Por Iván García
Carlos Puebla, viejo trovador apologista del régimen cubano, puso de moda en la década de los 60 una tonada que decía "Se acabó la diversión/ llegó el comandante y mandó a parar…" Y fue así. En octubre de 1997, el comandante nuevamente, montó en cólera y echó a andar la maquinaria represiva para tratar de poner fin al desenfreno de la prostitución y las drogas.
Una noche como otra cualquiera, Maritza, 17, jinetera, hermosa y con un provocativo vestido de la marca Benetton, se dirigía, como de costumbre, a la discoteca del Palacio de la Salsa, en el hotel Riviera, a tiro de piedra del malecón capitalino.
Su sorpresa fue mayúscula. En lugar de la ola de extranjeros que pagaban 100 dólares por su exuberante cuerpo se encontró a la entrada con un camión ruso de la Brigada Especial de la Policía. Esa madrugada durmió en un calabozo. Al día siguiente salió de la estación policial con un acta de advertencia en su elegante bolso. El documento le prohibe circular por zonas de afluencia turística en la ciudad y le recuerda que en caso de continuar "jineteando" se arriesga a cumplir una condena que podría ir de los 3 a 6 años de privación de libertad.
Ahora, en su casa, Maritza mira la nevera vacía y piensa en la necesidad de alimentar, vestir y calzar a su hijo de un año. Y lo contrapone con la amenaza de ir tras las rejas. Y llega a la conclusión de que no le queda otro remedio que "seguir haciendo el pan", o sea, prostituyéndose. "El gobierno aprieta cada vez más la tuerca pero no da respuesta a la extrema situación de la vida cotidiana del cubano", dice la joven.
Lo que Maritza desconocía era que el lunes 12 de octubre de 1997 se puso en marcha la Operación Lacra, con el objetivo de tratar de cambiar la fisionomía de la capital cubana. Una señal de lo que se gestaba había llegado a fines de septiembre, cuando la prensa oficial dio a conocer la noticia de que había sido desmantelada una red de proxenetas que desde la provincia de Camagüey se dedicaba a traer muchachas para prostituirlas en la capital. El principal acusado, Teddy González, fue condenado a 25 años por proxenetismo, mientras que otros cinco encartados fueron sancionados a penas entre 5 y 10 años de privación de libertad.
El 4 de octubre, el primer secretario del Partido Comunista en la capital, Esteban Lazo, llamó a actuar con energía contra la prostitución y las drogas. "Hay que pecar por exceso, porque van a acabar con nosotros, con la revolución, si no damos un escarmiento", expresó la máxima autoridad capitalina quien también planteó que las sanciones debían extenderse a los taxistas particulares y a los dueños de viviendas que alquilan a los extranjeros habitaciones por horas para el ejercicio de la prostitución.
En un fin de semana fueron cerradas las tres discotecas de moda en La Habana: la del hotel Comodoro, la del Café Cantante, en el Teatro Nacional y la del Palacio de la Salsa, en el Riviera.. No se abrirán hasta que su gerente no "reoriente" el enfoque de esos locales de diversiones. En la cruzada gubernamental de "concientización ciudadana", otros centros nocturnos ubicados en instalaciones turísticas, como la Marina Hemingway o el hotel Habana Libre en lo adelante funcionarán sólo para uso exclusivo de los huéspedes. Está por ver la efectividad de las medidas.
Juan, 41, trabajador de turismo, afirma que es cierto, que las drogas y la prostitución crecieron en forma alarmante. La "melca" (preparado de coca) y la mariguana se venden por toneladas en los clubes nocturnos y tres de cada cuatro mujeres jóvenes que van allí son jineteras. Pero el gobierno sabe bien que los extranjeros vienen, precisamente, detrás de los fondillos de nuestras mulatas", señala Juan. Muchos, como él, creen que se trata de una de las tantas campañas relámpagos emprendidas por el castrismo que después se quedan a mitad de camino.
Los que alquilan sus casas, como el caso de Marina, 60, residente en Miramar, han sido acusados de proxenetismo y pudieran ser sancionados a 8 años de privación de libertad. Según el dominical Juventud Rebelde, Marina es una ex-reclusa que anteriormente fue sancionada por actividades contrarrevolucionarias. Una acusación peligrosa: no es descabellado pensar que el gobierno podría tratar de involucrar a disidentes o ex presos políticos en delitos comunes. El propio Juventud Rebelde hacía notar que "la delincuencia es hoy la mejor quintacolumna que andan buscando los que apuestan por el fracaso del modelo político y económico cubano".
Vieja artimaña del régimen de Fidel Castro: endilgarle al enemigo sus males y deficiencias. Pero ya pocos se tragan ese anzuelo. Miguel, 31, empleado de una discoteca, considera que "la contrarrevolución interna -se refiere a la disidencia- no tiene nada que ver con este fenómeno. Esto de la prostitución y las drogas es un mal del sistema porque los principales proxenetas muchas veces llevan en sus bolsillos un carné rojo del Partido o de la Juventud Comunista."
Olga, 24, socióloga, cree que "en el capitalismo este fenómeno también causa estragos sociales y ellos no ocultan a nadie sus problemas. Es el viejo ego de creernos perfectos y quitarnos de encima nuestra cuota de culpa, diciendo que los males vienen todos del exterior". Un economista local sostiene que la Operación Lacra será de corta duración, "porque afectará los ingresos en moneda dura de la débil economía cubana". Algo parecido piensa Jean, turista francés, quien acortó su estancia de quince días a siete. Para él, "el turismo no se puede encerrar en una urna de cristal. Al forastero le gusta el contacto con los nacionales". Igual opina Carlos, español: "Los turistas ya no vienen a observar los logros de la revolución sino a visitar los clubes y ver a las monumentales mulatas, estremeciéndose de forma voluptuosa al ritmo de la rumba agresiva que tocan las orquestas de la isla". Un dependiente del Palacio de la Salsa fue más tajante: "No se preocupe, compadre, que cuando los de arriba vean que los verdes empiezan a disminuir, la Operación Lacra se la lleva el viento"
(Publicado en Cubafreepress el 30 de octubre de 1998)
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