Eliseo Alberto. (Lichi) |
A mi amigo Eliseo Alberto, más conocido por Lichi, le han transplantado un riñón, en México. Está reportado de grave, pero estable. Claro que Lichi se va a recuperar. Y seguirá haciendo lo que mejor sabe: escribir. El 9 de enero de 2006, cuando llevaba dos años en Suiza, recibí un correo suyo, del cual reproduzco un extracto:
Tania querida:
qué bueno saber de ti, después de tanto tiempo. Te recuerdo con muchísimo cariño, desde los tiempos tuyos de Bohemia y los míos de Verde Olivo: siempre que nos cruzábamos en la escaleras te detenías a elogiar algún texto mío, y a mí me llenaba de emoción escucharte, créeme. Te paso mi correo personal, para estar en contacto.
Te quiero. Y te admiro. Un beso, Lichi
Un año después, el 18 de enero de 2007, este otro correo:
Querida Tania
Te envío en caliente algo que escribí, gracias a ti.
Saldrá publicado en mi columna de los jueves, en
Milenio, un importante periódico de acá, de México. Si
lo quieres difundir, no lo hagas hasta mañana.
Un abrazo, Eliseo
Y en word, adjuntaba Un hombre llamado Miguelito, dedicado a Miguel Valdés Tamayo, disidente que unos días antes había fallecido en La Habana. Todavía no yo tenía un blog, por eso se lo reenvié a Raúl Rivero, con copia a Pablo Díaz y Michel Suárez, en ese momento realizadores de Cubaencuentro. Pueden leerlo en Milenio.
A continuación, Con fuerza de huracán, un texto redactado en La Habana, en septiembre de 1997, cuando escribía como periodista independiente en la agencia Cuba Press.
No recuerdo bien si fue a fines de los 70 o a principios de los 80 la primera vez que vi a Lichi, pero sé que vestía de militar. Entonces era periodista de Verde Olivo, órgano de las fuerzas armadas que quedaba en los bajos de la revista Bohemia, en San Pedro y Boyeros, cerca de la Plaza de la Revolución.
Venía de almorzar en el comedor de los obreros gráficos cuando una colega se fijó en él, alto y guapo. Alguien dijo: "Ése es el marido de Charín (Rosario Suárez), la bailarina del ballet." Mucho después, supe que era el hijo del poeta Eliseo Diego y de Bella, la hermana de Fina García Marruz, la esposa de Cintio Vitier, hermano de Rapi (Constante) y de Fefé (Josefina), y primo de Sergio y José María Vitier, músicos a los cuales más de una vez entrevisté, sobre todo a Sergio, cuando estuvo casado con mi tocaya Tania.
Con aquel 'pedigree', Lichi hubiera podido darse lija, ser pesado y elitista. Nada de eso. Era sencillo, compartidor, buenagente. Nunca se le subieron los humos a la cabeza. Mi relación más cercana con Lichi fue cuando él ocupó el cargo de jefe de prensa e información del ICAIC, durante la época de los Festivales Internacionales del Nuevo Cine Latinoamericano. Yo pertenecía a los servicios informativos de la televisión cubana y a la oficina de Lichi correspondía darnos las acreditaciones.
Desde que en el primer número de Encuentro (la revista que tres veces al año Jesús Díaz publicaba en Madrid), apareció un adelanto de Informe contra mí mismo (Alfaguara, México, 1997), presentí que Lichi se había desgarrado para escribirlo.
Madera se sabía que tenía, pero no esa capacidad de automutilación. El libro puede parecer demasiado local para algunos y un poco anormal para otros, por su estructura. Para mí, sinceramente, es una obra cubanísima, hecha por un cubano para cubanos de las dos orillas, y que puede ser entendida por el más variopinto ciudadano del planeta, salvando expresiones idiomáticas y pequeñeces isleñas.
Pero el gran disfrute de su lectura es para los cubanos de adentro. Ésos que no nos hemos ido a ninguna parte y nos quedamos con las jabas y la libreta, los pesos y los 'fulas', las bicicletas y los 'camellos', la frustración y la esperanza.
Y con la estrecha posibilidad de escoger entre el mar o la arena, las balsas o los aviones, el Cabo de San Antonio o la Punta de Maisí. El hurto o el robo, el 'bisne' o el 'invento' (que es lo mismo), la 'shopping' o los timbiriches, particulares o estatales. La 'sopa de gallo' (agua con azúcar prieta), el café 'cubita' (de exportación), los siete huevos al mes y las dos merluzas quincenales. El picadillo de soya o el auténtico, del diplomercado, el veintiúnico pan, pequeño y gomoso, de cinco centavos o el de flauta de a dólar. La cárcel o el exilio. El desesperado presente o el futuro incierto.
En esta mescolanza de socialismo con capitalismo, de aseres con señores, de combatientes con reclusos, de civiles con militares, de dirigentes con gerentes, de babalaos con testigos de Jehová, de ateos con católicos y de compañeros con disidentes, es donde a mi juicio el libro de Lichi se vacila más. Lo más emocionante es que si te cogen leyéndolo, te puedes buscar un rollo gordo como el de ciertas películas prohibidas por la censura oficial.
Por lo demás, en esta Habana tuya y mía, Lichi, en esta Víbora nuestra (resido en la barriada de tus sueños familiares), el cuartico está igualito como tu lo dejaste: sin agua, apuntalado y oscuro, sin poder comprar velas (la linterna es un lujo). Sólo con el mechón de luz brillante: ¿te acuerdas de aquella conga que decía que prendan, prendan, el mechón?
En alguna parte de tu informe se dice: "Lo bueno que tiene esto es lo malo que se está poniendo". Por supuesto, sin bombas.
Mientras, aguardamos en la oscuridad (en el Monseñor todavía hay un piano). Cuentan que por la madrugada un negrito dientuzo y amanerado recorre el lugar. Le decían Bola de Nieve (Ernesto Lecuona le puso el seudónimo) y vivía por Infanta y Manglar, frente al Brindis Bar que ya no es bar ni tiene nada para brindar. Pero sigue ahí, de pie, como nosotros. Como Elena Burke cuando descargaba en el Scherezada, y César Portillo de la Luz todas las noches cantaba "quiero, recordar las horas de los días felices que vivimos ayer..." Era el Gato Tuerto, que tu conociste en los 70 y yo en los 60.
Naci nueve años antes que tu, Lichi, y tu generación -hoy desperdigada por medio mundo- hace cualquier cosa para sobrevivir, igual que muchos aquí, en esta isla vigilada que a ustedes les aguijonea los sentidos y a nosotros el corazón. Porque la tenemos entera, mañana, tarde, y noche, con todos sus defectos y virtudes, pero sin ustedes, periodistas y escritores, poetas y pintores, músicos y bailarines, fotógrafos y diseñadores, catedráticos e investigadores, cineastas y editores.
Dijo Martí que "la Patria es de todos", pero por proclamar esa verdad en un documento contestario, una mujer y tres hombres están detenidos en Villa Marista, sabe Dios hasta cuándo. Entonces, ya que tu puedes, escribe con fuerza de huracán. (Hasta aquí mi escrito de 1997).
Y con la misma fuerza de los ciclones que por esta época del año baten las costas de México y a veces también las de Cuba, vas a recobrar tu salud y salir adelante, querido Eliseo Alberto.
Tania Quintero
Microjet
ResponderEliminarTania, siempre aprendo leyendo tus artículos. Muy bello. No sabia que Bola de Nieve vivía por Infanta y Manglar, frente al Brindis Bar. Dios mio, a principios de los 90 aquello era un tugurio de mala muerte.