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viernes, 22 de mayo de 2009

"Bailaba tan lindo..."

Salsa en la Playa Lámina giclée por Alla Bespalov

Por Reynaldo Soto

"Bailaba, tan lindo... desde que era niño la gente le hacía coro, se subía a los árboles, los techos, allá en nuestro puebo, para verlo bailar. Yo me asustaba mucho con los bailes modernos tan movidos, y el asma suya crónica, que se fuera a asfixiar, que no le alcanzara el aire para tanto, con el cuerpo pequeñito que tenía. Pero él hacía una trampa: Se colgaba del cuello el nebulizador con un hilito, y cuando se sentía fatigado lo aspiraba, sin dejar de bailar. Era la alegría de la casa y de toda la familia. Desde pequeño siempre fue el consentido; le teníamos lástima por las crisis de asma tan fuerte que le daban... También sabía pintar. No fue a ninguna escuela de pintura, pero sé que pudiera haber llegado a ser un gran pintor, tal vez poeta, a veces hacía versos que yo guardo". me contaba la tía Esther Correa, una mujer que lo quería como si fuera el hijo que deseó y nunca tuvo. "Pero me lo mataron en la cárcel. Lo dejaron morirse con esa muerte perra, así, asfixiado, dentro de aquella celda. Debió haber sido horrible".

Yosvani Roche Correa no cumplirá los 25 ni tampoco el año que a la cárcel debía. Yosvani es ya libre, lo liberó la muerte. Una crisis de asma que no quisieron -o no pudieron- atenderle a tiempo detuvo su vida en la plenitud de los 24 años. La crisis le comenzó sobre las 8 de la noche. Él le avisó al custodio, pero aquél, nadie sabe por qué, no acudió.

Pasa el tiempo, el asma va tornándose violenta, Yosvani se aferra a los barrotes, como buscando fuerza para atrapar un aire que se niega a penetrar en los pulmones, ya saturados de otro aire enrarecido. La desesperación cunde en la celda, donde otro seis reclusos, hermanados por el dolor de la agonía, no dejan de gritar llamando al guardia.

Nadie acude, la reja no se abre. El hierro es insensible a la ansiedad del que tras ella ve la vida irse, a la tortura mental de quienes con él mueren un poco a cada espasmo suyo. Un preso le da masajes en la espalda, que el nerviosismo tal vez convierte en golpes; sólo para que luego, alguien demasiado interesado en convertir en falsa la verdad, quisiera hacer creer que aquel recluso bárbaro, pero humano, pudo haber acelerado la muerte.

Homero Sierra, el más fuerte de todos, lo alza en vilo y lo sacude duro. Puede que de esta forma el aire pueda entrar a unos pulmones que han perdido la fuerza para lucha. Yosvani ya no habla, ya prácticamente no se mueve. Solo sus ojos viven. Los demás presos gritan, con voz de indignación --o de terror-- pidiendo auxilio. Yosbani se moría, se les moría a ellos en los brazos.

El guardia por fin acude. Abre la celda. Sus compañeros lo cargan, y echan a correr por los pasillos rumbo a la enfermería de la cárcel. Pero el camino es largo: son muchas las rejas, los candados, y las llaves que hay que abrir y a veces no aparecen. Cada vez que tenían que parar, otro preso, El Pintado, le daba respiración de boca a boca, y otra vez lo cargaban y echaban a correr. Pero su corazón ya no latía, cargaban un cadáver. "Para qué lo vamos a inyectar, no tiene pulso", dijo la enfermera.

Esto sucedió en Ciego de Avila, el 19 de octubre de 1997, en la cárcel provincial de Canaleta. Yosvani llevaba allí unos trece días, durmiendo en un tablero de bagazo prensado, sin colchón, ni sábana, ni nada. Y sin medicamentos para el asma. En cartas a su familia les decía: "Desde que estoy aquí no me han sacado al sol y esto es muy húmedo, pero además, estoy durmiendo arriba de una tabla que suelta unas pelusillas y un polvo que se me mete por la nariz, así que imagínense como estoy. Ya no tengo ninguna medicina. El aparatico de Salbutamol se me acabó y aquí no hay. Así que, Tía, trata de conseguirme uno urgente y mándamelo..."

Lo habían traído de Sancti Spiritu, donde cumplía condena por un presunto hurto que en ninguna de las tres vistas públicas del juicio que le hicieron nadie pudo probar, y otra condena por evadirse de la granja de trabajo forzado a la que de primera instancia le envió el tribunal.

En una carta dirigida a su hermano meses antes de morir, le decía: "Hermanito: Esto aquí no es fácil, por cualquier cosa los guardias te caen encima y te dan una mano de leña que después te pasas una semana sin poderte ni levantar de la cama. A mi el otro día me sorprendieron preparando un poquito de gofio después que habían dado la hora de silencio y me dieron algunas bofetadas y dos o tres patadas, pero no se lo vayas a decir a nadie de la familia para que no se asusten, que todo se quedó ahí y no me dieron con los bastones de palo, con los que casi siempre dan".

En un cuaderno de versos y dibujos que Yosvani tenía en la cárcel, hay un extraño monstruo dibujado a lápiz, con una inscripción encima en mayúsculas: "No tengas piedad de ellos". ¿De quién, Yosvani?

(Publicado en Cubafreepress el 3 de diciembre de 1997)

1 comentario:

  1. Este ya lo habia leido, pero como siempre me encanta leer todo lo que escribe mi amigo Rey! Gracias! y Saludos, Manny

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