La revolución cubana es un hecho histórico. No se puede negar. Sus raíces son autóctonas. No vino importada desde el Kremlin. Aunque después de consumarse, en ciertos períodos, se plegó a la línea de Moscú.
El movimiento 26 de julio capitaneado por un joven abogado llamado Fidel Castro Ruz, hijo de un soldado gallego que combatió en Cuba para sofocar la sedición independentista de 1895, no fue formado en las disciplinadas filas del partido comunista local.
En sus inicios, era un seguidor de Eduardo Chibás, un político ortodoxo, recto y honesto. Castro no era un genio militar ni político. Era un cubano ofendido, como muchos, por el artero golpe de estado comandado por Fulgencio Batista, antiguo sargento de taquigrafía que en los años 30 despuntó en la política de la isla y en 1940 fuera presidente.
Fulgencio era paisano de Fidel. Los dos nacieron en la actual provincia de Holguín, a 800 kilómetros de La Habana, uno en Banes y el otro en Birán. Tras la asonada de 1952, Batista se convirtió en el segundo dictador, después de Gerardo Machado, que tuvo Cuba en los primeros 50 años de vida independiente y republicana.
Lo que vino a continuación se sabe. Un asalto casi suicida y sin éxito a un cuartel militar en Santiago de Cuba (criticado con fuerza por los jerarcas del partido comunista criollo como un 'putsch' pequeñoburgués); la guerrilla en las montañas y la entrada triunfal de Castro y su ejército rebelde a la oriental ciudad, el 1 de enero de 1959.
Hasta entonces, nada demostraba que Fidel Castro fuese comunista. Su hermano Raúl sí. Igual que su amigo, el médico argentino Che Guevara. Según el líder guerrillero, su intención era crear un gobierno democrático que beneficiara a todos los cubanos.
Ya en el poder, escalonadamente, fue radicalizando la revolución. A veces en respuesta a políticas agresivas de Washington, a ratos para consolidar su liderazgo. Luego de dos años proclamando que sería "una revolución más verde que las palmas", se supo el rojo trasfondo ideológico.
Instauró un país de corte marxista con un diseño parecido a los vasallos de la Europa del Este. Estudiosos del tema se rompen la cabeza y han escrito toneladas de artículos, intentando demostrar si Castro siempre fue un comunista de corta y clava o se aprovechó del marxismo para diseñar un ilimitado poder.
Me voy por lo segundo. Castro se alió a Rusia para perpetuarse en el gobierno. Fidel es Fidel. Personas con su ego no son seguidores de ninguna ideología. Se consideran por encima de todas esas nimiedades de pensamiento.
Es un alumno aventajado de Maquiavelo. Sus héroes son los conquistadores al estilo de Alejandro Magno, Julio César o Napoleón. Soy de los que piensa que en su interior, Castro piensa que Cuba se le quedó pequeña. Hubiera querido más. Haber sido líder de un centro de poder mundial. Para bien o para mal, Fidel Castro fue un estadista importante del siglo XX.
Estuvo a un tris de provocar una hecatombe nuclear, e incluso, tuvo la imprudencia de pedirle a Kruschov que disparara primero un misil atómico. Posteriormente, apoyó a movimientos guerrilleros por todo el planeta.
Algún día, en los libros de historia se recogerá cómo un país pequeño, pobre y atrasado, realizó una aventura militar en Angola y Etiopía, a más de 10 mil kilómetros de sus costas, trasladando 300 mil soldados durante 15 años de intervenciones en guerras civiles africanas.
A Castro siempre le gustó la conducción en el teatro de operaciones militares. En la década de los 80, desde una casona en la barriada de Nuevo Vedado, con soltura movía soldaditos y tanques de plomo sobre una maqueta gigantesca. Daba órdenes a sus generales sentado en una poltrona en La Habana.
Al dedillo, como un bodeguero, sabía la cantidad exacta de caramelos, chocolates, potes de helados y latas de conserva que consumían las tropas. Nunca fue más feliz el Comandante Único!
El viejo guerrillero siente nostalgia de su comandancia en La Plata y sus marchas por los senderos del Pico Turquino, en la Sierra Maestra. Ahora, en el siglo 21, cuando está esperando que Dios se lo lleve, su delirio de grandeza no ha cedido un ápice.
Todas sus reflexiones versan sobre temas internacionales. Cuánto él daría por ser Obama, Ahmadineyad, Mahmud Abbas, Ehud Olmert o Kim Jong Il. Se ve provocando y ganando guerras.
Solamente burócratas y funcionarios pueden dirigir de forma ordenada una economía o un presupuesto estatal. La legalidad y el respeto a las normas de un partido o a las instituciones son para que las cumplan dirigentes comunes. No para Fidel Castro.
Esas banalidades se las delega a su hermano Raúl. El General es un tipo práctico. Su sueño es simple. Que la gente tenga garantizado los frijoles. Y que la revolución cubana perdure 100 años. Aún le falta la mitad.
Por Iván García
Foto: Bettmann/Corbis. 24 de enero de 1959.
Enjundioso articulo , la ultima oracion como cierre magistral .
ResponderEliminarDiscurso soterrado de un genio popular .
http://www.youtube.com/watch?v=9hBFP42YoxI