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sábado, 10 de septiembre de 2011

El largo camino de los negros cubanos hacia la igualdad



La sociedad cubana de principios del siglo XX, heredera de la del XIX, era profundamente racista. En este racismo influyó que hacía relativamente poco que se había eliminado la esclavitud en la Isla (1888) y todavía estaba presente el menosprecio y prejuicio racial que conllevaba la categoría de esclavo.

Como consecuencia directa de lo anterior, al no tener los negros la posibilidad de ganar dinero (el trabajo esclavo no era remunerado) se encontraban entre lo más bajo de la escala económica. La gran mayoría de los cubanos negros y mulatos dependían solo de su trabajo y muy pocos eran propietarios de pequeñas empresas, ninguno pertenecía a la élite de los grandes negocios ni el dinero que daba acceso al poder.

Otra consecuencia heredada de la esclavitud era la falta de educación y preparación, lo que lastraba poderosamente el acceso de los negros a empleos y puestos bien remunerados, un progreso social ya de por sí frenado por los prejuicios.

Ya desde 1902 existían algunas asociaciones que agrupaban solo a los negros, como el Comité de Veteranos de la Raza de Color, que el 29 de junio de ese año celebró un mitin en La Habana, presidido por Juan Gualberto Gómez, compañero de José Martí. Al mitin acudieron veteranos blancos del Ejército Libertador, que no se habían olvidado de la fraternidad entre los blancos y los negros mantenida en el campo insurrecto durante la última guerra de independencia.

También en el racismo influía la continúa llegada de inmigrantes negros, procedentes de Haití y Jamaica, sobre todo en el extremo oriental de la Isla. Para los haitianos y jamaiquinos era válido todo lo expresado anteriormente, y peor aún que para los cubanos, porque a la discriminación, ignorancia y falta de poder económico se le sumaba la categoría de 'extranjero'.

Los haitianos y jamaiquinos así como los negros cubanos, tenían que competir con la fuerte inmigración procedente de las regiones más desfavorecidas de España, como Galicia, Asturias y Canarias, entre otras, que aunque compartían con los negros la miseria y la ignorancia, al menos tenían a su favor que eran blancos, y contaban en Cuba con Sociedades Regionales o con parientes y amigos ya establecidos, que podían ayudarles en los primeros momentos difíciles en la Isla.

Esta inmigración hispana era atraída por el 'efecto llamada' de la bonanza económica disfrutada por Cuba en esos años. En aquellas fechas, los diferentes gobiernos cubanos trataron de favorecer la inmigración española, por encima de la china y la haitiana. En los primeros veinte años del siglo XX, a la Isla arribaron cerca de 800 mil peninsulares, más que en los 400 años de coloniaje.

A pesar de esto, en la sociedad cubana se fueron dando pasos para mejorar la situación del negro. La Constitución de 1901 ya pretendía que fuesen considerados como ciudadanos cabales e iguales a todos los demás cubanos, aunque en la práctica fuesen ciudadanos de segunda, y en el Gobierno se encontraban congresistas y senadores negros, como Generoso Campos Marquetti, Antonio Poveda Ferrer y Martín Morúa Delgado, quienes denunciaban la situación en que se mantenía a los cubanos "de color", como eufemísticamente se les llamaba a los negros en Cuba.

Lucharon lograron algunos triunfos. Entre los que más se hicieron notar de cara a la galería internacional estuvieron la admisión de militares negros en el cuerpo de Artillería del Ejército, encargado de las recepciones y ceremonias oficiales, y la invitación de políticos de color y sus familias a las recepciones diplomáticas.

El 7 de agosto de 1908, en la calle de Amargura 63, en La Habana, Evaristo Estenoz, veterano de la guerra de independencia, hijo de madre negra y padre blanco, funda el Partido Independiente de Color. Estenoz había nacido esclavo en Oriente y para esa fecha trabajaba como contratista privado en La Habana. Había viajado a Europa y a los Estados Unidos, acompañando al periodista negro Rafael Serra para observar las experiencias de las organizaciones negras americanas.

Los negros cubanos tradicionalmente se habían encuadrado en el Partido Liberal (se alzaron junto a José Miguel Gómez contra Estrada Palma en 1906), pero una vez llegado este partido al poder con José Miguel Gómez como presidente, se encontraban disgustados por la baja cantidad de empleos públicos para los negros.

Desde el periódico Previsión se atacaba la obsesión de los cubanos blancos por sus orígenes españoles, y se reivindicaba la herencia africana de Cuba, llegando a señalar que en la época musulmana, España había sido colonizada por africanos. Reclamaban también que se abandonara la política de inmigración que daba preferencia a los blancos y se le dieran las mismas oportunidades a la inmigración negra.

Como curiosidad puede apuntarse que el nuevo partido adoptó como símbolo al caballo, que representaba el medio de transporte favorito durante la guerra de independencia (aunque los negros en el Ejército Libertador se formaron fundamentalmente en la Infantería, denominada como Infantería de Cambute) y también a Changó, deidad yoruba.

Por su parte, los liberales enarbolaron la insignia del gallo para su partido, pues defendían las peleas de gallos, prohibidas durante la intervención americana. El Partido Independiente de Color erosionó el voto liberal, lo que disgustó bastante al gobierno de José Miguel Gómez. Los periódicos de La Habana resucitaron los viejos temores de una revolución al estilo haitiano y acusaron al partido de Estenoz de promover el racismo negro.

Otro hecho curioso que ilustra la sociedad de entonces, es que en los días previos al paso del Cometa Halley, el 19 de mayo de 1910, Estenoz fue detenido junto a algunos colaboradores, por los temores de una catástrofe racial en una sociedad todavía muy supersticiosa. Más tarde todos los arrestadps fueron liberados.

En la prensa se recrudeció la campaña contra los Independientes de Color. Mientras, éstos perdieron la brújula y con infelices declaraciones, se aislaron cada vez más. En el periódico Previsión, Estenoz hizo una desafortunada valoración del levantamiento contra España el 24 de febrero de 1895. Otros dirigentes, durante encendidas arengas, se quitaban el cuello de la corbata: no querían "tener nada blanco en su indumentaria".

En el Congreso se aprobó la Ley Morúa, presentada el 11 de febrero de 1910 por el senador liberal reformista negro, Martín Morúa Delgado, quien había participado en el proceso independentista desde su exilio en los Estados Unidos. En realidad era una enmienda al artículo 17 de la Ley Electoral, para eliminar de la vida política al Partido Independiente de Color, basándose en que se "considera contraria a la Constitución y a la práctica del régimen republicano la existencia de agrupaciones o partidos políticos exclusivos por motivos de raza, riqueza, título profesional o nacimiento".

Morúa temía la extrapolación a Cuba del sistema segregacionista que imperaba en el Sur de los Estados Unidos, y se oponía fuertemente a cualquier atisbo de separación por razas. Aunque en la práctica existiese una fuerte discriminación, ante la ley, en Cuba imperaba la igualdad entre todos los ciudadanos, garantizada por la Constitución.

La negativa de Morúa Delgado a la conformación de organizaciones políticas de la raza negra queda recogida en los siguientes párrafos: "Los negros reunidos jamás alcanzarán de los gobiernos otra cosa que beneficios para los negros. Y eso no es lo que debe buscarse. Mientras se hagan 'concesiones a las clases de color' permanecerán éstas en la inferioridad a que las condenará el régimen pasado y las sujetan las rutinarias prácticas presentes. Todo hay que obtenerlo como miembros de la sociedad cubana y no como individuos de tal o cual raza".

Y a continuación señalaba: "No, no; la raza negra, las clases de color no deben por ningún concepto constituirse aparte de la raza blanca porque así confirman su estado seccional para toda la vida, imposibilitando su noble aspiración a elevarse al goce de todas las garantías constitucionales".

Estenoz trató de persuadir al presidente José Miguel Gómez, para que levantara la prohibición, teniendo en cuenta la gran cantidad de votos que sus seguidores negros aportaban al Partido Liberal. Las negociaciones no dieron ningún resultado, y Estenoz lanzó entonces un ultimátum: si no se retira la Ley Morúa, los negros lucharían para salvar su honor, con la esperanza de obtener una intervención estadounidense, en virtud de la Enmienda Platt.

Este recurso de tirar del machete, alzarse en la manigua y esperar una intervención americana, por desgracia, numerosas veces fue utilizado por los cubanos. Lo venían practicando desde 1868, pero a partir de 1902, reforzado con la reclamación de la aplicación de la Enmienda Platt. Cualquier grupo que se sintiese perjudicado podía gritar ¡Falta! y acudir a la embajada americana para pedir el regreso de los marines, como si de los árbitros de un partido de fútbol se tratara.

Esperaban que con la derogación de la Ley Morúa, que ilegalizaba al Partido Independiente de Color, éste agrupara el voto negro en Cuba, y se convirtiera así en un “partido bisagra”, que rompiera con el bipartidismo existente (Liberal y Conservador) y con el que podrían obtener una importante cuota de poder.

En 1909, Estenoz había sido recibido amablemente por Charles Magoon, abogado de Minnesota y ex Gobernador de la Zona del Canal en Panamá, uno de los interventores americanos en Cuba de 1906 a 1909, y por el coronel americano Enoch Crowder, también uno de los dirigentes de la segunda intervención americana en Cuba, un “granjero de Missouri” educado en West Point, ex asesor del gobernador militar americano en Filipinas, con experiencia militar en las guerras indias (en las campañas de 1886 contra el apache Jerónimo en Nuevo México y en 1890 contra el jefe sioux Toro Sentado). Decidió escribir al presidente americano William Taft.

Esto contribuyó a que Estenoz aumentara su aislamiento, al ponerse en contra de la minoría radical antiplattista, encabezada por Cisneros Betancourt, Loynaz del Castillo y Eusebio Hernández, entre otros antiguos oficiales del Ejercito Libertador.

El levantamiento armado del Partido de Independiente de Color tuvo como objetivos fundamentales la derogación de la Ley Morúa; la demanda de mayores empleos públicos para los negros, y la equiparación de la inmigración negra con la blanca, principalmente española. Nunca tuvo como meta el establecimiento de una República Negra, ni la deposición del Gobierno (los sublevados muchas veces daban vivas al presidente José Miguel Gómez). Tampoco fue seguido por toda la población negra de la Isla, cuya inmensa mayoría se mantuvo al margen, cuando no apoyó al gobierno.

Reunidos en Santiago de Cuba, Evaristo Estenoz, Pedro Ivonet, y otros dirigentes de la “protesta armada” ultimaron los detalles. En un gigantesco mitin repartieron miles de proclamas contra la enmienda Morúa, y una original “invitación para un baile”, que en realidad contenía la consigna del lugar de la concentración para el alzamiento.

El 20 de mayo de 1912, aniversario de la República, los Independientes de Color iniciaron su alzamiento armado. En Occidente (en los campos de La Habana y Matanzas, zonas donde había una enorme presencia de negros, descendientes de los esclavos de las grandes plantaciones cañeras) y Las Villas hubo pequeños brotes insignificantes que fueron reprimidos rápida e incruentamente. En Oriente la sublevación fue mayor, fundamentalmente en el territorio que abarca desde Santiago de Cuba hasta la ciudad de Guantánamo, en la franja sur, territorio donde había una fuerte presencia de haitianos.

Las cifras de alzados varían según los autores, desde 4 mil a 7 mil. Las acciones fueron muy parecidas a las de la guerra de independencia: ataques a ferrocarriles, ingenios y quema de numerosas caballerías de caña. La acción más sonada fue la toma e incendio del pueblo de La Maya, el 1 de junio, y dio lugar a refranes y canciones que han llegado hasta nuestros días.

Los jefes de la protesta armada en Oriente fueron el jefe militar del llamado Ejército de Reivindicación, el general (otros dicen que coronel) del Ejército Libertador, Pedro Ivonet; Evaristo Estenoz, teniente del Ejército Libertador y ascendido a general en la 'guerrita de las razas'; Eugenio Lacoste y Gregorio Surín, veteranos del Ejército Libertador; A. Vega, Octavio Heredia y José del Rosario Rodríguez. Todos, a excepción de Lacoste, que según la prensa se le nombró Gobernador de Oriente, asumieron grados militares. Heredia y Surín oficiaron como coroneles y Vega como general de brigada.

En la zona de la revuelta, en Oriente, la población era mayoritariamente negra. En Guantánamo, constituían el 67%; en Santiago de Cuba el 56%; en El Cobre el 74%; en San Luis el 68,9%; en Palma Soriano el 54% y en Baracoa igual.

Tanto en la prensa como en la sociedad, se desató una histeria contra la insurrección de los negros, asustados por el viejo fantasma de una revuelta racial como la de Haití en el siglo XIX. Juan Gualberto Gómez, quien había sido estrecho colaborador de Martí, así como congresistas negros, condenaron el movimiento, lanzando un manifiesto que suscribió junto con Nicolás Guillén Urra y Generoso Campos Marquetti, entre otros, y en el cual daban al gobierno "nuestro apoyo más resuelto".

Después de liquidado el movimiento, es censurada la crueldad empleada para reprimirlo y se aconseja la adopción de medidas que impidan en el futuro, la repetición de situaciones similares.

Los mayores generales negros del Ejercito mambí Agustín Cebreco y Jesús Rabí, expresaron su postura contraria al alzamiento en telegrama enviado al gobierno.

Al principio de la insurrección, el presidente José Miguel Gómez no se afanó mucho en combatirla, quizá por estar en período de elecciones, pero la prensa opositora desarrolló una intensa campaña de alarma y criticó al gobierno por la inacción. El 25 de mayo se recibió una nota del gobierno americano, notificando el envío de un cañonero a la Bahía de Nipe y otras medidas que se preparaban para proteger las vidas y los intereses de los norteamericanos en la Isla.

El presidente Gómez comprendió de inmediato la grave amenaza de intervención que entrañaba la nota y se apresuró en contestarle al presidente Taft, enumerando las acciones que pensaba tomar para combatir la insurrección. Y aunque la agradecía, consideraba innecesaria la intervención americana.

En aquellas mismas fechas, hacia Cuba partieron varios barcos cargados de marines, pero el reticente general Leonardo Wood, ahora jefe de estado mayor en Washington, se limitó a reforzar la Base de Guantánamo con cuatro compañías de marines (parece ser que algunos se trasladaron a haciendas y propiedades americanas en territorio cubano) y algunos de sus buques izaron su bandera en los puertos de La Habana y Nipe.

El recién constituido Ejército Nacional de Cuba envió 8 mil soldados. Muchos de ellos negros también, como el teniente Sariol, que fue felicitado personalmente por el mayor general José de Jesús "Chucho" Monteagudo, un mulato a quien la prensa dedicó homenajes por haber sido general del Ejército Libertador. Los soldados estaban al mando de Monteagudo, cuyo principal temor era verse sometido a las cargas al machete, como le había ocurrido a sus antiguos rivales españoles.

Pero los tiempos habían cambiado. El Ejército constitucional estaba perfectamente pertrechado con ametralladoras y cañones con abundante parque, y nada pudieron hacer los negros con sus rústicas armas. En el combate de Yarayabo, el 30 de mayo de 1912, cuatro piezas de artillería de montaña dispararon 70 granadas y 400 botes de metralla.

La rebelión, que duró alrededor de un mes, fue violentamente reprimida. Ocurrieron excesos y ejecuciones, como ha sido usual en todas las revoluciones cubanas a lo largo de los siglos. Todavía se recuerda la siniestra fama que envuelve la Loma Colorada en las cercanías de Santiago de Cuba, entre el Castillo del Morro y la ciudad, escenario de una matanza de prisioneros Independientes de Color. Otro suceso sangriento ocurrió en Mícara, donde un combate degeneró en una persecución y matanza de sublevados en el monte.

Los muertos en el Ejército fueron muy pocos, en el bando sublevado las cifras oscilaron desde 60 hasta 6 mil, dependiendo de la fuente. La más repetida es la de 3 mil, entre muertos en combate y víctimas de la represión. En el libro Cuba Pursuit of Freedom, de Hugh Thomas, en la página 383, se mencionan las bajas de la 'guerrita de las razas': "Monteagudo pasó todo el mes siguiente dedicándose como mejor supo a extirpar la revolución y pretendió haber matado a 3,000 negros".

De todas formas, ningún autor pudo consultar registros o archivos de la época, en parte porque no existen, o simplemente nunca se registraron, recordar que muchos eran haitianos y, además, indocumentados. La mayoría de las cifras se basan en estimaciones y relatos de testigos, que si bien son ciertos en cuanto a la ocurrencia de una ejecución en determinado lugar, en cuanto a la cantidad de víctimas no parecen ser muy exactas.

Con nombres y apellidos, son pocos los casos a los que se hace referencia, y no aparecen asesinatos de mujeres y niños registrados, a los que muchos autores actuales son aficionados a mencionar de forma festinada, y no ha faltado quien ha llegado a comparar este suceso con el genocidio contra los armenios, cometido por el Imperio Otomano en 1915-17, durante la Primera Guerra Mundial.

La cifra puede haber sido menor de 3 mil. Si se tiene en cuenta la extensión del territorio donde tuvo lugar la rebelión, el tiempo que duró y la repercusión internacional de los hechos, hubiese podido ser mucho mayor. Algunos se empeñan en señalar que por parte de los sublevados no se produjeron excesos ni crímenes, algo también poco creíble, a pesar de que tampoco aparecen casos registrados en las fuentes consultadas. Aunque fuese menor el número de muertos, por ello no dejan de ser condenables y criminales los métodos utilizados para combatir el alzamiento.

Según la versión de algunos Independientes de Color, Evaristo Estenoz se suicidó antes de caer prisionero, aunque otra versión, la de Lutgardo de la Torre, teniente del Ejército, dice que cayó combatiendo contra su partida en Mícara, el 27 de Junio. Lo cierto es que el cadáver, exhibido en el Cuartel Moncada, presentaba un tiro en la sien. Pedro Ivonet, antiguo oficial del Ejército Libertador y segundo de Estenoz en la sublevación, el 17 de julio fue asesinado junto a su ayudante en las cercanías de El Caney por el entonces teniente Arsenio Ortiz. Con la muerte de Ivonet practicamente quedó liquidada la rebelión.

El siniestro teniente Ortiz le aplicó a Ivonet la llamada "ley de fuga" y cobró notoriedad por su persecución implacable de los negros alzados, a quienes ahorcaba en "guásimas". Arsenio Ortiz era un mulato corpulento y con bigote de manubrio, y se ganó el apodo del "Chacal de Oriente". Años más tarde, fue uno de los más notorios esbirros del machadato.

Otro cabecilla del levantamiento fue Eugenio Lacoste, alias “El Tullido”, mulato hijo de franceses, de 45 años de edad, paralítico desde los 18 años. De buena posición económica, era dueño de un extenso cafetal llamado “Dios y Ayuda”. Lacoste había sido uno de los principales líderes del Partido Liberal en Guantánamo, y se pasó al Partido Independiente de Color apenas se constituyó este. De gran influencia entre la población negra de la zona, fue nombrado Gobernador de Oriente por los alzados en armas apenas comenzó la revuelta. El 17 de julio se presentó ante el comandante Castillo, en el Guayabal de Yateras, y conservó la vida.

Si en el Ejército Nacional habían negros, en el bando sublevado habían blancos. Uno de ellos fue apresado, se trataba del ciudadano español, Enrique Marín Guerrero, capitán ayudante de Ivonet, y que según la guardia rural se había distinguido como orador entre los alzados en armas. Posteriormente sería expulsado del país en calidad de 'extranjero pernicioso'.

Por aquel entonces, el Ejército cubano estaba constituido en su mayoría por veteranos de la guerra contra España. Entre los excombatientes del Ejército Libertador que tomaron parte en las acciones en el bando gubernamental figuraron:

-El jefe del Ejército, general José de Jesús Monteagudo, antiguo general del Ejército Libertador que había servido en la Guerra de Independencia bajo el mando de José Miguel Gómez en Las Villas.

-José Francisco Martí y Zayas-Bazán, el hijo de José Martí, coronel del Ejército Nacional. Fue jefe del Estado Mayor del general Monteagudo.
-Otro veterano de la guerra contra España que intervino en el aplastamiento de la revuelta fue Pablo Mendieta. En el único encuentro importante de la "guerra racial", el general Mendieta sorprendió al campamento rebelde, diezmándolo sin piedad. No se tomaron "muchos" prisioneros. Las subsiguientes operaciones de "limpieza" revistieron características de cacería.

-Pedro Agustín Pérez, “Periquito Pérez”, a quien le han levantado un monumento en la plaza principal de Guantánamo, su tierra natal. Fue combatiente de las tres guerras contra España, ascendido por Calixto García a mayor general del Ejercito Libertador. En 1899, el general Leonardo Wood, Gobernador de Cuba, lo designó Alcalde de Guantánamo, hasta que se efectuaran las elecciones, y en las cuales resultó elegido Primer Alcalde de dicha ciudad después de la independencia. Estuvo al frente de un Batallón de Voluntarios organizado en Guantánamo para reprimir los sucesos de 1912.

-El coronel del Ejército Libertador Manuel Piedra Martell, quien durante la guerra del 95, fuera ayudante de campo del mayor general Antonio Maceo y Grajales. Marchó a Oriente al frente de los Voluntarios de Occidente. Salieron el 22 de mayo, a bordo del buque escuela "Patria" eran alrededor de 500 y entre ellos iban algunos veteranos de la Guerra de Independencia. Dentro de este cuerpo se dio el caso, juzgado posteriormente en el Cuartel Moncada, de varios oficiales que machetearon a cuatro de sus subordinados Voluntarios que eran de la raza negra, por disputas o sospechas.

Paradójicamente, poco después de la muerte de Evaristo Estenoz, en Cuba se levantaron las trabas a la inmigración negra, fundamentalmente la procedente de Haití y Jamaica, debido a las necesidades de la industria azucarera, urgida de incrementar la producción de azúcar tras el estallido de la Primera Guerra Mundial en Europa.

Esta había sido una de las demandas, que junto a la de mayores empleos públicos para los negros y la derogación de la Ley Morúa, habían constituido los pilares fundamentales de la “protesta armada” de 1912. Durante la siguiente década, a la Isla llegaron cerca de 200 mil haitianos y 80 mil jamaicanos para trabajar en labores agrícolas.

Después de estos sucesos, en Cuba nunca más se produjeron disturbios raciales. Algunos autores pretenden ver una venganza en el golpe militar de los años 30, conocido como el “golpe de los sargentos”, que en el Ejercito depuso a toda la antigua oficialidad blanca, aristocrática y con antecedentes en el ejército mambí, y encumbró a las clases más bajas, donde abundaban los negros, y que llevó a los primeros planos de la política cubana al mulato Fulgencio Batista Zaldivar, por demás nacido en la provincia de Oriente.

El "golpe de los sargentos" no parece haber tenido un móvil racial ni haber sido una revancha de los negros en Cuba.
Foto: Integrantes del Partido de los Independientes de Color, fundado en La Habana por Evaristo Estenoz el 7 de agosto de 1908.

Tomado de El Gran Capitán, portal de la Asociación Cultural de Amigos del Museo Histórico Militar de Valencia, España. Libros consultados: Cuba, una nueva historia, de Richard Gott; Guerra de Razas - Negros contra blancos en Cuba, Rafael Conte y José M. Capmany (Imp. Militar de Antonio Perez, Muralla 40, Havana, 1912, 193 pages); Serafin Portuondo Linares 1906-1976; Los Independientes de Color”, Habana, 1950 y Cuba, The Pursuit of Freedom, de Hugh Thomas.

1 comentario:

  1. microjet
    Muy interesante. Había leído algo pero no tan profundo y detallado como el de este post. Lo que me llama la atención es que no se menciona el rol de Quintín Banderas en estos sucesos. Creo que hace poco Natalia Bolivar publicó un libro sobre su vida que no he podido leer. Gracias Tania.

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