis a La Habana, me propusieron ser parte del equipo cubano que trabajaría en el proyecto. Yo acababa de terminar la Licenciatura en Historia y trabajaba en el Equipo de Investigaciones del Instituto Cubano del Libro (ICL). Seríamos dos miembros por el ICL y otros ocho, del Equipo Especial del Ministerio de Educación, integrado por jóvenes graduados como profesores de enseñanza media que tenían la tarea de transformar la práctica pedagógica para formar al hombre nuevo.

Primero se pensó en los profesores del extinto Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, pero se negaron, aduciendo que ellos no serían simples recogedores de datos. No sé en qué momento se decidió que fuéramos precisamente nosotros los que conformáramos el equipo, al parecer fue una salida de emergencia, Lewis estaba por llegar, el equipo cubano debía tener educación superior y, para mejor control, debían ser jóvenes militantes.

Fui informada directamente por el director del ICL. Me explicó quién era Lewis y por qué Castro lo había invitado. Era la oportunidad de demostrar que en Cuba la cultura de la pobreza había sido erradicada al triunfo de la revolución. Recibí libros y artículos sobre la marginalidad y pobreza en Cuba y Latinoamérica, entre otros, Manuela, la mexicana, de Aida García Alonso; Tepoztlán y Pedro Martínez, de Oscar Lewis y copia de artículos publicados por revistas mexicanas sobre la polémica que había suscitado Lewis en México.

El director del ICL añadió datos del perfil profesional, familiar y psicológico de Lewis; sus vínculos con la Ford Foundation, insistiendo en que era una organización fachada de la CIA para hacer investigaciones sociales en Latinoamérica. Explicitó que Manuel Piñeiro centraría el control de toda la actividad de Lewis en Cuba. A la fecha, no sé cómo recibieron la información los otros miembros del equipo.

Los integrantes del equipo cubano fuimos presentados en la primera reunión en casa de Lewis, pocas horas después de su llegada. La casa de Lewis, la oficina y la vivienda donde residió el equipo de no-cubanos, estaban ubicadas en Miramar y formaban parte del fondo de viviendas congeladas controladas por Celia Sánchez. Empezamos a trabajar desde el primer día.

Al principio Lewis estaba descontento porque ninguno de nosotros tenía experiencia en el campo de la antropología, y solo dos éramos graduados universitarios. Pronto decidió aprovechar la oportunidad de estudiar la evolución de aquel equipo de jóvenes en transición a la adultez.

Pragmáticamente, Lewis estructuró un plan de trabajo: entrenamiento básico; visita colectiva a los barrios en que residían los antiguos habitantes de Las Yaguas; discusión colectiva de las observaciones de cada uno; nueva visita a los barrios para identificar informantes; discusión de los resultados; decisión sobre cuál barrio sería elegido para el estudio comunitario y quiénes serían los informantes individuales, aunque residieran en los otros barrios. Aquellas reuniones de trabajo fueron clases magistrales de dinámica de grupo y comunicación.

Entre muchas anécdotas, recuerdo una visita a una casa donde nos recibió una niña no mayor de 8 años. No había ido a la escuela. Comenzamos a conversar y muy serena nos dijo que su mamá había ido a un mandado, su papá estaba preso y ella estaba cuidando la casa. Le pedimos entrar para ver los muebles y en una habitación encontramos un bulto que contenía hierba (marihuana).

En otra casa, una joven de 17 años, madre soltera de dos niños, dijo que nunca había ido a la escuela porque no le gustaba y se declaró analfabeta. En uno de los repartos descubrimos un sistema de alarma que avisaba cuando la policía se acercaba y que bloqueaba las entradas y salidas del barrio a cualquiera que no fuera de allí. En su afán investigativo, Lewis nos confrontaba y nosotros, con la arrogancia de la juventud y la osadía de la ignorancia, nos rebelábamos ante los hechos.

Lewis organizó una reunión con algunos representantes de las organizaciones de masas de la zona, a la que asistieron representantes de las direcciones nacionales. La representante de la Federación de Mujeres Cubanas rebatió enérgicamente los resultados y declaró que en Cuba no había analfabetos. Yo era quien había entrevistado a la joven y Lewis me pidió que explicara mi experiencia. La susodicha hizo su correspondiente informe preocupada por la penetración imperialista y el diversionismo ideológico.

Una de las informantes era una prostituta rehabilitada y Lewis quería entrevistar al que la había iniciado en la prostitución. Ella nos dijo que vivía en el barrio del Diezmero, cerca de una unidad militar. En aquel entonces había más de veinte unidades militares en la zona. Logramos localizar y entrevistar al hombre al final del día. La seguridad cubana no creyó que solo se trataba de entrevistar a un viejo proxeneta.

Inicialmente, la Seguridad del Estado subestimó el profesionalismo y la capacidad de Lewis para establecer una buena comunicación interpersonal. Por tanto, había que ampliar el sistema de vigilancia sobre las actividades de Lewis, abarcando todos los ambientes en los que se movía y las personas con las que se relacionaba:

1) Mayor control del equipo cubano. Cada uno informaría por escrito, a un oficial de la seguridad, con una frecuencia casi diaria, lo que estaba haciendo en el proyecto: las actividades, los informantes y las técnicas empleadas en el trabajo.

2) Compartimentación de la información entre los integrantes del equipo. Además de estar vigilantes de los extranjeros, teníamos que vigilarnos los unos a los otros.

3) Distracción de la atención de Lewis. Identificado el tipo de informante que Lewis deseaba encontrar, ofrecerle las historias personales de algunos de los miembros del equipo para tener control sobre los resultados.

4) Control de los ámbitos de trabajo. Identificadas las zonas de residencia de los informantes, contactar a las personas de confianza en dichas zonas para registrar las visitas de Lewis.

5) Control de los informantes. Identificar los informantes de Lewis que pudieran colaborar con la seguridad.

6) Aplicación de técnica. Registro de los movimientos y llamadas de Lewis, y de los miembros de ambos equipos no-cubano y cubanos, y de los informantes.

7) Control del personal de servicio y administrativo. Todo el personal de servicio en la casa de Lewis, los choferes y las dos secretarias enviadas por el Gobierno, también estaban bajo el control de la seguridad.

8) Estudio paralelo. El Departamento de Filosofía había iniciado un estudio similar en un barrio aledaño al escogido por Lewis para demostrar el impacto positivo de la revolución.

El proyecto crecía exponencialmente. Los datos recopilados abarcaban todos los estratos de la sociedad cubana, y permitían hacer un análisis de la diversidad social, económica e ideológica de los cubanos a diez años del triunfo de la revolución, pero los resultados no eran los que Castro quería.

Las técnicas de investigación de campo que Lewis puso en práctica en Cuba fueron las tradicionales: observación participante, entrevistas cara-a-cara, autobiografías, estudios de caso y una batería de test psicológicos, entre ellos, el Test de Apreciación Temática (TAT), Rorschach y Completamiento de Frases. También hacía énfasis en utilizar la información abierta. Los informantes no recibieron pago por su colaboración.

A la fecha, han sido publicados cuatro libros con la información que estaba fuera de Cuba al momento de cancelar el proyecto: Cuatro Hombres, Cuatro Mujeres…, Neighbors…, yThe People of Buena Ventura.

El proyecto Cuba de Oscar Lewis es un ejemplo de cómo los servicios de seguridad cubanos actúan contra-toda-inteligencia y de lo ingenuos que a veces resultan los académicos extranjeros en su afán de registrar científicamente la realidad cubana. Los historiadores tendrán la última palabra.
Cubaencuentro, 4 de julio de 2011

Foto: Juan A. Madrazo

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