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miércoles, 13 de agosto de 2008

Una hermosa historia humana

Por Carlos Arribas, Pekín

Los últimos días de la concentración de Dalian, López Lomong los dedicó a entrenarse y a hacer campaña electoral para el puesto de abanderado de Estados Unidos en el desfile inaugural. Ganó. Ayer portó orgulloso la enseña de las barras y estrellas. "Una alegría y un honor", había declarado antes Lomong, de 23 años. Nada más. Sin más. Simplemente hizo recordar al mundo la tragedia de una guerra. Dejó a los demás la tarea de profundizar más en el simbolismo de que fuera él, un niño de la guerra de Sudán, uno de los millones de víctimas de la tragedia de Darfur, quien encabezara la presencia estadounidense en el corazón de Pekín, en la capital de China, el país que más críticas ha recibido por su participación en el conflicto.

López Lomong lleva la bandera de Estados Unidos

López Lomong prefirió contar su historia. "Una bella historia humana", como sintetizó Peter Ueberroth, presidente del Comité Olímpico de Estados Unidos, quien durante la conferencia de prensa vigiló que el relato de Lomong no acabara convirtiéndose en una proclama antichina.

Contó Lomong que un domingo, cuando tenía seis años, las tropas progubernamentales entraron en la iglesia donde asistía a misa y secuestraron a todos los niños y se los llevaron a un campamento, donde deberían convertirlos en niños-soldado. Allí les daban de comer sorgo mezclado con arena, allí vio morir a decenas de otros niños víctimas de la disentería, de allí huyó una noche sin luna con otros tres niños un poco más mayores, -"mis ángeles", los llamó- con quienes durante tres días corrió sin parar hacia el sur -"cuando nos quedábamos dormidos por la noche, teníamos cuidado de hacerlo mirando hacia donde teníamos que seguir corriendo al día siguiente, para no volver por donde habíamos llegado"- hasta que en la frontera keniana unos soldados dedujeron que eran refugiados al ver que no sabían suahili. Durante 10 años vivió en un campo de refugiados, donde una monja de origen hispano castellanizó en López su verdadero nombre, Lopepe, donde aprendió a leer y escribir sin papel ni pizarra, haciendo signos con un palo en la arena, donde jugaba al fútbol con una pelota hecha de papeles, donde sobrevivió comiendo una vez al día maíz donado por Estados Unidos, donde decidió hacerse atleta después de ver, en una televisión de un poblado cercano, a Michael Johnson ganar la medalla de oro de los 400 metros en los Juegos de Sidney 2000. El año siguiente le tocó la lotería. Un cura le dijo que había un cupo de 3.500 jóvenes que podían ser acogidos por familias en Estados Unidos. Escribió su historia en un trozo de papel. Logró que se la tradujeran. Emocionó a los funcionarios de la embajada norteamericana en Nairobi. Fue seleccionado. Tres semanas después aterrizó en Nueva York. Tenía 16 años. Vivió con la familia Rogers. Se hizo atleta. Se convirtió en uno de los mejores de Estados Unidos en los 1.500 metros. En 2007 logró la nacionalidad estadounidense. En junio pasado logró plaza para los Juegos.

"Decir que vivo un sueño no vale para describir todo lo que siento", dijo Lomong. "Imagínenselo: hace ocho años yo estaba en un campo de refugiados". El atleta ha escrito un libro con su historia, que antes de convertirle en Pekín en su símbolo pacifista, le llevó de vuelta a Sudán por primera vez las navidades pasadas. Después de una serie de carambolas su madre dio con él en Estados Unidos. Cuando regresó a Sudán su madre le llevó ante un pequeño túmulo de piedras. "Ésta es tu tumba", le dijo. "Pensábamos que te habías muerto". "Pero no, yo estoy aquí, yo no he muerto", le respondió el joven.

Antes de llegar a Pekín, Lomong, miembro de la asociación Team Darfur, envió un mensaje al gobierno sudanés para que dejara de matar y al chino, para que dejara de apoyarlo, "pues las armas no sirven para defender el país, sino para matar inocentes". Ayer prefirió hablar de otras cosas, de la universalidad del deporte, del placer de reunirse con miles de deportistas. Prefirió contar su hermosa historia. "Antes corría para huir del peligro y de la muerte", dijo. "Ahora corro por deporte. Será un honor representar al país que me salvó y me guió".

(Publicado en El País el 9 de agosto de 2008)

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