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miércoles, 23 de diciembre de 2009

Las Lágrimas del Cigala


Hace unos meses, el cantaor Diego El Cigala lanzó un nuevo disco, Dos lágrimas en el cual, de nueva cuenta, ofrece sus versiones de un puñado de boleros, desde Si te contara, de Rafael Herrera; Dos cruces, de Carmelo Larrea, y Bravo de Ramón Jiménez, hasta Dos gardenias, de Isolina Carrillo, e Historia de un amor, de Carlos Eleta; además de una interpretación sobresaliente de Te extraño, de Armando Manzanero, entre otras. Presentamos, con autorización de la disquera Universal Music, un extracto de la charla que sostuvo Juan Cruz con el músico, cuyo texto completo está contenido en el librillo del álbum.

Hay mucha magia en El Cigala, y en esta casa blanca. Por aquí camina como si volara, tranquilamente, piensa y camina, Amparo, su mujer; es una presencia firme, reposada, como si fuera el pilar en el que se asienta el genio, la música y el hombre, de Diego El Cigala, y por aquí llegan del colegio, de la calle, haciendo ruido o contribuyendo a la música, los dos hijos, unos chiquillos con los que Diego canta, o ríe, o juega, mientras se le van enfriando, junto a la nevera, dos huevos fritos...

El disco Dos lágrimas procede de la pasión con la que el otro -el que hizo con Bebo Valdés, Lágrimas negras- se convirtió no sólo en un cd mundialmente famoso y vendido, sino en un disco con el que mucha gente recuperó la emoción de escuchar...

Este Dos lágrimas, El Cigala lo ha trabajado como quien se entrena para ir a pie a la Luna, y en esta casa, donde nos pone el video de cómo se fue haciendo, uno ve, en primer plano, ese esfuerzo, y en segundo término, pero muy hondo, la emoción de haberlo logrado...

En un momento, cuando él ya retoma la obligación de almorzar (o de desayunar o de cenar), tenemos al teléfono a un gran amigo suyo, a Gabriel García Márquez. Le cuenta cómo va el disco, para quién va, cómo lo está haciendo, y Gabo, que lo ha escuchado mucho y que ríe con él como ríe El Cigala, por la alegría de estar juntos, le dice al final: Es la llamada más alegre que ha entrado por este teléfono en mucho tiempo.

Luego él se sienta ante una mesa blanca, sobre un sillón blanco, y se puso a hablar con nosotros hasta que el sol pronunció sus propias lágrimas y cayeron sobre este lugar de Madrid la tarde y la melancolía.

Dos lágrimas, ahí, en la calle, y él de nuevo en casa, haciendo que la música le dijera de dónde vienen los sueños que él aguarda.

–¿Cómo empezó todo?

–Toda mi relación con Cuba, con la música cubana y con el continente hermano comenzó sin duda cuando escuché y vi a Bebo interpretando Lágrimas negras (de aquí lo de Lágrimas negras) con Cachao para Calle 54, de Fernando Trueba. Ésa fue la semilla que me unió para siempre a Cuba. En 2003 viajé por primera vez a La Habana para presentar Lágrimas negras con Chucho Valdés en el Festival Cubadisco, en el Karl Marx, y entonces fue cuando yo descubrí al pueblo cubano, fue cuando me di cuenta de que tenía mucho que ver con los gitanos, por su manera de vivir, su manera de sentir, con problemas por todos los lados. La música es su talismán y su expresión más pura.

–Una gente coral.

–Sí, me impresionó que la gente durmiese en la puerta del Karl Marx para comprar una entrada (carísimas para los cubanos, al menos el sueldo de uno o dos meses), aunque yo no cobré, los gastos fueron sufragados por la SGAE. Bebo nunca ha vuelto a Cuba, pero yo ya tenía un vínculo muy especial, aprendí muchísimo, entre otras cosas, ya me vine con temas nuevos que hoy están en este disco, como Dos cruces, que me cantaron Tata Güines y Changuito.

–Dos lágrimas, dos cruces...

–(Ríe) Compromiso y Compasión. A partir de ese viaje ya empezó la búsqueda o la necesidad musical de seguir investigando en algo que tanto me había emocionado. No quería que nada fuese forzado, ha sido un dejarse llevar.

–Como la tierra esperando la lluvia, que vinieran los temas.

–Efectivamente, en otro viaje estuve en casa de Jorge Perugorría, Pichi, y ya de madrugada, muy a gusto, sonó un disco de Rolando Laserie, El Guapo, le llamaban. Cuando escuché a ese hombre me vino a la memoria Antonio Chaqueta, un cantaor flamenco, porque era muy parecido, la misma forma de tirar el cante. Chaqueta cantaba por soleá y Rolando por danzón, guaguancó o bolero, tenían esa similitud y de ahí salió Compasión.

–Que está aquí, en el disco.

–Claro, y me emborraché con el disco, y yo llorando dije: Pero este hombre de dónde ha salido, porque siempre había escuchado discos de Benny Moré y de otros grandes.

–Y cuántos grandes hay en Cuba, ¿eh, Cigala?

–Muchísimos, muchísimos. Y grandes a quienes no se les ha dado lo que se les tenía que dar, ¿vale? Por decirlo de alguna manera. Cuando yo conocí a Rolando Laserie por sus discos fue una emoción, fue un palo de éstos que te dejas ahí en el corazón. Ya con algunos temas empecé a pensar en las teclas, qué piano, ya contaba en mi banda con el joven Jaime Calabush del disco Picasso en mis ojos y que sustituyó a Chucho en el directo; él ha sido criado entre los dos mundos ya que, aunque es gitano, es sobrino de Moncho (el rey de bolero), y aunque no quería prescindir de él, Asensio, Jumitus, a quien conocí durante la grabación ecesitaba la presencia de un veterano cubano que aportara la legitimidad del sonido cubano de los años 50.

“Estaba tan emocionado con la posibilidad de poder jugar con los dos mundos y poder tener un piano cubano y un piano gitano. Y cómo iba yo a pensar que en enero de 2007 iba a estar en Berlín, sentado en una butaca de un teatro con Javier Bardem y Miguel Menéndez (productos de la película de Camarón) viendo a Guillermo Rubalcaba; meses antes en La Habana me habían hablado de él. Y allí nos conocimos...”

–Y él toca muy bien el piano.

–En fin, que Guillermo era el tipo, despedía todos esos sonidos viejos. Olor a ron añejo. Siempre busco rodearme del consejo de leyendas, como Rubalcaba o Changuito y Tata Güines, El rey del tambor, quien ya no está entre nosotros o está más que nunca por lo que lo recordamos, como a Juana Bacallao o a Cachao. Sólo con verlos a mi lado, hablando entre ellos, charlando y opinando sobre lo qué mejor me iba o no me iba, ¿sabes? De verlos a ellos me causa inspiración y tranquilidad.

“Aunque también me gusta contar con jóvenes talentos; de hecho, mi banda básica son Yelsy Heredia, procedente de Cuba, a quien quiero agradecer su labor de puente entre la música cubana y el flamenco; Sabú Suárez Escobar, de la estirpe de los Porrina y que ha sido el artífice del cajón flamenco junto a las percusiones cubanas durante todo el disco. Diego El Morao, mi guitarrista, quien ha colaborado con su magnífico solo en el tema Dos gardenias, y Jumitus.

–Es como un encuentro...

–Tranquilidad musical la llamo, esa sensación de conocerte de toda la vida.

–¿Y de qué depende la calidad de esos encuentros?

–Yo creo que del espíritu, del espíritu de las personas... Y eso en la música y en la vida no tiene trampa; mientras sea una música verdadera. Es como una pulsión humana, una comunión de sonidos negros, de sonidos puros, de sonidos del alma.

–De lágrimas.

–Claro, te voy a contar una anécdota. El otro día en tu tierra, tras el concierto, vino una tinerfeña que había sufrido un accidente de tráfico del que quedó hemipléjica hace nueve años y no había podido llorar desde entonces, hasta que lloró con mis lágrimas, y estaba agradecidísima y muy conmocionada. Para que veas que peor que llorar es no poder hacerlo. En la vida hay que saber reír y saber llorar.

–Lágrimas negras.

–Lágrimas, bueno, hay que ver. Pero yo también, Juan yo también he pasado, Juan, para la edad que tengo, 40 años, yo la he pasado muy mal. Hasta que llegas, no ha sido un camino de rosas. Aunque para mí siempre veo un camino de rosas, porque no he dejado de creer nunca en lo que más me ha gustado y en ese sueño que era cantar.

–Y, además, a veces uno no sabe que está pisando un camino de espinas.

–Claro, lo pasas y te das cuenta luego que has pasado por un camino de espinas.

–No hay con qué compararlo.

–No, porque el sufrimiento de las espinas las pagaba con el canto. Entonces, cuando yo estaba muy triste o cuando tenía problemas, yo lo pagaba todo con el cante.

–Y ¿cómo fue ese camino, Cigala?

–Duro, duro...

(Publicado en La Jornada, México, el 26.5.09)

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