Por Tania Quintero
Cuba no figura entre los países donde la violencia se ha impuesto. La televisión, por ejemplo, cien por cien controlada por el estado, prohibe escenas violentas y de sexo explícito. Pero eso no significa que la agresividad no se haya apoderado de nuestras relaciones, dentro y fuera del hogar.
Cuando María del Carmen tocó el timbre de la puerta de la vecina que todos los días le hacía el favor de guardarle en el refrigerador la leche de su pequeña hija, se encontró con el hijo de la señora, quien, groseramente, le dijo que buscara otro lugar donde molestar. "Aunque no vivo aquí, aquí mando yo", dijo el joven y le tiró la puerta en la cara.
María del Carmen, madre soltera de 30 años, no es una mujer de las que en Cuba se llaman "aguantonas". Pero decidió quedarse callada porque era la casa de ellos y porque el hijo de la vecina tiene fama de violento. "Su mujer -cuenta María del Carmen- le tiene pánico, sus padres también. Hay quien dice que a veces se comporta como si estuviera enmariguanado".
Cerca del domicilio del hijo de su vecina, en el barrio habanero de Luyanó, hace unos meses un hombre mató a su mujer. La pareja se embriagaba a menudo y armaba grandes escándalos. En una de esas broncas, el marido persiguió a su esposa por la azotea del edificio donde vivían y allí la mató. Luego bajó con el cuerpo y se ensañó en el cadáver. Los vecinos se enteraron al día siguiente.
Aunque la violencia doméstica es más visible entre esposos, ocurre también en hogares donde bajo un mismo techo conviven personas de diferentes edades. Aunque en casas donde viven solamente dos o tres personas por cualquier cosa se fajan. Pero es la excepción.
La mayor parte de las solicitudes de permuta se realiza en busca de paz y tranquilidad en el seno familiar. Hay hermanos peleados entre sí. Padres que no le hablan a sus hijos. Cuñados que se odian a muerte. Y nueras o yernos que le desean la mayor desgracia a sus suegros.
Las divisiones familiares tienen larga data. Y su principal causa es el dramático problema habitacional. Durante décadas, la revolución castrista ha sido incapaz de construir viviendas para todos y la gente se ve obligada a nacer, crecer, casarse, divorciarse y hasta enviudar sin poder cambiar de morada.
En menor escala, a la violencia intrafamiliar ha contribuido el "modo de vida socialista", caracterizado por la escasez y el racionamiento. Alguien contaba una vez el caso de un hermano que mató al otro en una riña por un plato de comida. No pocos conflictos se generan diariamente porque la abuela se tomó el café que quedaba para brindarle a una visita o porque la prima vino a pedir azúcar para llevarle al marido preso.
O simplemente porque uno se comió el pan del otro o se sirvió una ración mayor de arroz. Lo que en cualquier país es una insignificancia, en Cuba puede desatar una pelea de proporciones incalculables. Hace unos meses, en un edificio al lado de donde residimos, estalló una trifulca porque la hija, por 10 pesos, le alquiló a la madre un par de tenis, y un hermano se los robó, argumentando que "era una bajeza cobrar dinero a su madre por prestarle unos tenis".
Se dijeron horrores y se fueron a las manos, en medio de los gritos de los menores que habitan en el mismo apartamento. Afortunadamente, la sangre no llegó al río.
Los malentendidos que dan paso a los altercados pueden ocurrir en la calle, en una parada de ómnibus y hasta dentro de un taxi. Sobran los ejemplos y cada cual tiene una anécdota que contar. Pero también se producen acciones humanitarias.
Como la ocurrida en un parque capitalino, cuando un jubilado de 78 años, que todas las mañanas acudía a hacer ejercicios con un grupo de ancianos, tropezó y se cayó. Se dio un golpe en la frente y comenzó a sangrar abundantemente. Cuatro alumnos de una escuela secundaria aledaña que estaban en el receso, acudieron en su auxilio. Mientras dos lo levantaban, el otro se quitó su pulóver y se lo puso en la frente. El tercero buscó un carro que resultó ser de un militar. Lo montaron y lo llevaron para el cuerpo de guardia del hospital más cercano. El militar y los dos alumnos esperaron a que lo viera el médico y lo trajeron hasta su casa.
La historia fue contada por la esposa del jubilado, quien a la hora del suceso se encontraba en el policlínico. Al enterarse de la actitud humanitaria de los jóvenes quiso localizarlos. "Quisiera comprarle un pulóver a ese jovencito. Todo el vecindario quedó conmovido por el proceder de ellos. Son actitudes que ya no se ven en la Cuba de hoy".
No se puede perder la esperanza. A pesar de los pesares, no todo está perdido.
(Publicado en Cubafreepress en octubre de 1998).
Foto: kiwi vic, Flickr
Hola, soy escrito y me encuentro haciendo la biografia del fallecido pintor cubano Tomas Fundora, autor de la polemica obra El Cristo de Espaldas. El dejo unos documentos en los que menciona una nota de Tania Quintero titulada "Creer esta de moda".
ResponderEliminarTengo unas preguntas que hacerle a Tania para enriqueser el trabajo. Por favor, si alguien pudiera ponerme en contacto con ella, le estaria muy agradecido.
Sinceramente,
Ariel Gonzalez Calzada