En Cuba, cuando los servicios especiales te citan con carácter oficial, casi siempre es con el deseo expreso de mandarte un mensaje de miedo. Se inicia una campaña de acoso programado para que la persona desista en su trabajo, ya sea como periodista o disidente.
Por lo general, cuando uno se inicia en estas lides, pretenden convertirte en un soplón. Si ves que eres consecuente con tus ideas, la labor es desestabilizarte con variadas artimañas.
Pueden presionar a tu familia y hostigarla descaradamente. Estar bajo la lupa de la contrainteligencia cubana es una señal clara que la labor que uno desempeña les preocupa.
Soy un hombre que escribe. Redacto crónicas de la decadente sociedad en que vivo y mi percepción sobre la situación de Cuba. Tengo un blog, Desde la Habana, donde vomito lo que pienso.
También escribo para el diario digital El Mundo América, un medio español con 24 millones de lectores. Ese es un punto que molesta a los tipos duros de la Seguridad cubana.
Ser periodista en una sociedad cerrada es una tarea de aventureros o locos. En Cuba hay una ley, conocida como Ley Mordaza, que le permite al gobierno encarcelarte por 20 años, sólo por escribir tus criterios.
No soy un hombre especial. Ni héroe. Ni mártir. Tengo miedos y fobias. Quince años escribiendo como periodista independiente me han convertido en un lobo solitario. Un francotirador paranoico de las personas que me rodean.
No me fío de nadie. Esa desconfianza enfermiza desgasta. Es el producto de una labor paciente de intrigas y odios que realiza la policía política en la isla para que nunca te sientas seguro.
Ser disidente o periodista sin mandato te hace estar en un perenne estado de sitio. Te pasa factura. Mental y humana. Intentando siempre cuidar lo que más quieres: la familia, pues sabes que es el eslabón por donde te pueden atacar.
El 15 de agosto cumplo 45 años. A estas alturas de mi vida tengo claro lo que quiero. No creo que una citación oficial para que me presente en una unidad de la contrainteligencia militar, el lunes 9 de agosto a las 9 de la mañana ante el teniente coronel Enrique, pueda cambiar mi decisión personal de escribir mis criterios sobre la vida en Cuba.
No guardo secretos. No he cometido delito alguno. Por lo tanto, continuaré informando. Soy un prisionero del oficio.
Iván García
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