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lunes, 7 de junio de 2010

El Cártel de La Habana (III)

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El Che Guevara dirigía el establecimiento de centros de entrenamiento guerrillero en Argentina, controlando así los brotes subversivos entre Bolivia y Paraguay en los bordes fronterizos con Argentina. Los documentos revelaron que los agentes de la inteligencia cubana que trabajaban para el Che Guevara habían logrado integrar a este andamiaje a los principales traficantes de cocaína del área con el fin de establecer un corredor que facilitase el traspaso de armas y de hombres y la búsqueda de fondos para las operaciones. El escándalo provocado por la publicación de los documentos trajo como consecuencia la expulsión de Cuba de la OEA en enero de 1962.
En abril de ese mismo año, agentes del Servicio Federal de Narcóticos de los Estados Unidos, al mando de Eugene J. Marshall, detuvieron al conductor de un pequeño camión estacionado en una barriada del suroeste de Miami. En su casa se hallaba su esposa; allí se hallaron pruebas que establecieron la conexión de la pareja con los servicios secretos de Castro.
En un compartimiento de doble fondo se halló, además, una cantidad enorme de cocaína pura. La operación concluyó con el arresto de cuatro cubanos: José Barral, Mario Delgado, José León y Gabriela Giralt; un quinto cómplice era el norteamericano Rudolph Martínez. En sus declaraciones, los detenidos admitieron su conexión con los servicios cubanos, señalando como enlace a Juventino Guerra, otro cubano al servicio de Castro desde Nueva York, detenido recientemente en esa ciudad por tráfico de cocaína pura. Los cinco confesaron su participación en el narcotráfico entre Estados Unidos y La Habana.
En el curso de una conferencia de prensa en Washington, el Comisionado de Narcóticos de Estados Unidos, Charles Siragusa, aseguró que la cocaína procedía de Cuba. El 8 de mayo de 1962, Henry L. Giurdano, miembro de esa institución, informaba ante la Comisión de Drogas y Narcóticos de la ONU en Ginebra que "existían pruebas incontrovertibles para dudar sobre el informe del gobierno de Cuba sobre que el tráfico ilícito de drogas había sido erradicado de Cuba".
En testimonio ante el Senado norteamericano, Thomas Cash, agente especial para la zona de Miami de la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA) señalaba que desde 1963 su agencia recibía información que implicaba al gobierno cubano en el tráfico de drogas.
En junio de 1967, prestó declaración ante una comisión especial de la OEA el venezolano Marcano, quien daría pormenores de la subversión castrista en Venezuela. Marcano, entrenado por los servicios cubanos de inteligencia y contra inteligencia, participó en numerosos actos de sabotaje y terrorismo contra su país.
De acuerdo con Marcano, siguiendo instrucciones de los cubanos, en 1965 se supo en contacto en Colombia con el contrabandista Luis Pérez Lupe, que tenía en sus manos casi todo el comercio ilícito de mercancías, armas y drogas en la costa atlántica. Pérez Lupe aceptó trabajar para La Habana y propuso hacer un puente desde Aruba a las costas venezolanas, con el lanchero de bandera venezolana Nelson Sosa, quien debía trasladar una carga de hombres y armas.
Después, Marcano entró en Venezuela por Maicao, a través del famoso "camino verde" usado por la inteligencia cubana, y que era transitado, entre otros, por traficantes de drogas. Marcano destacó que los cubanos estaban involucrados en el mercado negro que recorre por el Amazonas hasta Manaos. Asimismo, los agentes de Castro organizaron el concurrido corredor de Aruba; otro importante conducto clandestino creado por los cubanos fue el de la costa atlántica colombiana, en el que utilizaban barcos franceses que trabajaban en los bananares de Santa Marta, los cuales podían trasladar hasta diez personas y hacer un viaje sin escala a Hamburgo.
A fines de 1963, un asistente de Raúl Castro viajaba a Checoslovaquia con el fin de obtener equipos especiales para la producción de narcóticos en Colombia y la manufactura de drogas sintéticas como parte de un programa experimental. Según el general Sejna, el propio Raúl Castro recogió los equipos en abril de 1964 tras una visita a Moscú.
Posteriormente, el jefe de logística médica del ejército checo, general Miroslav Hemalla, voló a Cuba acompañado de dos subordinados y dos técnicos para analizar con Castro la posibilidad de producir la droga localmente en la República Dominicana. En La Habana se firmó un acuerdo de cooperación médica para el entrenamiento de cubanos en el uso de los equipos especiales.
En octubre de 1964, los servicios de inteligencia del bloque soviético -incluidos los cubanos- firmaron un pacto estableciendo un sistema de inteligencia integrado. James Angleton, decano de los jefes de la inteligencia norteamericana declaró en una famosa entrevista que "la CIA y sus servicios hermanos en [Gran] Bretaña, Francia y Alemania Occidental habían encontrado suficientes evidencias de coordinación entre la inteligencia soviética, búlgara, de Alemania oriental, Libia, cubana, húngara, rumana y polaca, durante largos períodos, para convencer a los más escépticos".
Los soviéticos orientaron a los checos a introducirse en México y aprender los detalles operativos de ese país, debido a que las más efectivas operaciones de narcóticos ejecutadas por Cuba se realizaban allí aprovechando la corrupción prevaleciente en los medios oficiales. El nombre secreto para esta operación encubierta fue el de “Rin”, y el agente responsable en México fue el mayor Jidrich Strnad, que actuaba bajo las órdenes del Coronel Borsky.
Cuba y Checoslovaquia desarrollaron operaciones conjuntas, como la de Chile, donde el agente checo Danislav Lhotsky estableció una red experimental de producción y distribución de droga en concierto con los cubanos. En 1967 Lhotsky recibió la condecoración Estrella Roja del gobierno de su país.
En la primavera de 1967, el general soviético Savinkin convocó una reunión de varios días en Moscú con la alta dirigencia de los países miembros del Pacto de Varsovia, incluida a Cuba. Entre los tópicos discutidos figuró el uso de los narcóticos como arma de erosión contra el Occidente. A la reunión asistieron por Checoslovaquia los generales Sejna, Bohimir Lomsky y el ministro del interior, Josef Kudrna; la delegación cubana estuvo encabezada por el Ministro de Defensa Raúl Castro.
Meses después, Raúl Castro se dirigió a Praga donde sostuvo intensas reuniones con los altos jefes militares y de inteligencia checos, entre ellos el general Sejna. Allí se abordaron pormenores de la previa reunión en Moscú concernientes a la futura expansión de la actividad narcotraficante y la coordinación de los trabajos de investigación de drogas entre Cuba y Checoslovaquia.
Es conocido que las misiones diplomáticas de Corea del Norte en Europa sufragaban sus gastos con el tráfico de drogas y el mercado negro. Asimismo, el polvo para producir el metaqualon, el psicotrópico más ampliamente consumido en el mundo, provendría fundamentalmente de Hungría, Alemania del Este y de China comunista.
La política de burlar el embargo norteamericano condujo a Cuba a una cultura de corso, legitimada por el gobierno; y, de lo necesario se pasó a la generalización de estas prácticas. En la década de los 60, Castro planteaba reiteradamente el derecho de reproducir y de cualquier manera hacerse de productos occidentales, siempre y cuando se entendiera que dichas mercancías fuesen necesarias.
Los derechos reclamados por Cuba habrían de ejecutarse por medios ilegales y en violación a acuerdos internacionales. Así, la empresa de los servicios secretos cubanos CUBALSE efectuaba las transacciones ilegales del régimen, incluyendo estas las relaciones con organizaciones mafiosas y cierto tráfico de narcóticos.
En la década de los 70, el énfasis comienza a desviarse a la actividad de transferencia tecnológica hacia la URSS y el país, y es precisamente cuando comienzan a organizarse empresas y departamentos especializados, a veces dirigidos directamente por Castro y otras en manos de sus servicios de inteligencia.
l esfuerzo masivo del bloque soviético en el tráfico de drogas alcanzó su cenit en la década de los setenta, donde Turquía devino en el centro de una extensa red de narcotraficantes, mercado negro de armas y terrorismo operado desde Bulgaria. Se utilizaron también los territorios de Sicilia, Trento y Trieste en el norte de Italia, y estuvieron involucradas las Brigadas Rojas. Esta sería una operación muy similar a la descubierta en el Caribe a través de Cuba, Nicaragua y Panamá.
Khun-Sa sería el monarca del famoso “triángulo de oro” que llegaría a producir 60 toneladas de heroína anualmente. El Triángulo se halla en los meandros de los ríos Mae-Sai y del Mekong, y bordea a Laos, Tailandia y Burma, en una tierra de nadie. Khun-Sa contaría con el apoyo del partido comunista de Burma, del marxista Pathet Lao.
La heroína que sale del triángulo de oro encontraría un puente en un país del bloque soviético, Bulgaria, donde la firma comercial XINTEX, una filial de los servicios secretos búlgaros, el "Dajnavna Sigurnost" se ocuparía de comerciarla. El 70 por ciento de la droga que entraría en Europa se canalizará por los búlgaros; y uno de los narcotraficantes más célebres del viejo continente, el turco Bekir Celenk figuraría como el cliente más escogido del jefe de la inteligencia búlgara, Dimitre Savov.
Dentro del bloque soviético, los búlgaros encabezarían las vastas transacciones multilaterales de droga por armas, para beneficiar al Ejército Rojo del Japón, a la OLP Palestina, al IRA de irlanda, el movimiento vasco-terrorista de ETA.
En especial, la OLP dependería tanto en sus finanzas de las transacciones en drogas por armas, mediante los búlgaros sobre todo después de que la crisis del petróleo en 1973 redujo drásticamente sus ingresos provenientes de los países árabes amigos. La OLP cultivaba la droga en el valle del Bekaa, en Sraune y Sahle, que luego la remitían a Bulgaria.
Del libro Las guerras secretas de Fidel Castro, Juan F. Benemelis.
Foto: Praga, capital de la antigua Checoslovaquia, hoy República Checa.

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