Por Tania Quintero
"Echad los prejuicios por la puerta y volverán a entrar por la ventana," expresó Federico II, de Prusia. Los cubanos, desconocedores de la frase del monarca alemán, viven cada vez mas enclaustrados. Para que ni por la puerta ni por la ventana entre ningún extraño.
Se pudiera hablar de una rejamanía nacional, casi no hay vivienda en Cuba donde sus moradores no se hayan visto precisados a enrejar puertas y ventanas. ¿El motivo? Protegerse de los ladrones que con la llegada del período especial en 1990 aumentaron en la misma proporción en que desaparecieron los suministros provenientes del extinto socialismo eurooriental.
El fenómeno acentuado en los 90, comenzó mucho antes. Ya en 1984, un grupo de brasileños asistentes al I Salón Cubano de la Moda, se fueron a recorrer La Habana. Para ellos no era un deambular por la urbe que una vez figuró entre las mas cosmopolitas del continente, sino por "la capital del primer estado socialista de América". A los hombres de negocio provenientes de Sao Paulo, les llamó la atención algo que para cualquier habanero pasaba inadvertido: la profusión de rejas, a veces burdamente puestas por fuera de ventanas y puertas no diseñadas con ese fin.
Las celosías y vitrales, los portones y verjas en la época colonial, embellecieron mansiones, iglesias y colegios religioses en todo el país. Las de la nueva época, no tienen nada que ver con aquellas porque los herreros apenas existen y los que quedan con habilidad y maestría hoy se dedican al oficio en el turismo o reconstrucciones históricas.
Enrejar una casa actualmente cuesta un dineral y al negocio, privado, se dedican pseudoartesanos que sacan los hierros de no se sabe donde, y usualmente, son cabillas de las usadas en la construcción. La calidad y el diseño varían según lo que el cliente pueda pagar en pesos o en dólares. Muchas personas también enrejan portales y balcones. Totalmente enjaulados se sienten seguros. Mientras mas rejas, mas cosas de valor se supone que existan en el interior del domicilio: la especulación exita a los cacos. No pocos atracos se han cometido a pesar de las rejas.
Un psicólogo consultado manifestó que es un síndrome reforzado por la condición de isla. A eso se añade otra realidad: vivir en una nación sitiada condiciona la mente. Es como si la gente resignadamente aceptara el aislamiento y la incomunicación.
Para una maestra jubilada, "lo de las rejas no es más que otra de las locuras colectivas de un pueblo que parece no le basta vivir en un archipiélago convertido en prisión".
Fotos: nurikittin, hoyasmeg y balmar, Flickr
(Publicado en Cubafreepress el 12 de noviembre de 1997)
Mal de muchos, consuelo de tontos... pero enrejados estamos en toda Europa. A ver quién es el guapo que deja la ventana o la puerta a disposición de las "visitas".
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