Cuentan que la bella doña Isabel de Bobadilla, casada con Hernando de Soto, nombrado por el rey de España, Carlos I, como Capitán General de Cuba, durante largas horas esperaba a su esposo en la torre de vigía del Castillo de la Real Fuerza, por aquel entonces era vivienda del gobernador de la isla.
Aquella larga espera convirtió a Isabel en un personaje legendario: con la vista puesta en el horizonte intentaba descubrir las naves que traerían de regreso al hogar a su esposo.
Hernando de Soto había partido hacia el actual territorio de los Estados Unidos de América. Allí recorrió tierras que hoy forman parte de los estados de Georgia, Alabama y la Florida.
Descubre el río Mississippi y conoce una famosa leyenda, que le cuentan los nativos acerca de la fuente de la eterna juventud. Tenía 43 años y decide acudir al lugar. Desafortunadamente, no logra cumplir sus deseos: una fiebre le provoca la muerte.
Dicen que doña Isabel, la enamorada esposa, murió de amor. Unos años más tarde, un artista habanero de origen canario, Gerónimo Martín Pinzón (1607-1649), se inspiró en aquella mujer, símbolo de esperanza y fidelidad conyugal, y en su recuerdo esculpió una figura.
El entonces gobernador de la ciudad, don Juan Bitrán Viamonte (1630-1634) mandó a fundir la escultura en bronce y colocarla, a modo de veleta, sobre la torre, que poco tiempo después se añadiría al Castillo. El gobernador Bitrán bautizó la veleta con el nombre de Giraldilla, en recuerdo a la Giralda de Sevilla, su ciudad natal.
Así, la Giraldilla se fue convirtiendo en el símbolo de la ciudad de La Habana, por tradición y por su historia, con matices de leyenda e historia de amor. La obra original, de unos 110 centímetros de alto, se conserva en el Museo de la Ciudad y una réplica se ubicó en lo más alto del Castillo de la Real Fuerza.
Tomado de Cibercuba Lecturas.
Foto: Esther, Picasaweb.
martes, 5 de abril de 2011
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