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lunes, 2 de agosto de 2010

Historia del Trío Matamoros (II)

Por Walter G. Magaña
Finalmente, las primeras grabaciones de Miguel Matamoros, en la guitarra y voz prima, con sus dos compañeros definitivos, intérpretes y también compositores, Rafael Cueto en la guitarra y tercera voz, y Siro Rodríguez en la segunda voz, claves y maracas, no se efectuaron en Nueva York, sino en Camden, New Jersey, Estados Unidos, los días 28, 29 y 31 de mayo de 1928 y 21 fueron los números en total grabados.
La primera grabación que plasmaron en un disco de 78 r.p.m. fue el bolero “Promesa”. Pero no fue este disco el primero puesto a la venta, sino el que tenía grabado por la cara A, “El que siembra su maíz”, y por la cara B, “Olvido”. Este disco estableció un récord de venta en Cuba en aquel tiempo: 64 mil discos, en una época donde eran escasos los aparatos reproductores de sonido.
Es en Camden, New Jersey, Estados Unidos, donde nace el nombre del Trío, cuando el técnico de grabación de la RCA Víctor iba comenzar a grabar, le preguntó a Miguel: “¿Qué nombre lleva el Trío?”, a lo que Miguel responde: “Oriental”. “Ya hay algunos Tríos con ese nombre” respondió el técnico, y a continuación hace la sugerencia: “Yo estimo que debiera llevar su apellido, o sea, Trío Matamoros, con Siro, Cueto y Miguel”, a lo que los tres asintieron “Está bien”. De esta forma, el nombre de Trío Matamoros fue dado por el técnico que realizó la primera grabación del grupo porque ya existía un trío con ese nombre, el de Blez y Figarola, y había un Cuarteto Oriental.
Cuatro meses después del viaje a New Jersey, Miguel Matamoros se había reincorporado a su trabajo como chofer particular de Bartolomé Rodríguez, un comerciante de Santiago de Cuba. Cierto día de 1928, iban pasando frente al establecimiento La Dichosa, cuando el Sr. Rodríguez vio una fila de gente en la tienda de discos y envía a Miguel, su chofer a indagar. Matamoros va y regresa comentándole que era por la venta de unos discos, entonces Bartolomé lo manda a comprar uno. Miguel le entregó el paquete sin saber qué música era. Cuando llegan a la casa y mientras Miguel lava el carro, el comerciante escucha el nuevo disco, con las canciones “Olvido” y “El que siembra su maíz”.
Cuando su patrón lo interroga acerca del disco, diciéndole que las canciones son de un tal Miguel Matamoros, que si era un pariente suyo y que las toca un trío llamado Matamoros, entonces Miguel le responde: “No, Don Bartolomé, no es ningún pariente. ¿Se acuerda que hace cuatro meses le pedí un mes de licencia? Fue para ir a Nueva York a grabar ese disco y otros, con dos muchachos más, de aquí, de Santiago de Cuba…”
Al siguiente día, su patrón lo llama y además de informarle que ya no trabajaba más para él, le entregó un sobre pidiéndole que no lo abriera hasta que llegara a su casa. Dentro tenía una nota con estas palabras, “…un artista de su calidad extraordinaria merece mejor destino y no sería justo de mi parte tenerlo de chofer en mi casa, yo quiero ayudar a contribuir con el arte y que se desarrolle, continúe con su carrera”. También le regaló $100 dólares, que en ese tiempo era una gran suma de dinero.
De acuerdo al musicólogo Cristóbal Díaz Ayala, el hecho de que en poco tiempo se vendieran miles de copias, más de las que vendió el Sexteto Habanero, la estrella máxima de la RCA Víctor en aquellos tiempos, con cualquiera de sus grabaciones, y hubieran logrado el éxito en poco tiempo, se debía entre otros factores a que hasta ese momento la mayor parte de los tríos como el Borinquen de Puerto Rico, eran en realidad un dúo de cantantes con acompañamiento de un guitarrista, y otros que integraban dos guitarras, como el Trío Oriental de Emiliano Blez y José Figarola que, aunque habían grabado desde 1914, no habían logrado un éxito notable.
Según Cueto, en el año 1926 cuando el Trío viajó a La Habana, aprendieron la importancia de la base musical que daban las modestas claves y las agregaron a su instrumentación. Hasta ese momento, Siro tocaba solamente las maracas y desde entonces las alternó, o posiblemente como sucedía con el Cuarteto Machín y otras agrupaciones, a la hora de grabar, aparecían “unas manos misteriosas”, y se escuchaban las dos guitarras, las maracas y las claves, aunque se tratase de un trío. Pero el estilo innovador, único y diferente de ambos guitarristas fue esencial para lograr el éxito. Miguel sabía combinar sabiamente el punteado con el rasgado de la guitarra.
Como consecuencia del éxito alcanzado con estas grabaciones, en ese mismo año de 1928, el Trío debutó en La Habana, gracias a la gestión del compositor y escritor Félix B. Caignet, quien fue contactado por un empresario habanero para que le enviara al Trío Matamoros.
El debut en La Habana tuvo lugar en el escenario del Teatro Campoamor, que estaba de moda en ese momento. Los números que interpretaron ese día fueron: “Promesa”, “Olvido”, “El que siembra su maíz” y “Son de la Loma”, que se escuchaban bastante. La acogida que les proporcionó el público fue tan sorprendente que el Circuito Smith, que los había contratado, llegó a presentarlos en cuatro y hasta cinco teatros un mismo día.
Después de las actuaciones en La Habana emprendieron una gira artística por el interior del país, actuando en Matanzas, Santa Clara, Cienfuegos y Trinidad. Su arribo a Santiago de Cuba -su tierra natal-, constituyó un verdadero acontecimiento. Fueron recibidos con un sentido homenaje, en reconocimiento por el éxito alcanzado, con la participación de tríos, estudiantinas y hasta la Banda Municipal.
Una vez instalados de nuevo en su ciudad, actuaron en teatros, cines, fiestas e hicieron un recorrido por la entonces provincia de Oriente. En el ámbito político, el éxito del Trío Matamoros coincidió con la reelección, en noviembre de 1928, del presidente Gerardo Machado con la consecuente prórroga del poder.
Parece que los directivos de la Víctor, Humara y Lastra, o Miguel Matamoros, o ambos, no tuvieron éxito con la innovación que hicieron cuando decidieron convertir al trío en septeto. En diciembre de 1928 mientras actuaban en La Habana, en el Teatro Rialto, el Septeto Matamoros grabó para la RCA Víctor.
Además de los tres integrantes del trío, integraron a Manuel Borgellá en el tres, Agérico Santiago en el clarinete, el cornetín con sordina y la corneta china, Francisco Portela en el contrabajo y Manuel Poveda en las pailitas.
Pero estas grabaciones, entre ellas “Mi Teresa”, “El fiel Enamorado”, “Oye mi coro”, “Déjame gozar mulata” y “Los carnavales de Oriente”, no tuvieron el mismo éxito que las interpretaciones del Trío Matamoros. La preferencia de la Víctor en los Estados Unidos era por el Trío, a juzgar por el historial discográfico.

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