Por Iván García
No siempre lo que usted ve es lo real. Si desea comprobarlo, camine por las calles habaneras y sus amplios portales, donde entre un enjambre de tenderetes y puestos de ventas móviles, centenares de gastronómicos viven de robar al cliente usando métodos dignos de cualquier ilusionista.
En pleno centro de La Habana, la estatal empresa de comercio interior, tiene copado el sitio con numerosas cafeterías de mala muerte, bares sucios, mesas y carritos de aluminio desteñidos. Desde que calienta el sol se instalan en cualquier calle concurrida o portal.
Casi siempre venden pan con jamón o lechón, frituras de harina, minutas de pescado, perros calientes o croquetas. También, boniato frito, galletas dulces, rositas de maíz, refresco instantáneo y granizado.
A simple vista, la oferta es amplia. Usted pasa y ve en el mostrador un sólido y bien preparado pan rebosante de lonchas de cerdo o jamón. Y cae en la trampa. Cuando se decide a comprar, seducido por lo que muestran, es cuando sale estafado.
El pan con lechón es un pedazo de grasa y pellejo. Poca o ninguna carne. Y las lonjas de jamón son tan finas y transparentes como un cristal.
Si quiere paliar el calor con un líquido, no podrá descubrir el sabor del jugo o refresco que bebe. Es agua teñida de colores. Con un gustillo lejano a naranja o guayaba.
Es alarmante la pésima calidad de la gastronomía estatal en pesos cubanos, la moneda nacional.
En estos momentos el problema no es la oferta. Lo terrible es esa mentalidad de atracadores de la empleomanía que trabaja para el Estado.
Los precios son asequibles. Un pan con cualquier engendro cárnico no sobrepasa los 5 pesos (0.30 centavos de dólar). El refresco instantáneo, un peso (0.05 centavos de dólar) y el embotellado 5. El vaso de jugo, 2 pesos (0.10 centavos de dólar)
Si usted tiene estómago de piedra, con un dólar se puede comer un "arroz frito" frente al Capitolio Nacional, aderezado con azúcar quemada en sustitución de la salsa china. A modo de postre, dos frituras rancias y grasientas. Y para bajar el rancho, un refresco de sabor indefinido.
A pesar de la poca higiene y adulteración de productos, en la ciudad no se ha desatado una intoxicación alimentaria masiva. Ha ocurrido, pero en menor escala. Hace un lustro, personas que consumieron pizzas se intoxicaron severamente.
La gastronomía por divisas tiene mejor cara. Aunque también hay un ejército de pillos prestos a estafarte. La calidad no es para tirar cohetes. Y los precios, prohibitivos para la mayoría de la población.
Si por casualidad entre sus planes se encuentra visitar la capital cubana, no se fie de lo que ve.
Lo que aparenta ser un bocado exquisito pudiera provocarle vómitos y diarreas. Pero si ha vivido en zonas de catástrofes o de guerras y tiene un estómago de piedra, entonces ¡bienvenido a La Habana!
Este escrito es de una realidad aplastante,no se le escapa una.
ResponderEliminarEs triste pero es asi.Zenaida
pero entiendo que la presentación sera en plan alucinante con matices tecnológicos como en este artículo no? jejejejejejeje xD La gastronomía del futuro entre ciencia y ciencia ficción
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