Por Tania Quintero
Una cocina de gas, como la fotografiada por Nina Leen en 1954 sólo la había en casa de mi tía Dulce, en Santos Suárez. Vivimos en el Cerro desde 1944 hasta 1979 y por lo menos hasta mediados de los 60, mientras mi madre pudo conseguir carbón, cocinábamos en un fogón de carbón. Cuando aquellos trozos negros que tiznaban muchísimo, desaparecieron de la ciudad de La Habana, no quedó otro remedio que cocinar con luz brillante, como en Cuba llaman al kerosene. Un combustible muy dañino para la salud y al cual mi madre nunca se acostumbró. Tampoco teníamos utensilios como éstos, fotografiadas por Gordon Parks en 1953.
De aluminio eran los jarros y cazuelas para sopas y potajes. El resto de los alimentos se cocinaban en calderos y sartenes de hierro. También de hierro era la parrilla para asar bistecs y ajíes.
En La Habana de mi infancia no había que ser rico para tener toda clase de "cacharros" como los mostrados en la foto inferior, realizada por Eliot Elisofon en 1954. En las grandes tiendas había departamentos destinados a los enseres del hogar. En ellos se podía comprar lo último fabricado en Estados Unidos, país de donde procedía la mayoría de los productos que antes de 1959 consumíamos los cubanos. Pero muchas amas de casa habaneras preferían ir a LaMariposa, en Galiano casi esquina a Neptuno, enteramente dedicada a útiles de cocina.
Para disponer de una cocina bien equipada, había que contar con una cantidad de dinero, para comprar al contado o a plazos. Aunque ya por esa época, los edificios modernos, casi todos construidos en el Vedado, tenían apartamentos con mobiliarios de cocina como éste, fotografiado por Ed Clark en 1950. (Continuará)
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