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miércoles, 1 de septiembre de 2010

Educación en Cuba, más sombras que luces

School girls .. Cuba by ZEDZAP.
Por Iván García
Después de rascarse preocupado la cabeza, Rogelio Ortega, 43 años, decidió pagarle a un maestro privado. Su hijo de 10 años, que cursa el 5to grado de la enseñanza primaria, tenía serias deficiencias en el aprendizaje.
Para la familia Ortega esto significaba nuevos gastos. Tener a un maestro competente y experimentado que repase a su hijo un par de horas tres veces por semana, le cuesta 30 pesos convertibles (28 dólares) al mes.
Ortega y su esposa devengan un salario que entre los dos no supera los 900 pesos en moneda nacional (40 dólares). Una noche, sentados en torno a la mesa de cenar, lápiz en mano, sacaron cuentas y más cuentas. Y decidieron apretarse el cinturón.
Con parte de los euros regularmente enviados por un hermano de Rogelio que vive en España, contratarían a un profesor particular. Y no son pocas las familias en la isla que hacen lo mismo.
En Cuba la educación es gratuita, en todos los niveles. Es uno de los cacareados logros de la revolución personalista de Fidel Castro. Pero en los últimos años la calidad ha caído en barrena. Sobre todo en la enseñanza primaria, secundaria y preuniversitaria. Hay más sombras que luces.
Sucede que nadie quiere ser maestro. El salario es miserable. Un profesor gana entre 345 pesos y 400 pesos mensuales (13 y 16 dólares). La mayoría de los educadores cubanos han huído hacia otras profesiones.
Lázaro Rodríguez, 47 años, fue un maestro destacado. Ahora es cajero de una cafetería por moneda dura. “Cuando menos, me busco 15 pesos convertibles diarios, ése era mi sueldo mensual”, señala sin levantar la vista de la caja contadora.
Otros como Oriol Delgado, 37 años, prefirió cargar maletas en un hotel antes que lidiar con adolescentes en un aula. Y cientos de maestros de nivel prestan servicios en distintos países. En casa del herrero, cuchillo de palo.
Y lo que en esta primavera caliente del 2010 sale a flote, es que, si no se toman medidas urgentes, el fracaso escolar está garantizado. Porque la mayoría de los maestros no tienen vocación. Son menores de 20 años. En ocasiones, los alumnos tienen más conocimientos que sus profesores.
Ernesto Puig, 17 años, escogió el magisterio porque no pudo optar por una carrera mejor. “Y para evadir el servicio militar, aunque estoy a punto de dejarlo, no es fácil enseñar a niños. Tengo muchos tropiezos con los padres, reconozco que no soy un buen maestro, y es preferible estar sin hacer nada que buscarme problemas en una escuela”, confiesa.
Debido la carencia abrumadora de profesores, el Estado los forma como maestros emergentes, en un año, en cursillos llenos de deficiencias. Además de carecer de métodos pedagógicos, muchos de estos jóvenes tienen serios problemas, por su carácter agresivo.
Melisa García, 7 años, alumna de primer grado, con frecuencia se queja a sus padres de la violencia física y verbal de su maestra. En varias secundarias básicas de la capital, se han producido riñas entre profesores y alumnos.
Hace dos años hubo un caso grave, en una secundaria de la barriada de Lawton, en el municipio habanero de 10 de Octubre. Un maestro emergente perdió los estribos y le lanzó una silla de hierro a un alumno, provocándole la muerte.
Debido a la baja calidad del profesorado, ha ido en aumento el número de estudiantes con agujeros notables en su formación. A seis muchachos con edades comprendidas entre 15 y 17 años, matriculados en bachillerato, les pregunté si sabían quién Miguel de Cervantes; de que país Berlín era la capital y les pedí una multiplicación sencilla.
Cuatro erraron las respuestas. Los dos que acertaron, desde edades tempranas daban clases con maestros particulares. Por eso Rogelio Ortega no lamenta el gasto en moneda dura, en un maestro privado para su hijo.
“Deseo que cuando crezca se convierta en un buen profesional. Y si no lo fuese, por lo menos que tenga amor a la lectura y sea un joven informado. De otra manera, le dejaría abierta las puertas de la marginalidad o de una cárcel”, dice Ortega, mientras el maestro repasa matemáticas a su hijo. Y lo está intentando.
Foto: Zedzap, Flickr

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