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viernes, 4 de diciembre de 2009

Lo que la Revolución nos dejó (II)

CUBA - Escenas urbanas por Manolo Marrero.

Por Iván García

El 60 por ciento de la población cubana actual (11 millones 237 mil 154, en julio de 2003) nació bajo el emblema de la revolución. Y durante 50 años de actos y discursos se les ha hecho creer que salud y educación gratuitas son sinónimo de libertad y democracia.

El embarazo ectópico que mató a Yolanda y que cada año se lleva la vida de mujeres en edad reproductiva, no figura entre las principales causas de muerte en Cuba. Según cifras del año 2001, en primer lugar aparecen enfermedades del corazón, con 20,727 víctimas anuales; en segundo, los tumores malignos (16,805) y en tercero las enfermedades cerebrovasculares (8,067). Le sigue en cuarto puesto la influenza y la neumonía, que si en 1995 fue causa de muerte en 3,760 personas, en el 2001 casi se duplicó: 6,982. En quinto lugar aparecen los accidentes mortales, 4,829, menos que en 1995 (5,847).

En el libro Cuba, mas allá de los sueños , de la periodista Silvia Martínez, publicado en 2003 por la Editorial José Martí y del cual hemos extraído éstos y otros datos, se mencionan los suicidios y lesiones autoinfligidas, cifras consideradas tabú. Allí se lee que en 1995 hubo 2,223 suicidios; 2,056 en 1998; 2,051 en 1999; 1,845 en 2000 y 1,649 en 2001. Ojalá los números hayan seguido bajando en 2002 y 2003.

Lo que sí no baja es el porcentaje de la población indiferente a los conceptos de libertad, democracia y derechos humanos. Para Carlos, 21, estudiante universitario, democracia es sinónimo de poder cursar una carrera de medicina sin que sus padres hayan tenido que pagar un centavo. “Es verdad que hay un solo partido y un único discurso. Es verdad también que uno públicamente no puede decir lo que piensa, pero en Cuba no hay desaparecidos o escuadrones de la muerte y cuando usted llega a un hospital nadie le pregunta a usted si es militante, cristiano, comunista o disidente. Le atienden sin cobrarle”, responde Carlos.

Y lleva razón. Eso es algo bueno. Para ser un país del tercer mundo, estamos en primera fila en materia de salud y educación. Vea usted: según datos de 2001, tenemos 67,128 médicos (un médico por cada 167 habitantes); 84,232 enfermeras y auxiliares y 16 mil estudiantes de ciencias médicas como Carlos. Todo esos logros a pesar de tener sobre nuestras espaldas, desde 1962, la angustiosa libreta de racionamiento, mediante la cual cada cubano mensualmente puede adquirir seis libras de arroz, cinco libras de azúcar, veinte onzas de frijoles, una libra de pollo y dos pescados jurel con cabeza, y un panecillo de 80 gramos diarios.

Las limitaciones alimenticias no han sido óbice para la creación de una Escuela Latinoamericana de Medicina, en el Mariel, a 20 kilómetros al oeste de la capital, y donde estudian unos mil estudiantes procedentes de 24 países -para el 2005, la matrícula será de 10 mil alumnos de 66 nacionalidades distintas. Tampoco para que a partir de 1963 Cuba comenzara a enviar personal médico y paramédico a las llamadas misiones internacionalistas (el primer grupo, ese año, fue a Argelia) ni que en la actualidad cerca de 3 mil galenos y personal de salud brinden sus servicios en 14 países. El caso más notorio es el fuerte contingente enviado a Venezuela.

Si usted recorre a pie zonas de la ciudad de La Habana alejadas de los centros turísticos, podrá ver el pésimo estado de muchas viviendas, así como calles y aceras rotas. Pero el deterioro paulatino de la capital cubana no ha impedido tener 350 mil trabajadores de la salud, 267 hospitales, más de 14 mil consultorios médicos en los barrios, 444 policlínicos, 295 hogares de ancianos y 13 institutos de investigaciones, entre otros.

Es de aplaudir también la tasa de mortalidad infantil: 6,5 por cada mil nacidos vivos en 2002. Lo que no merece aplausos es la cantidad de criaturas nacidas con bajo peso. Olga, 35, oficinista, lo achaca a la mala alimentación. Su esposo afirma que el estrés con que se vive en Cuba es el culpable. Ninguno de los dos reconoce que una de las causas de que su hija, ahora con 10 años, haya sido clasificada como baja de peso y de estatura , se deba a que los dos son fumadores habituales y que la madre durante el embarazo no dejó de fumar.

En un estudio realizado en 1981 por el profesor Ubaldo Farnot sobre factores de riesgo en las gestantes cubanas, se planteaba que el 42 por ciento de las mujeres que dieron a luz en la etapa de la investigación, eran fumadoras y el 28 por ciento fumaron durante el embarazo. Para la doctora Elba Gómez, renombrada especialista en ginecología y obstetricia, en estos momentos la situación “es igual o peor, pues Cuba es uno de los pocos países del mundo en el que no se ha observado una disminución marcada del hábito de fumar” (Granma, 27.10.03).

Según la Organización Mundial de la Salud, el peso de un bebé al nacer debe rondar los 2 mil 500 gramos. Sin embargo, en Cuba se han producido casos alarmantes. En Las Tunas, provincia a 677 kilómetros al este de La Habana, un recién nacido pesó 380 gramos.

Al mal hábito de fumar se unen factores nutricionales, ambientales y genéticos. Y no sólo están naciendo en el país niños bajos de peso y talla, sino también con distintos tipos de retraso mental o deficiencia física. De ahí que en los últimos años el gobierno haya puesto énfasis en la educación especial y creara una licenciatura de la cual ya se han graduado 10,204 profesionales. Más de 55 mil niños sordos, ciegos, débiles visuales o con trastornos de conducta y del lenguaje, entre otros, estudian en 429 escuelas especiales diseminadas por la isla. 76 de estas instituciones se encuentran en Ciudad de La Habana, provincia donde se concentra el mayor número de menores con problemas.

Foto: Manolo Marrero, Flickr

1 comentario:

  1. Interesantísimo estudio de lo que es Cuba hoy. Salva el sistema público de salud, en cierto modo, pero no deja de señalar la irresponsabilidad de muchas gestantes. Desolador que la libertad y los derechos humanos estén lejos de las preocupaciones de muchos cubanos, pero si deben dedicar las 24 a buscar comida y una pastilla de jabón, se entiende.
    Malas perspectivas, Tania.
    Leí ayer un comentario suyo sobre Suiza y los minaretes, y le recomiendo lo que dice Arcadi Espada en su blog y en El Mundo: "Lo musulmán en Europa", 2 de diciembre, sobre la religión como supuesta virtud y otros fariseismos de Tariq Ramadan. Un saludo.

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