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domingo, 26 de septiembre de 2010

Los mejores dulces de Los Angeles son cubanos


Porto's Bakery & Cafe es un fenómeno de esos que dejan con la boca abierta, un negocio familiar que funciona haga sol, llueva o nieve, aunque rara vez caigan copos en el sur de California.
Pongámoslo así: es más fácil que nieve a que en Porto's no haya cola para comprar dulces. Tienen dos dulcerías abiertas funcionando a buen ritmo en Los Ángeles, la de Glendale, que se inauguró hace más de 30 años, y otra en Burbank, que vio la luz hace tres años, pero que crece con más velocidad porque la marca ya es conocida.
Ahora, el tercero ya está en proceso de ver la luz, en Downey, de donde tradicionalmente vienen muchos de los clientes latinos de Glendale. Podrán ahorrarse el paseo y de paso descongestionar la sede central, al menos hasta que más gente conozca los dulces cubanos y se vuelva a llenar. Cuestión de tiempo.
La fórmula es sencilla: productos de calidad con sabor latino y a dulcería de toda la vida, y a precios más que asequibles. Por 10 dólares uno puede salir de Porto's con un generoso surtido de dulces.
"Nunca tuvimos pérdidas al abrir la tienda", dice Beatriz Porto, una de las herederas del negocio que arrancaron sus padres allá por los años 70 en Estados Unidos. Aunque en realidad la cosa se remonta mucho más atrás, en Cuba, cuando doña Rosa, la matriarca, hacía cakes (tartas) y dulces de forma clandestina en su casa para los vecinos de Manzanillo, a 700 kilómetros al este de La Habana.
"En el momento en que tú decides dejar la isla, te conviertes en enemigo del gobierno", explica la propietaria. "Diez años nos mantuvo mi madre así, hasta que pudimos salir en el penúltimo vuelo legal que partió de Cuba, en 1971".
En California, doña Rosa siguió con la misma fórmula. "Literalmente no había espacio para poner todo lo que cocinaba mi madre y teníamos que colocar los cakes sobre las camas", recuerda Beatriz. Había días de hasta veinte coches llegando hasta el domicilio de los Porto para recoger los encargos. Entonces se tomó la sabia decisión de abrir un local.
El pequeño recinto de 28 metros cuadrados -en Silverlake y Sunset- daba para despachar a los fieles seguidores de la cocina de doña Rosa, pero  también se quedó pequeño. "Los primeros clientes eran cubanos, pero luego los americanos se enteraron y empezó a llegar más gente. Nunca pusimos anuncios en los periódicos, porque no teníamos suficiente dinero. El boca a boca nos hizo lo que somos", explica Beatriz.
"Además, mi madre era una perfeccionista y la calidad que ella te daba no te la daba ninguna dulcería", apunta.
Esa misma calidad les ha llevado a facturar unos números contundentes, millones de dólares al año en panes, cakes para bodas y cumpleaños, dulces variados, pasteles de carne y sandwiches, entre otros.
Aunque no revelan las cantidades,
se sabe que un fin de semana normal entran en la tienda de Glendale alrededor de 2 mil personas, gastándose una media de unos 35 dólares, y se pueden vender 50 cakes de boda, 350 de cumpleaños y despachar entre 550 y 700 órdenes de comida.
Los tres hermanos que manejan el negocio, Raúl, Beatriz y Margarita, emplean a más de 400 personas, que trabajan 24 horas al día para producir panes y dulces y atender por turnos la tienda. Todos son bilingües y saben cómo tratar al público latino, que figura entre sus principales clientes.
Pese a todo el dinero y que los tres hermanos trabajaron desde pequeños en el negocio, todos tienen títulos universitarios. "Mis padres sólo querían vivir decentemente y darnos una educación. Lo demás fue suerte, estar en el lugar adecuado en el momento adecuado, trabajar duro y tener ética de trabajo. Trabajábamos los días de la semana, entre 12 y 15 horas diarias. Todo esto no te cae del cielo".
La fama les puede llevar a tener tantos locales como se propongan. No descartan seguir abriendo dulcerías, aunque a su hermano Raúl, el que lleva la parte financiera, le pareció una "locura" cuando abrieron la de Burbank. "Eso me dijo y mira ahora, ya quiere abrir otra, en Downey". Si todo sale bien, en ocho meses podría estar lista.
Sería un eslabón más en una increíble historia de éxito. "De la nada, dos inmigrantes sin conocer el idioma lograron esto". Suena al sueño americano que tantos persiguen.
Pablo Scarpini, El Mundo/América
Foto: Flickr

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