El Ministerio cubano de Educación prohíbe la utilización por parte de los maestros de cualquier tipo de castigo, sean verbales o corporales, a los alumnos de todos los niveles de enseñanza.
Sin embargo, y aunque lo medios oficiales no lo reportan, a través del periodismo independiente y del boca a boca, se han ido conociendo casos alarmantes de violencia escolar. En casi todos aparecen involucrados maestros con muy poca experiencia como educadores.
Hace una década, Fidel Castro en persona realizó una cruzada para captar profesores en el país. Con urgencia y en cursos acelerados, en un año, formaron miles de “maestros emergentes”, como oficialmente se les denominó.
El objetivo era paliar la crisis profunda que vivía -y todavía vive- el sistema nacional de educación. Los bajos salarios de los maestros de primaria y secundaria, provocan que sea muy volátil el tiempo de permanencia de éstos en las aulas.
Desertan hacia labores donde puedan ganar divisas, como maleteros en un hotel o cuidando baños en un restaurante. De una de esas captaciones procede Fernanda, 19 años, maestra en una escuela primaria del municipio 10 de Octubre.
Fernanda vive con su familia en una casa incómoda de dos habitaciones con tres generaciones diferentes bajo el mismo techo. Desayuna lo mínimo, cuando lo hace, y el salario de 325 pesos (13 dólares) no cubre sus gastos. Se enroló por embullo y para ganar dinero e independizarse. Pero no posee una verdadera vocación por el magisterio y los escasos recursos pedagógicos adquiridos, no le ayudan a lidiar con una veintena de niños de entre 6 y 8 años.
En su caso y en otros, las deficiencias suelen suplirlas con ofensas y malas palabras. Y como no tienen demasiada paciencia, con una regla o un palo llegan a golpear en la cabeza o en la espalda a los alumnos, para que se estén quietos y presten atención.
Un padre que prefirió el anonimato dijo que su hija rechaza a la maestra Fernanda y la tuvo que llevar a un psicológo. No es un hecho aislado. Norge, 36 años, padre de dos niños que estudian en 3er. y 5to. grados en otro colegio del mismo municipio, dice que también allí la violencia verbal y corporal es alarmante.
A todo ello se suma la mala calidad de la enseñanza. Para que sus hijos fijen los conocimientos, los padres que pueden, pagan entre 10 y 20 pesos convertibles mensuales (12 y 25 dólares, el salario promedio en Cuba) a "repasadores", maestros jubilados que dan clases particulares.
Cuando un adolescente termina el bachillerato y no puede acceder a una carrera universitaria, le queda la posibilidad de estudiar Pedagogía o Medicina, las menos exigentes en el programa de altos estudios. Se han devaluado tanto, que les llaman "carreras chatarras" o basuras.
La violencia por parte de profesores ha provocado sucesos trágicos. El 1 de febrero de 2008, Joaquín Torres, de 21 años, "maestro emergente" de la secundaria Domingo Sarmiento, en la barriada habanera de Lawton, le lanzó una silla de hierro a Daniel Castañeda, alumno de 12 años, provocándole la muerte.
En la secundaria Antonio Aucar, de Santa Clara, ese mismo año, el "maestro emergente" Yaniel Basail, dio puñetazos y una patada en el rostro al alumno Daniel Castellanos, por negarse a ingerir el pan con mortadella y un vaso de yogurt de soya ofrecido por el programa gubernamental "Batalla de Ideas".
No pocos padres han perdido la paciencia y se han tomado la justicia por sus manos, y a la salida de la escuela han golpeado a los jóvenes profesores.
El 13 de noviembre de 2009, Leafar Pérez reportaba en Cubanet: " La violencia escolar que sacude a varias escuelas secundarias en el municipio 10 de Octubre ha llegado a niveles insospechables, algo que tiene preocupados a los padres de los alumnos.
"En los primeros días de noviembre, una pelea involucró a decenas de estudiantes de las escuelas Cesar Escalante y José María Heredia. En la disputa un maestro resultó herido con un arma blanca en un brazo y varios estudiantes recibieron heridas de diversa gravedad. Todo comenzó en un reto de baile entre los dos centros, que se fue convirtiendo en un intercambio de ofensas gestuales y verbales, para terminar en una gran riña tumultuaria.
"Las direcciones de estos centros se reunieron con los padres para pedirles que les revisen las mochilas, para evitar que sus hijos lleven navajas, punzones u otros objetos que sirvan para agredir. Los alumnos reincidentes en hechos violentos serán tratados por miembros del Departamento de Atención a Menores del Ministerio del Interior.
"Por otra parte, los muchachos comentan que en los baños se practica sexo y los 'emos' se reúnen durante el horario de recreo para cortarse. Ya no se cortan las venas, ahora se cortan en las piernas para poder taparse las heridas con las medias".
La ministra de Educación, Ena Elsa Velázquez Cobiella, no se ha pronunciado públicamente sobre el aumento de la violencia en las escuelas cubanas. El silencio oficial no contribuye a frenar la situación. Por el contrario, la agrava. El gobierno debiera tomar cartas en el asunto. Lo antes posible.
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