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miércoles, 17 de junio de 2009

Confesiones periodísticas (I)


Por Tania Quintero

En la revista Bohemia donde en 1974 comencé a trabajar había una serie de libertades. Hasta que llegó 1980 y con él una chilena llamada Marta Harnecker, teorizante del socialismo y esposa de Manuel Piñeiro, alias Barbarroja (Piñeiro fue jefe del Departamento América del Partido Comunista de Cuba, en esa función fue el principal organizador del apoyo cubano a las guerrillas en América Latina. Murió de un "paro cardíaco" mientras manejaba su auto en La Habana, el 11 de marzo de 1998).

La Harnecker vino con una propuesta al director, Ángel Guerra, para hacer una encuesta sobre la prensa. El "Cuarto Poder" o algo así, no me recuerdo bien, se titulaba. Ella la iba a dirigir y se organizaron varios grupos de trabajo. A mí me pusieron en uno, pero esa encuesta no pasó del primer trabajo: el primero que se publicó le costó el puesto al director.

Estoy hablando del año 1980, un mes o dos antes del éxodo por el Mariel -desde el puerto habanero del Mariel, a unos cien kilómetros al este de la ciudad de La Habana, en cuatro meses alrededor de 125 mil personas se fueron de la isla y en esa misma época dos millones de cubanos declararon su deseo de abandonarla después de que Fidel Castro anunciara que dejaría salir al que quisiese. Antes, en el mes de abril, ya había ocurrido lo de la Embajada del Perú: en menos de cuarenta y ocho horas cerca de 11 mil personas ingresaron a la Embajada de Perú en La Habana con la intención de emigrar. O sea estoy hablando de un año en el cual ideológicamente la revolución estaba muy mal, aunque no lo parecía. Lo del Mariel fue un mazazo terrible y a nivel privado muchos periodistas lo pensaban y comentaban.

A partir de ahí la prensa cubana no se recuperó más. No solamente fue destronado el director de Bohemia, Ángel Guerra, sino también fue destituido Orlando Fundora, jefe del Departamento de Orientación Revolucionaria, el DOR, como le llaman a la secretaría ideológica del comité central del partido comunista. Fundora estuvo un tiempo en "plan piyama", en su casa, y después fue nombrado presidente del Movimiento Cubano por la Paz.

En la redacción –voy a decir una palabra poco femenina- los periodistas se apendejaron. En Cuba la gente coge miedo, habla bajito aquí y allá, siempre en círculos cerrados, no comenta nada en voz alta, porque la gente siempre está tratando de proteger su salario para mantener a su familia. En el caso de los periodistas oficiales tenemos que pensar que ellos tienen posibilidades que no tiene el ciudadano de a pie, como viajar, si no fuera del país, pueden ir a provincias, participar en eventos donde pueden comer, resolver algo y conocer algún extranjero.

Es una actitud cobarde, pero es una reacción similar a la de todo el pueblo, porque es la reacción propia y lógica de regímenes totalitarios como el cubano, de callarse, de no denunciar, de no crear problemas, de no hacer nada.

Nunca estuve sentada esperando los planes temáticos que hacía el departamento ideológico del partido: "Ahora esta semana hay que escribir sobre el aniversario de la revolución o el aniversario de Martí o esto y lo otro". No, no. A mí se me ocurrían las cosas y como se me ocurrían las cosas tenía posibilidades de hacerlas, porque a mí se me habían ocurrido y porque eran temas que me gustaban.

Entonces siempre logré tener contactos, hablar y, sobre todo, discutir con los políticos. La cosa ésta de la política la llevo dentro y por eso discuto y le escribo a todo el mundo. A los que dirigían la prensa siempre les decía: "Ustedes no les pueden pedir peras al olmo", porque siempre estaban con la consigna de hacer "un periodismo militante y creador".

Y el problema es que un periodismo militante no puede ser creador, pues es algo contradictorio: un militante no puede libremente pensar ni por su cuenta actuar, al menos en Cuba. O quizá podría hacerse en Argentina o en Brasil, donde uno puede criticar a todo el mundo, incluido el presidente del país. Pero en la isla donde vivo no se puede hacer un periodismo crítico, no se puede criticar al sistema ni al partido. Y después ocurría que venían los periodistas extranjeros, sobre todo de Estados Unidos, y hacían grandes entrevistas, grandes reportajes.

(Continuará)

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