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lunes, 24 de enero de 2011

La temporada 50 de la pelota cubana



Por Iván García

Millones de cubanos están de plácemes. La mayor competición deportiva de Cuba arrancó el domingo 28 de noviembre, en el antiguo Estadio del Cerro, hoy Latinoamericano. Y lo hace celebrando la temporada número 50 del béisbol, el deporte rey en la isla.

El 14 de enero de 1962, con su inseparable uniforme verde olivo y unas toscas gafas, Fidel Castro inauguraba la primera serie nacional con jugadores amateurs. Ese día dijo: “ Es un triunfo de la pelota libre sobre la pelota esclava”, en referencia al béisbol profesional que antes de 1959 se jugaba en el país.

Mucho ha llovido desde entonces. El Latinoamericano, el más grande estadio del país, sede de Industriales, el equipo de La Habana y actual campeón, no tiene luces artificiales y presenta un deterioro lamentable.

La serie nacional regresa rodeada de polémica. Como el caso de Frederick Cepeda, uno de los mejores peloteros que misteriosamente no integró la selección nacional que tomó parte en la XVII Copa Intercontinental celebrada en Taipei, y después quedó fuera de su equipo, Los Gallos de Sancti Spíritus.

Fue tanto el guirigay que se formó, que unos días antes de inaugurarse la nueva temporada, los jerarcas deportivos decidieron que Cepeda integrara el equipo espirituano. Una entrevista al pelotero fue publicada en el periódico local, Escambray.

La falta de información suele desatar toda clase de rumores y especulaciones. Es cuando los fans tratan de averiguar lo que se dice o publica en Miami. De la prensa miamense han sido extraídas unas declaraciones de Antonio Castro, hijo del comandante, ortopédico de profesión y vicepresidente de la Federación Cubana de Béisbol.

Durante la celebración de la Copa Intercontinental en Taipei, Castro habría hecho una propuesta para permitir que los peloteros cubanos puedan jugar en ligas profesionales de otros países.

De la otra orilla también han llegado los nombres de los últimos 'desertores': Yasiel Balaguer, de 17 años, y Andi Oliva, de 18 años. Dos promesas juveniles que ya se encuentran en Miami.

La pelota, como los cubanos llaman al béisbol, es el único espectáculo capaz de llenar un recinto de 55 mil personas no convocadas por el gobierno. Pero debido a la censura oficial, sus millones de fanáticos, no pueden darle seguimiento a las mejores ligas del mundo, como la de Estados Unidos, Japón, Corea del Sur, Dominicana, México o Venezuela.

La pelota, además, es cuestión de Estado. Los equipos para las series nacionales se conforman en las sedes de los partidos comunistas provinciales. Entre las tareas del primer secretario del partido en una provincia, está la de atender las necesidades materiales del equipo de su territorio.

Aunque más de 350 peloteros han desertado en los últimos veinte años, la prensa gubernamental suele silenciarlo. La gente se entera por periódicos foráneos; correos electrónicos de amigos residentes en el extranjero, o a través de Radio Martí, emisora del gobierno de Estados Unidos, que desde 1985 trasmite hacia la isla y cuya señal es fuertemente interferida por ingenieros militares cubanos.

Para intentar frenar el goteo incesante de deserciones, a los peloteros se les ha mejorado las condiciones de vida durante la campaña nacional. Viajan en ómnibus climatizados, duermen en hoteles confortables y comen a sus anchas. Eso sí, siguen ganando sueldos de obreros. Y por ello, a la primera de cambio, abandonan su patria para jugar como profesionales, y en no pocos casos, ganar salarios de seis ceros.

El secretismo y el misterio rodean los asuntos relacionados con el béisbol en Cuba. Nadie pone en tela de juicio la profesionalidad de los periodistas oficiales, pero es penosa su falta de agallas a la hora de comunicar y debatir temas candentes, con excepción de algunos locutores de radio.

En medio de ese panorama gris, llegó la mejor época del año, la del béisbol. Y con ella, el entusiasmo y la conga en los estadios. Una buena noticia para el cubano de a pie.

Foto: Getty Images, 2009. Aficionados sentados alrededor de la estatua levantada en las gradas del Estadio Latinoamericano, en homenaje al fallecido Armando Luis Torres. Más conocido por Armandito El Tintorero, durante años fue el principal "cheerleader" o animador del béisbol cubano.

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