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sábado, 5 de diciembre de 2009

Lo que la Revolución nos dejó (III)

CUBA - Escenas urbanas por Manolo Marrero.

Por Iván García

Tan preocupante como los niños que están naciendo con problemas, es el hecho de que la sociedad cubana está envejeciendo aceleradamente. Según estadísticas del año 2000, el 1,3 por ciento de la población tenía menos de un año (142,674); el 5,3 por ciento, de 1 a 4 años (593,070); 14,7 por ciento, de 5 a 14 años (1.644,415); 54,0 por ciento, de 15 a 49 (6.058,602); el 10,5 por ciento, de 50 a 59 (1.176,346) y el 14.2 por ciento, 60 años o más (l.601,993).

Para ilustrar mejor la situación, el doctor Enrique Vega, director nacional del Adulto Mayor y Asistencia Social del Ministerio de Salud Pública (MINSAP), muestra este cuadro: dentro de diez años, un médico de la familia atenderá a 118 personas mayores y 92 niños. “Sin embargo, recalca, todavía los conocimientos sobre la salud en la tercera edad ocupan un pequeño espacio en la preparación de los estudiantes de medicina actualmente”.

La Habana Vieja dejará de ser identificada como una zona colonial: literamente pasará a ser sinónimo de una capital de gente envejecida. La capital cubana tiene un 16,9 por ciento de población mayor de 60 años, la segunda del país, después de Villa Clara. Una encuesta reciente de la Oficina Nacional de Estadísticas y el MINSAP, realizada a 1,905 personas residentes en los 15 municipios de Ciudad de La Habana, arrojó que en el 42 por cientos de las viviendas habaneras reside por lo menos un adulto de 60 o más años.

En dicho estudio, las mujeres “quedaron mejor paradas” que los hombres, aunque se caen y sufren el doble de fracturas que ellos. En diabetes, artritis, osteoporosis y enfermdades del corazón, triplican al sexo masculino. “Es lógico, sobre nosotras recae todo el peso del hogar y la responsabilidad de alimentar a la familia. Y eso en Cuba es muy difícil y enajenante”, declara Ada, 71, jubilada.

Si los pies defectuosos y urgidos de calzado apropiado influyen en las caídas de las ancianas, el panorama no es más halagüeño en relación con la dentadura. Se ha vuelto común ver a hombre y mujeres, con frecuencia jóvenes, a quienes les faltan piezas, las tienen careadas o usan prótesis.

“Casi nadie tiene el cajetín completo”, dice un vendedor de periódicos que sin complejo muestra sus encías. Un especialista en estomatología que prefirió no dar su nombre, dijo que en los años 1982 y 1995 el índice era de 28 piezas menos en las dentaduras de personas de 60 años, pero que en la actualidad el promedio es de 18 a 20 dientes perdidos en la edad avanzada. “Sinceramente, no lo creo, porque yo lo que veo cada día es gente desdentada, a veces bien vestida y preparada, pero sin dientes o con dientes postizos”, afirma Lázaro, 38, gastronómico.

Para Alberto, 57, sociólogo, “el envejecimiento acelerado de la sociedad cubana es producto de las difíciles situaciones económicas durante décadas, lo que ha provocado que las parejas lo piensen dos veces antes de tener un hijo. También ha influido la falta de un futuro claro y la realidad de habitar numerosas personas en una misma vivienda. Cuando se deciden a tener descendencia, por lo general tienen uno o a lo sumo dos hijos”.

Con los criterios del sociólogo coincide Marlene, 32, ingeniera, quien ya está deseosa de ser madre. “Mi esposo y yo nos llevamos muy bien, pero no tenemos un hogar en común, y en la Cuba de hoy con 900 pesos (la suma del salario de los dos, equivalente a 35 dólares), no alcanza para mantener a un niño”. Pese a las dificultades, Marlene sueña con tener pronto un bebé, “pero no quisiera tenerlo en Cuba”, confiesa risueña.

Los sueños devinieron pesadilla para Luisa, 26, obrera. Ella ya conoce los dolores de cabeza que da mantener a un hijo como madre soltera. Luisa se separó de su marido cuando tenía cuatro meses de embarazo. “Con un salario de 263 pesos (10 dólares) me las vi negras”, señala. En su familia tuvieron que hacer una colecta y le compraron una cuna y artículos imprescindibles de canastilla. “Mi hijo no tuvo coche ni corral y las ropitas eran todas de uso, de las que se le habían ido quedando a mis sobrinos”, recuerda melancólica.

Esa solidaridad es habitual en Cuba, donde existe una especie de cofradía entre las futuras madres, sus familias y amigos. Lo utilizado por un niño se guarda para una hermana, una prima o una compañera de trabajo. Las cunas en ocasiones han sido utilizadas por padres y abuelos y después, cuando el ultimo nieto creció, se presta, se regala o se vende a un vecino, probablemente tan necesitado o más. No obstante las inmensas dificultades, las parejas saben que vale la pena enfrentarlas a cambio de ver crecer y desarrollarse a un hijo.

En Cuba la preocupación no es la atención médica a las embarazadas ni a los recién nacidos. Es cierto que los hospitales materno-infantiles (30 en todo el país), no disponen de grandes comodidades ni suelen ser agradables a la vista, pero la tasa de mortalidad en el 2002 fue de 6,5 por cada mil nacidos vivos (en el 2001 fue aún más baja, 6,2).

En contraste, debido a dificultades materiales como las mencionadas, es alarmante la tasa de natalidad: 12,5 por ciento en el 2001, la más baja en cien años (en 1899 fue de 32,8 por ciento). Cuando Fidel Castro llegó al poder en 1959, la tasa de natalidad era de 28,2 por ciento. El decrecimiento comenzó en 1970, año en que este indicador fue de 28,6 por ciento. Once años más tarde, en 1981, era la mitad: 14,1 por ciento.

Después de 1959, los años donde nacieron más niños en Cuba fueron 1963 (35,0 por ciento); 1964 (36,6 por ciento) y 1965 (35,4 por ciento). Pero la verdadera explosión demográfica en la isla se produjo en 1917: 47.6 por ciento.

Yoel, 25, desocupado, vive ajeno a estas cifras. Es más, ni le interesan ni las entiende. Cuando terminó el servicio militar dejó los estudios, se enamoró y comenzó a vivir con su novia. “Al año ella estaba dando a luz, un varón que ya cumplió nueve meses, tiempo en que comienza lo bueno, pues hay que empezar a darle comida e ir pensando en comprarle zapatos, porque pronto caminará y no puedes tenerlo todo el tiempo descalzo”.

De acuerdo a cálculos que Yoel ha sacado, para darle todo lo que un bebé necesita desde que nace hasta el segundo año de vida, hacen falta no menos de 600 dólares, cantidad que en Cuba equivalen a 15 mil pesos cubanos. Y 15 mil pesos es lo que gana un médico de categoría en tres años de trabajo.

Es por ello que el matrimonio formado por Antonio, 27, y Omara, 26, maestros los dos, se rascan la cabeza cuando se les pregunta sobre sus planes de tener hijos. Entre los dos ganan 700 pesos al mes (menos de 30 dólares). “Aún habrá que esperar”, dice Antonio. Y abraza con cariño a su mujer.

Foto: Manolo Marrero, Flickr

1 comentario:

  1. Muy interesante. na observación: la tasa de natalidad se mide por mil, no por ciento.

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