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miércoles, 3 de febrero de 2010

Cubanos esperan poco de 2010

Waiting for the butcher por Gertjan de Vries.

Por Iván García

Rubén Soriano, 42 años, desea como nadie la llegada de un frente frio. Se quita el sombrero de guano, levanta la cabeza al cielo y exclama: “Hoy tampoco va llover”.

Eso es malo para su negocio. Rubén trabaja duro un terreno no muy fértil en la periferia de La Habana, donde siembra tomates y vegetales de estación. Las altas temperaturas y la sequía prolongada han visto disminuir sus cosechas. Con una lógica primaria y contundente dice:

-Si recojo poco, gano poco. Y si no obtengo un buen dinero vivo mal y no tendré mucha plata para comprar semillas ni aperos de labranza para el año que viene. Entonces rezo para que el clima me ayude.

Soriano fue uno de los favorecidos cuando en 2008, el gobierno del General Raúl Castro, como usufructo le entregó un terreno baldío para que lo trabajara. Él, su esposa y sus tres hijos estaban llenos de ilusión.

Lo único que ha hecho mucho y bien toda su vida Rubén Soriano es trabajar la tierra. Se queja de los bajos precios que los centros estatales de acopio pagan por sus cosechas. En teoría, debe vender al Estado alrededor de un 70 por ciento de lo que siembra.

En la práctica no es así. Se ve obligado a declarar cifras por debajo de la realidad, para poder vender a compradores particulares que pagan el triple por sus productos. “Pero si sigue el calor y la falta de lluvia, tendré que dedicarme a otra cosa”, señala preocupado. Y confiesa que en la tele sólo ve los partes metereológicos.

A Oscar Suárez, de 56 años, le importa un comino si llueve, hace frío o calor. Es taxista particular y desde el 2006 tiene licencia para alquilar. Cuando llega diciembre, tiene que declarar al fisco sus ganancias y pagar en el banco una suma que oscila entre los 2 mil y 3 mil 500 pesos.

-Siempre sucede igual. Cuando llega el último mes del año, tengo que trabajar como un mulo para obtener ese dinero. Para mí lo importante no es el tiempo, si no que haya personas dispuestas a trasladarse de un lugar a otro y que tengan diez pesos para pagar.

Suárez es un taxista con un elevado nivel cultural. No tiene nada que envidiarle a sus homólogos de Buenos Aires, donde según ha leído, lo mismo te hablan de ópera, que de la bolsa, el Boca Junior o la situación en Irak. “Yo soy parecido”, alardea.

En lo que sí no se parece a ningún taxista argentino ni del resto del planeta, es que maneja un antiguo Chevrolet, un verdadero Frankestein. Y riéndose dice:

-Es una vieja con colorete. Lo he pintado siete veces y lo he chapisteado otras tantas. Es un engendro mecánico, tiene motor de Volga (coche ruso) y piezas de tantos países que parece un producto de las Naciones Unidas.

Pero camina y le da plata, que es lo que a él le importa.Tampoco le preocupa demasiado si contamina mucho o poco el medio ambiente.

-Este viejo Chevy es parte de la familia. Mi abuelo, mi padre y ahora yo y mis hijos, lo hemos conducido. Estoy más agradecido a él que a un perro guardián. Suelo decir que en mi casa, antes de cenar, en vez de rezar al Señor oramos por la General Motors.

Para el 2010, Oscar Suárez desea paz y tranquilidad en todo el mundo y que la situación económica de Cuba mejore.

-Lo deseo desde 1989, pero ya estoy cansado de ilusionarme. Aunque no estaría mal si los de arriba -y hace un gesto con la mano indicando las barbas de Fidel Castro- cambiaran de brújula y se orientaran por la economía de mercado, quién sabe a lo mejor para el año que viene...

Diego Ramírez, 34 años, ingeniero no espera grandes cosas de 2010. Todo lo contrario.

-Lo más probable es que tengamos que abrir un nuevo hueco al cinturón. En mi empresa se rumora que recortarán las retribuciones en divisas. Ya nos quitaron el almuerzo y nos dan 15 pesos diarios para comer. El paisaje se ve gris con pespuntes negros.

Diego es un escéptico de libro de texto. “Los únicos que ven que el país marcha son las personas que nos dirigen”. Y muestra un ejemplar del diario Granma, con un Hugo Chávez sonriente, y un titular en letras negras con la buena nueva: 13 mil millones dólares en inversiones entre Cuba y Venezuela.

Tipos como Diego Ramírez hace mucho rato que dejaron de creer en el exagerado triunfalismo de los medios oficiales. Cada día, él espera otro tipo de noticia.

- Muertes, defenestraciones, cambios políticos y económicos...

Y sueña con enterarse leyendo periódicos como El Mundo o viendo el Canal 23 de Miami. "La prensa de cubana nada informaría hasta que todo esté bajo control. Así que es posible que para el año que viene, algo bueno de verdad suceda".

Según Diego, muchos cubanos desean lo mismo.

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