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martes, 5 de abril de 2011

Una historia de amor convertida en símbolo

Cuentan que la bella doña Isabel de Bobadilla, casada con Hernando de Soto, nombrado por el rey de España, Carlos I, como Capitán General de Cuba, durante largas horas esperaba a su esposo en la torre de vigía del Castillo de la Real Fuerza, por aquel entonces era vivienda del gobernador de la isla.


Aquella larga espera convirtió a Isabel en un personaje legendario: con la vista puesta en el horizonte intentaba descubrir las naves que traerían de regreso al hogar a su esposo.

Hernando de Soto había partido hacia el actual territorio de los Estados Unidos de América. Allí recorrió tierras que hoy forman parte de los estados de Georgia, Alabama y la Florida.

Descubre el río Mississippi y conoce una famosa leyenda, que le cuentan los nativos acerca de la fuente de la eterna juventud. Tenía 43 años y decide acudir al lugar. Desafortunadamente, no logra cumplir sus deseos: una fiebre le provoca la muerte.

Dicen que doña Isabel, la enamorada esposa, murió de amor. Unos años más tarde, un artista habanero de origen canario, Gerónimo Martín Pinzón (1607-1649), se inspiró en aquella mujer, símbolo de esperanza y fidelidad conyugal, y en su recuerdo esculpió una figura.

El entonces gobernador de la ciudad, don Juan Bitrán Viamonte (1630-1634) mandó a fundir la escultura en bronce y colocarla, a modo de veleta, sobre la torre, que poco tiempo después se añadiría al Castillo. El gobernador Bitrán bautizó la veleta con el nombre de Giraldilla, en recuerdo a la Giralda de Sevilla, su ciudad natal.

Así, la Giraldilla se fue convirtiendo en el símbolo de la ciudad de La Habana, por tradición y por su historia, con matices de leyenda e historia de amor. La obra original, de unos 110 centímetros de alto, se conserva en el Museo de la Ciudad y una réplica se ubicó en lo más alto del Castillo de la Real Fuerza.

Tomado de Cibercuba Lecturas.

Foto: Esther, Picasaweb.

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