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sábado, 10 de julio de 2010

El olvido en Nueva York

Por Raúl Rivero
La semana en que el poeta Emilio García Montiel terminó su primer libro de poemas aprovechó para celebrar todos los cumpleaños de su vida. Recogió lo suyo y se mudó enseguida para Tokio y para México, alquiló habitaciones en medio mundo y acomodó La Habana en una maleta de cartón. Pero no fue a su fiesta. Ni salió de viaje.
Quiero decir que García Montiel (La Habana, 1962) comenzó con Squeeze play, su cuaderno inicial, una obra que se enriquece, cambia y crece aunque sin desertar nunca de su idea de hacer universales sus asuntos. Y sin guardar en su funda una guitarra secreta que le da una música interior a sus versos .
Los libros que llegaron después (Cartas desde Rusia y El encanto perdido de la fidelidad) y sus viajes reales, sus estudios y sus trabajos en otras zonas de la Tierra y en otras estaciones, lo han asentado en esas dos líneas maestras. Su manera de ver el mundo por encima de la tapia de los patios municipales no está relacionada con la descripción superficial de geografías y paisajes diferentes. Se trata de la esencia de su poesía. De su identidad.
Ahora se ha ido a Nueva York con su nuevo libro: Presentación del olvido (ediciones Malecón). Y allí están los versos misteriosos y los comprobantes estrujados, pero enteros, con los que ha podido entrar y salir de regiones alegres o peligrosas, marcadas desde aquel Squeeze play que tomaba el nombre de la jugada suicida del béisbol.
Aquí están unos versos de su poema Un día de inocencia: Yo recuerdo a los hombres en el momento mejor de su caída/ cerca ya de la noche./ Cuando apenas ya se advierte una sombra, una nostalgia, un temblor hacia el fin./ Yo los recuerdo en días apacibles:/ hechos sobre un pasado de extraña lucidez.
Foto: Parque Central de Nueva York en verano.

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