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lunes, 28 de septiembre de 2009

¡Adiós, RDA!


Por Tania Quintero

Cuando el sábado 10 de junio de 1979 en el aeropuerto de La Habana subí al IL-62 de Interflug que me llevaría a la República Democrática Alemana (DDR, sus siglas en alemán), sabía que volaba hacia una ciudad y un país dividido desde 1949, pero no que a la vuelta de una década desaparecería.

Después de la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, apenas le quedaba un año de existencia. En 1990 se produciría la ansiada reunificación para unos -y no tanto para otros. Alemania ha vuelto a ser lo que siempre fue, una sola nación, con un mismo idioma y una misma bandera.

Pero eso no me lo podía imaginar yo en 1979, ni tampoco ninguno de los alemanes con quienes durante tres semanas conversé, para una serie de crónicas, entrevistas y reportajes, que entre julio y octubre de 1979 ocuparían 50 páginas de la revista Bohemia.

Con excepción de una visita a la fábrica berlinesa de bombillos Rosa Luxemburgo, que no publiqué en protesta porque no me permitieron hablar con los obreros, en el tintero no me quedó nada por contar de ese viaje. O casi nada. Si no lo conté, fue porque entonces no sabía lo que después supe.

Una investigación publicada en Bohemia, en 1978, dando a conocer la existencia en Cuba de un Comité Alemán Antifascista (1941-46), motivó una invitación para visitar el país en 1979, año en que se conmemoraba el 40 aniversario de la fundación de la RDA.

Un año antes, en 1977, la periodista Catherine Gittis, había realizado en La Habana varios reportajes a propósito de la celebración en 1978 del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. Además de un vínculo entre su revista y Bohemia, quedó sellada una amistad.

La primera semana de mi estancia en la RDA paré en el apartamento de Catherine, en las afueras de Berlín. Se había separado de Vangelis, ingeniero alemán de origen griego, y vivía con sus dos hijos, Marcos, el mayor, actualmente fotógrafo free lancer y Andreas, el menor, quien debido a su diabetes y su descarriada vida, murió hará unos ocho o nueve años.

Llegué un sábado y ya el lunes Catherine me tenía preparado el primer trabajo, en Cottbus. Fuimos en el Trabant de un fotógrafo joven llamado Pierre Guillaume. En ese momento no sabía que Pierre era hijo de Günter Guillaume, el espía causante de la dimisión del canciller Willy Brandt.

Catherine y Pierre me dejaron en Cottbus, en el domicilio de Marina, refugiada uruguaya, hija de Rodney Arismendi, entonces secretario general del Partido Comunista de Uruguay. Marina trabajaba de maestra en una escuela donde estudiaban niños y adolescentes chilenos. Hice un reportaje con ella, sus alumnos y sus dos hijas. Esa noche me quedé a dormir en su casa y al día siguiente partí en tren hacia Dresden.

Catherine me esperaba en la estación. En Dresden me entrevisté en su estudio con el pintor Gert Caden, quien había dirigido en Cuba el Comité Alemán Antifascista. Tenía más de 80 años, pero se mantenía lúcido.

Mi recorrido periodístico por la RDA, incluyó la Universidad de Jena y la empresa Carl Zeiss; el campo de concentración de Buchenwald; las casas donde Goethe y Schiller vivieron en Weimar; una breve estancia en Leipzig y en Postdam, con paradas obligatorias en el Castillo de Cecilienhof, la casa de verano de Albert Einstein, y el Palacio de Sansoucci, entre otros sitios que ahora recuerdo.

En los 80, Catherine Gittis se fue a vivir a Cuba con sus dos hijos. Su madre, Ruth Herrmann, era judía, se había enamorado y quedado embarazada de un hombre importante. A tiempo logró salir de Alemania y llegar a Francia, donde en 1941 varios alemanes lograron embarcar rumbo a La Habana. Entre ellos, el pintor Caden y Ruth con la niña, de apenas dos años.

Hasta ahí sabía esa parte de la historia. Lo que no sabía -y Catherine nunca me lo dijo- que su padre era el doctor Friedrich Wolf y que ella por línea paterna era hermana del escritor y cineasta Konrad Wolf, y del jefe de los servicios secretos de la RDA, Markus Wolf, con fama de superespía y autor del libro El hombre sin rostro.

Cuando supe del suicidio de Catherine Gittis, la noticia no me sorprendió. Había tenido una vida muy atribulada y nunca logró adaptarse a la forma de ser y vivir de los alemanes. Se tiró de lo alto de un edificio el 4 de septiembre de 1988. A cada rato pienso si una mujer tan irreverente como ella, quien tenía una visión muy particular del socialismo, en 1990 hubiera dicho ¡Adiós, RDA! O tal vez hoy formara parte de esa legión de nostálgicos identificados con la palabra Ostalgie.

1 comentario:

  1. Hola Tania Quintero mi nombre es Gustavo Fundora y quisiera preguntate si tienes conosimiento de una bonificacion en Euros que se le otorga a los Cubanos que vivieron y trabajaron el la RDA. Si tienes conosimiento de esto o si es solo cuento por favor me puedes escribir a gflcuba@gmail.com Gracias

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