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viernes, 31 de julio de 2009

Ilusión


Por Tania Quintero

Desde que en 1959 llegó al poder, Fidel Castro se empeñó en desbaratarlo todo. Eliminó infinidad de costumbres y creó otras. Arbitrariamente cambió fechas: los carnavales ya no se celebrarían en febrero, sino en julio. Y los niños no tendrían más juguetes el 6 de Enero, si no también en julio, en un artificial Día de los Niños por él creado.

Qué había ocurrido en julio para ser escogido el mes más importante del calendario revolucionario cubano? Nada más y nada menos que el asalto a un cuartel militar, en Santiago de Cuba, con víctimas mortales en uno y otro bando, el 26 de julio de 1953. Un hecho sangriento se convirtió en el centro de tres días de festejos. Desde entonces, el 25, 26 y 27 de julio es el feriado más largo de los cubanos.

A partir de marzo de 1962, cuando el gobierno implantó dos libretas de racionamiento, una para alimentos y otra para productos industriales, los padres que deseaban mantener la tradición de los Reyes Magos se las vieron negras, a no ser que tuvieran familiares en el exterior, fueran habilidosos en la fabricación de juguetes o les quedaran algunos de su infancia.

Un año antes, en abril de 1961, el propio Fidel Castro había proclamado el carácter socialista de la revolución. Y para que la niñez cubana volviera a tener con qué jugar, la solución fue estatal y equitativa: todos los menores de 0 a 13 años tenían derecho a un juguete básico y dos adicionales. Una vez al año, en el mes de julio: por la libreta de "productos industriales" y en la tienda asignada por el Ministerio de Comercio Interior (MINCIN).

El método inventado por los burócratas del MINCIN peor no pudo ser: había que llamar por teléfono a la tienda que a uno le correspondía, casi siempre cercana al domicilio. Desconozco las cifras de entonces, pero en la década de los 60, era bajo el número de hogares con teléfono, por lo que una gran cantidad de personas teníamos que acudir a vecinos con conexión telefónica. Y a su amabilidad, toda vez que uno podía pasarse horas tratando de comunicar para reservar un turno de compra.

A cada tienda le asignaban equis número de clientes e igual cantidad de juguetes básicos y adicionales. Una muestra de ellos, con sus correspondientes precios, había que mostrarlos en las vidrieras con una o dos semanas de anticipación, para que niños y padres tuvieran idea de lo que en ese comercio podían adquirir.

A nosotros siempre nos tocó comprar en La Casa Mimbre, en Monte entre Romay y San Joaquín, Cerro, al doblar de nuestra casa. Mis dos hijos nunca tuvieron los juguetes deseados, porque el turno telefónico de compra nunca lo conseguí para el primer ni segundo día, sino para el tercero o el cuarto, cuando ya habían sido vendidos los juguetes más atractivos. Solía ocurrir que en otras tiendas quedaban los juguetes que mis hijos querían, pero como no era la asignada, teníamos que conformarnos con nuestra mala suerte.

Pese a lo desastroso del sistema "rin rin" , el MINCIN volvería acudir a él en los años 70, para reservar en restaurantes, cafeterías y pizzerías de la capital.

Ya no existe la libreta de productos industriales ni hay que llamar por teléfono para un turno con derecho a comprar tres juguetes por cada menor de edad registrado en las antiguas Oficodas, oficinas de control y distribución de alimentos. El límite ahora es la moneda dura: los niños cuyos padres poseen pesos cubanos convertibles serán los que recibirán juguetes de Santa Claus y los Reyes Magos. Los otros, tendrán que conformarse con verlos en las tiendas recaudadoras de divisas.


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