Google
 

martes, 27 de septiembre de 2011

Oscar Lewis: Proyecto Cuba (I)


Por Maida L. Donate, Arlington

Parodiando al poeta, igual que el muerto en un velorio, la revolución cubana ha inspirado siempre cierta curiosidad… Intelectuales y artistas de distintas latitudes y meridianos siempre han deseado viajar a Cuba, para conocer el modelo cubano.

Entrar o salir de Cuba demanda trámites que incluyen permisos especiales del gobierno y, los que viajan desde Estados Unidos, necesitan ser autorizados por el Departamento de Estado. El 20 de febrero de 1969, el antropólogo estadounidense, Oscar Lewis, llegó a Cuba para estudiar el impacto de una revolución en marcha sobre la vida cotidiana de familias e individuos de diferentes niveles socio-económicos en ambientes urbanos y rurales.

Lewis había visitado Cuba por primera vez en el verano de 1946, invitado por la escuela de Trabajo Social de la Universidad de La Habana. Con los estudiantes visitó Las Yaguas, barrio marginal a la salida de la ciudad de La Habana, y Melena del Sur, municipio al sur de La Habana. Mercedita se llamaba el central azucarero en esa zona, y que fue rebautizado Gregorio Mañalich después de ser expropiado. En diciembre de 1960, Lewis escribió al sociólogo C. Wright Mills, “…debe ser una oportunidad poco común estar en medio de una gran revolución social como la que está ocurriendo en Cuba…”.

En agosto de 1961, Lewis volvió por cinco días con la misión de escribir un artículo para la revista Harper’s. En aquella ocasión regresó a las dos comunidades que había visitado en 1946 y se sintió halagado al comprobar que algunas personas que había entrevistado en 1946, lo recordaban. En sus notas escribió que “ninguna de las dos comunidades había cambiado físicamente, pero que había nuevos servicios comunales y algunos cambios organizativos que serían interesantes de estudiar”.

En febrero de 1968, fue invitado por el Instituto Cubano del Libro, a la presentación de la edición cubana de su libro Tepoztlán, un pueblo mexicano. Al final de aquel viaje se reunió con Fidel Castro, quien después de disertar ampliamente sobre los trabajos de Lewis en México y Puerto Rico, le preguntó por qué no hacía una investigación similar en Cuba para “dejar para la historia lo que la gente pensaba y sentía sobre la Revolución”. Lewis le preguntó si no pasaría lo que en México y Puerto Rico, y Castro respondió: “…Cuba es diferente. No te daremos los malos ratos que los mexicanos te hicieron pasar. Este es un país socialista y lo único que nos preocupa es que hagas un trabajo honrado…”.

Lewis puso algunas condiciones: libertad de investigación, el derecho de decidir qué y a quién estudiar, incluido el derecho de llevar fuera de Cuba las entrevistas grabadas, los manuscritos y otros materiales sin censura ni intervención del gobierno; la seguridad de que el gobierno no tomaría represalias ni castigaría a ningún sujeto por cooperar con el estudio, reconociendo la necesidad de mantener su anonimato; el permiso para traer el equipo y el material necesario y un personal no cubano para ayudar a mantener la confidencialidad y la independencia.

Castro puso como condición que Lewis entrenara a un equipo de cubanos en el uso de los métodos de investigación antropológica. No hubo contrato escrito. Lewis, entusiasmado por la envergadura y excepcionalidad del proyecto de investigación, confió en la palabra de Castro.

El 25 de junio de 1970, Lewis fue citado a una reunión con el ministro de Relaciones Exteriores, Raúl Roa, quien le informó que era persona non-grata, la investigación se cancelaba y debía abandonar el país. Las razones aducidas fueron: Lewis había aceptado fondos de la Ford Foundation, y ésta era una organización financiada por la CIA; había contratado mecanógrafas “políticamente no integradas”; estaba estudiando familias de la clase media con parientes en Estados Unidos; había estado trabajando con contrarrevolucionarios; había usado la valija diplomática de la embajada de Israel para enviar correspondencia a Estados Unidos; había indagado sobre la vida de miembros del partido y de las fuerzas armadas; dos miembros “no-cubanos” del equipo se habían quejado que él les había pedido abandonar el proyecto.

Al salir Lewis de aquella reunión, se puso en marcha un operativo de seguridad simultáneo: todos los locales donde se guardaban los materiales, se hacían las transcripciones y se editaban los manuscritos, incluidas las viviendas de Lewis y del equipo no-cubano, fueron allanados por Seguridad del Estado y toda la documentación fue confiscada; en uno de los barrios de los antiguos vecinos de Las Yaguas, los que habían estado cooperando con el estudio, fueron arrestados por “peligrosidad social”; unos días después, el cabeza de una familia de clase media que había expresado a Lewis su inconformidad con la situación del país, fue arrestado.

En el momento en que se suspende el Proyecto Cuba, Lewis había logrado reunir y sacar de la Isla, en cortos y frecuentes viajes a Estados Unidos, información sobre los cinco barrios en los que se habían relocalizado los habitantes de Las Yaguas, en uno de ellos se estaba haciendo un estudio a profundidad que fue publicado más tarde. También han sido publicadas las historias de las familias que vivían en el edificio aledaño a la casa donde residía Lewis.

El estudio de las historias de vida tiene un efecto multiplicador porque a través de la genealogía de una persona, se llega a otras vidas conectadas entre sí, que a su vez tienen otras referencias existenciales y así sucesivamente. Lewis contactó más de 300 casos individuales de diferentes estratos socio-económicos y puntos de vista políticos, incluida una ex prostituta rehabilitada. Los estudios de la comunidad abarcaron las distintas organizaciones a nivel de barrio, incluidos los Tribunales Populares. Se inició un estudio comparativo de los jardines de la infancia y los círculos infantiles.

Lewis mantenía comunicación abierta con dirigentes de alto rango, intelectuales y artistas cubanos. Durante los trece meses que duró el proyecto, el ritmo de trabajo aumentó al igual que la destreza de los miembros del equipo; paradójicamente, al final del proyecto, los cubanos resultamos más eficientes que algunos miembros del equipo extranjero.

Oscar Lewis llegó a Cuba en uno de los momentos de experimentación extrema de Castro. En el plano internacional, las relaciones con la URSS estaban a punto de congelación, se había apostado por la “guerrilla universal”. Nacionalmente, se forzó al país a la Zafra de los 10 millones. Pero, el 19 de mayo de 1970, Castro anunció públicamente, que los 10 millones no iban y comenzó un período de retorno al redil del campo socialista. Había llegado el momento de la “institucionalización” de la revolución, que culminó en diciembre de 1975 con el primer Congreso del PCC.

Era lógico que el Proyecto Cuba se suspendiera en junio de 1970. El gobierno cubano no quiso tomar el riesgo de mantener semejante investigación funcionando con un grupo de jóvenes militantes cubanos que ganaban en eficiencia profesional y pensamiento crítico, liderados por un académico norteamericano. ¿Dónde fueron a parar los documentos confiscados? No se sabe... por ahora.

Cubaencuentro, 30 de junio de 2011
Foto: Juan A. Madrazo

No hay comentarios:

Publicar un comentario