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martes, 28 de junio de 2011

"La educación en Cuba está anclada en un pasado terrible"



Por Yanet Pérez Moreno, Madrid

Humberto López Morales nació en La Habana, pero a los 19 años agarró “sus bártulos” y se marchó a Madrid, desilusionado de las promesas hechas por Fidel Castro. Era el año 1959. Hoy se siente un “ciudadano del mundo hispánico” y dice que dos son sus patrias. La del trabajo, “porque haces contacto con gente de todas partes”. Y la física, Cuba, a la que mira sin nostalgia ni tristeza, aunque le gustaría volver “cuando la situación sea otra”.

Hace muchos años, la obra de López Morales es referencia obligada en los estudios sobre la lengua española. Apasionado de su labor como lingüista, desde 1994 ocupa el cargo de secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española y entre sus flamantes proyectos está el Diccionario de americanismos.

En el transcurso de esta charla, da su punto de vista sobre la educación en el mundo hispánico, incluida Cuba; la influencia del español en Estados Unidos; los pormenores de su estudio del léxico disponible en Hispanoamérica y España; y la edición de “sus cuadernos” para la Cuba del futuro.

¿Qué hizo que se marchara de Cuba definitivamente?

-Había cursado en la Universidad de la Habana los dos primeros años de Filosofía y Letras. Era a finales del gobierno de Batista. Se cerró la universidad por mucho tiempo. Mi padre me decía: “Aquí estás perdiendo el tiempo. Vete a España y termina allí tu carrera”. Me convenció y vine por primera vez a estudiar. Después, en unas vacaciones de Navidad, volví a Cuba, para estar con mis padres, y fue cuando cayó el Gobierno anterior y subió el Gobierno de Castro.

-Yo era un joven con 20 años y estaba muy ilusionado con lo que prometía la revolución: que iba a haber reforma agraria, justicia social… Les dije a mis padres que me quedaba en Cuba, que quería ayudar a la revolución. Mi padre me dijo: “Pero qué vas a ayudar tú, si no eres nadie. Tienes que volver a España. Termina allí la carrera”.

-Me quedé un año, si acaso, porque me di cuenta que no era lo que yo creía, y decidí seguir el consejo sabio de mi padre. Entre tanto, como me quedaban tres años y después el doctorado, ya iba viendo la evolución de lo que iba pasando en Cuba y podía cambiar de opinión. Eso fue lo que hice. Cogí mis bártulos y vine.

Usted es uno de esos cubanos notables que hay regados por el mundo. ¿Qué se siente cuando no se es profeta en su tierra, cuando el éxito se disfruta en otro lugar? ¿Hay otras cosas que compensan eso?

-Estoy encantado de la vida. España es mi segunda patria. Me sentí un poco más raro en los ocho años que viví en Estados Unidos, trabajando en universidades norteamericanas. Sentía que estaba haciendo mi trabajo lo mejor posible, estaba ayudando a mucha gente, pero no tenía verdaderamente ningún tipo de alegría especial. Por eso, cuando me surgió la primera oportunidad de ir a Puerto Rico como profesor visitante, fui encantado: aquellos eran de los míos. Estaba trabajando, enseñando y luchando con gente mía. Y eso me daba una satisfacción muy grande.

-Ese año se convirtió en dos, y después, en veinte más. Donde más he enseñado ha sido en la Universidad de Puerto Rico, donde estuve 22 años, hasta que me jubilé y vine a Madrid.

-No soy una persona nostálgica. No tengo nostalgia en absoluto de Cuba. No he ido porque no he querido. Me han invitado varias veces, la Universidad y también la Academia Cubana de la Lengua. Allí tengo colegas, amigos queridos que están al margen de la cosa política. Estamos en la misma onda, de los libros, las investigaciones…

-De vez en cuando surge alguna que otra cosita. Por ejemplo, que hacen alguna bibliografía de un tema que he trabajado, y mi nombre no aparece. Pero supongo que será por despiste. Porque, por otro lado, la Academia Cubana me ha hecho académico correspondiente, me ha dado su diploma. Querían que yo fuera a buscarlo y dije: “No, si en eso consiste, no tendré el diploma”. Entonces, me lo mandaron.

-¿Que me gustaría algún día volver, cuando la situación sea otra? No diría que no. Iría, además, con el mejor de los gustos, pero nostalgia y tristeza no he sentido nunca.

Entonces llega uno realmente a ser ciudadano del mundo, o a sentirse verdaderamente madrileño, por citar su caso…

-Más bien ciudadano del mundo hispánico. Madrileño no me siento. Claro, tampoco me siento ajeno a esta cultura. Llevo muchos años aquí, mi padre era español… La gente que trabaja en estas cuestiones intelectuales tenemos dos patrias importantes: la patria del trabajo, porque haces contacto con gente de todas partes del mundo, que son una especie de familia o de paisanos, y después está la patria física.

¿Ha colaborado con algún proyecto cubano?

-No. Ellos han colaborado y siguen colaborando con algún proyecto mío en España. Uno sobre disponibilidad léxica y allá harán el caso de Cuba, según las pautas que he dado, porque es un proyecto internacional. Ha sido un trabajo de varios años, monumental, que he dirigido de principio a fin.

-Y también tengo otro trabajo sobre la enseñanza del español en el mundo hispánico. Ahí también hay una colega cubana que trabaja con nosotros. La cosa es al revés: yo no estoy colaborando con ningún proyecto cubano, en mis proyectos panhispánicos o, incluso, internacionales, sí hay personas de Cuba.

Hace unos años, usted comentó que existía un gran atraso en el estudio de la enseñanza del español, de manera general. ¿Ha habido progresos en este sentido?

-No ha habido mejoría, al contrario. He viajado por toda Hispanoamérica, he hablado con maestros… De ahí surgió el proyecto de la Fundación Comillas, a ver si algo se puede hacer en el mundo hispánico, incluyendo a España, donde la enseñanza del español es fatal. Todos están anclados en un pasado memorable. Todavía algunos maestros de tercero o cuarto grado están haciendo que los niños hagan unos ejercicios tan absurdos como: “Subraye en azul el sujeto y en verde el predicado”.

-Eso no sirve absolutamente para nada. El niño tiene que aprender a leer, a hablar y a escribir, y después aprender la gramática. Una persona culta no solamente debe aprender a hablar y escribir muy bien, sino que también debe poder pensar sobre su lengua, y para eso necesita unas palabras específicas para nombrar las cosas y entendernos como personas civilizadas. Eso está lejísimos de hacerse.

-Hubo momentos en que Francia era la reina, la que estaba más avanzada y adelantada en todos los estudios de enseñanza de la lengua materna. A principios del XIX, París era el sol que alumbraba la cultura. Eso ya ha pasado. Ahora son Estados Unidos. Hay unas escuelas estupendas que están trabajando muchísimo para enseñar la lengua materna como debe enseñarse. No hay que enseñar cosas sobre la lengua, hay que enseñar la lengua. Eso requiere unos saberes, unos materiales.

-Todavía tengo la ilusión de que eso algún día pueda cambiar. Por eso tenemos ese gran proyecto de Comillas. Hemos hecho un análisis de la situación actual de todos los países americanos y España, por ejemplo, en cuanto a la formación de los maestros. La conclusión es que las escuelas normales tienen que cerrarse todas. Son inútiles. No es una idea mía. Acabo de confirmarlo. Están ancladas en un pasado remoto. Están enseñando lo de hace 40 años. Así no se va a ningún sitio.

-También hemos hecho unos análisis in situ: de disponibilidad léxica, riqueza léxica, madurez sintáctica, coherencia discursiva, cohesión… para ver cómo funciona la cosa en escuelas públicas. Los resultados están siendo catastróficos, como no podía ser de otra manera. Los estudiantes tienen una pobreza léxica absolutamente increíble.

¿Cuándo se publicarán los resultados de este estudio?

-Se va a publicar, supongo, dentro de un año. Se va a llamar “Libro blanco de la enseñanza del español en el mundo hispánico”. Va a ser una bomba terrible, porque da vergüenza ver lo que se está haciendo. No están siguiendo las pautas, porque en muchas ocasiones los que están al frente de estas cuestiones no tienen ni idea de lo que es la enseñanza del español.

¿Cuál es la solución que se propone a este gran problema desde la Asociación de Academias?

-Ese libro va a dar una cantidad importante de pautas para un futuro inmediato, con respecto a la formación del profesorado, a los programas de estudio, a los libros de texto… Si eso pudiera ser seguido por un impulso gubernamental que lo apoyara, a lo mejor podríamos hacer algunas cosas. Pero, tal y como están las cosas ahora, me temo que eso se va a quedar en un libro muy interesante, atrevido y actualizado. Nosotros no podemos ir más allá.

Usted tenía planes de editar unos cuadernos sobre Cuba, una suerte de borradores que puedan servir algún día, cuando cambien las cosas en Cuba…

-Sí. Estoy preparando, y voy a publicar con mi dinero, tres cuadernos que van a tener que ver con lo que creo que debe ser el futuro de la enseñanza preuniversitaria y universitaria cubanas, y también los aspectos culturales. Lo tengo muy avanzado.

-Si algún día la cosa cambia, van a tener que poner sobre la mesa una serie de cosas y cambiarlas, porque ese sistema educativo es tan variante, absurdo, arcaico, mal llevado. Eso no puede seguir así de ninguna manera. Estos cuadernos los voy a sacar quizás dentro de un año. Si algún otro colega quisiera unirse para hacer los aspectos económicos, etc., es bienvenido.

-Son textos útiles, pues cuando se produzca lo que tendrá que producirse, la gente tendrá que tener unos borradores, unos documentos de donde partir. Hay que hacer unos cambios brutales para poner la enseñanza al nivel actual en ese momento. Pues ahí hay una cantidad de sugerencias contundentes, en el sentido de que están razonadas. El primer cuaderno podrá salir para septiembre, y lo voy a presentar en Miami y Nueva York.

Suele hablarse de una creciente vulgarización de la lengua en Cuba en los últimos años. ¿Comparte ese criterio?

-De eso no te puedo decir, no tengo la menor idea. Sí sé que, atendiendo a los planes de estudio, esa educación está anticuadísima, anclada en un pasado terrible. No está peor Cuba que otros países hispanoamericanos. Hay problemas añadidos, de profesores que no van mucho a las clases, que no enseñan con mucho entusiasmo, a menos que el padre le dé más dinero para que dé unas clasecitas aparte. Me han hecho todo tipo de cuentos. Será verdad o no, pues no lo sé. En lo que me meto es en que la educación en este momento en Cuba es abstrusa, y eso no se puede hacer más en ningún país sensato.

Cada día es mayor el flujo entre cubanos de ambos lados del Estrecho de la Florida. ¿Conoce de alguna investigación sobre la “contaminación” de las normas lingüísticas de ambas orillas?

-Tengo un libro que se llama Los cubanos en Miami. Lengua y sociedad, que aborda esos temas. La situación está cambiando a pasos agigantados, en un sentido positivo y otro negativo.

-A medida que pasa el tiempo y se hacen investigaciones para ver, en caso de que todo cambiara, cuántos cubanos regresarían a Cuba, cada día son menos los que dicen que volverían. Esas son cosas para mí incomprensibles. La realidad es que, por el contrario, la lengua española está ganando mucho, por la cantidad de cubanos que hay y porque tienen empresas muy importantes -allí se maneja muchísimo dinero cubano. Pero quizás no por una preocupación por la lengua, sino porque la cuestión económica indica que cada vez más se necesita personal bilingüe. Solamente en la Florida hay 200 empresas españolas, que necesitan personal bilingüe y la ventaja grande es que ganan más que los monolingües.

-Los padres y los mismos chicos que son ya adolescentes se han dado cuenta que vale cuidar las dos lenguas, porque a la hora de llegar al mercado laboral, van a estar en unas condiciones espléndidas si manejan bien las dos, si no tendrán otros puestecitos menores. Eso está pasando en Estados Unidos. Todo indica que el bilingüismo y, consecuentemente, la vitalidad del español van a seguir. Uno de los grandes temores era que el español se fuera convirtiendo en una lengua de la casa. Eso ya no es así.

Como lingüista, ¿podría explicar en qué consiste el aporte del Diccionario de americanismos para el conocimiento del español de América Latina?

-Se está pensando en hacer un gran diccionario de americanismos desde el siglo XIX. Había diccionarios hechos por una sola persona, que por mucho que supiera no podía abarcar todo el continente. El estudio del léxico en América, hasta hace muy poco tiempo ha sido un desastre. Ha habido muy buenos diccionarios de gentilismos. Entonces empezamos a trabajar en eso, a buscar dinero y entusiasmar a la gente. Nos costó como diez años. Hemos trabajado mucho y hemos hecho un diccionario no solamente muy rico en materiales, como ningún otro jamás ha existido: tenemos 70.000 entradas, 120.000 acepciones. Es muy rico lexicográficamente. La técnica de diccionarios dialectales es lo último que existe, lo más reciente.

De la parte del español de Cuba, ¿tiene alguna anécdota?

-No. Creo que hay pocos diccionarios como esos en Cuba, porque no pueden comprarlo, evidentemente, pero algunos académicos sí lo tienen. Han salido artículos y la gente conoce en Cuba que ha salido ese diccionario. Pero Cuba está muy bien representada. Hay una cantidad importantísima de cosas de Cuba, salvo algunas que ha mandado a quitar la Academia de Cuba porque no le ha interesado. Son temas de tipo político y han dicho que eso no se usa. Y claro, lo que digan las academias, eso va a misa. Yo tengo mis dudas, pero la máxima autoridad sobre cubanismos es la Academia Cubana.

Cubaencuentro, 13 de mayo de 2011

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