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lunes, 4 de agosto de 2008

Crónica de un cumpleaños

Por Tania Quintero
El cumpleaños 70 de nuestra mejor amiga suiza fue en enero, en pleno invierno, por eso ella trasladó la celebración para un domingo, en pleno verano. Se celebró en un salón del Gasthof Sonne, viejo hotel-restaurante propiedad de la familia Wolfisberg, en Eich, pueblito a orillas del lago Sempach, a unos 70 kilómetros del centro de Lucerna, un lugar muy bonito, parecido a una zona "playera" (al no tener costas, Suiza no tiene mar: sólo lagos y ríos).
Como buena suiza que es y buena maestra que fue, nuestra amiga todo lo organizó al mínimo detalle. La mesa principal, donde ella se sentó, la dedicó a sus amigos que hablamos español. A mi me sentó a su lado, honor que nunca olvidaré. En la misma mesa también sentó a mi nieta; a una española dueña de la librería; a una vecina colombiana; a dos exalumnos suyos que hablan español y a la esposa e hijita de un año de uno de ellos.
En otra mesa, su familia, unas diez personas. En otra, sus dos ahijadas con sus esposos e hijos, unas ocho personas. En la cuarta mesa, a una docena de amistades desde hace más de treinta años, y en la quinta y última, amigos nacidos en Gran Bretaña, Estados Unidos y Australia, residentes en Lucerna. Uno de ellos, de Glasgow, fue con el traje típico escocés, con falda de cuadros. Unas 50 personas en total. Cada mesa tenía un adorno floral distinto.
Nuestra amiga presentó a todos sus convidados, en alemán, claro. Agradeció los regalos, en una mesa colocada para ese fin (nosotras le regalamos el día de su cumpleaños, en enero). En cada sitio puso tarjeticas con los nombres de los invitados, frente al platico con pan y mantequilla. En una mesa aledaña, botellas de agua mineral, Rivella (refresco típico suizo, a base de suero de leche) y Coca Cola. Antes de servir el almuerzo, dos señoras, una pianista y la otra cantante, interpretaron música de Mozart.
Una sola empleada atendió todo el salón. Primero puso la ensalada, un plato pequeño de hortalizas con su aliño, y donde por suerte no había espinacas, alcachofas, espárragos ni brócoli. En Suiza comen la ensalada como entrante. Entre la ensalada y el primer plato, otro paréntesis musical, esta vez obras para piano.
El plato fuerte: Pouletbrüstli vom Grill pechuga de pollo asada) con una salsa medio oscurita (Kräuterrahmsauce) con el típico sabor de la comida suiza, que no suele gustarme, porque no acostumbran a sazonar con ajo, cebolla, ají y tomate, como heredamos de los españoles, sino con romero, basilicum y otras yerbas de olor y sabor demasiado penetrante para el paladar cubano. Además, croqueticas de papa (Kartoffelkroketten), riquísimas y Gemüsebeilage (unos palitos de zanahoria y un racimito de habichuelas hervidas envuelto en una tirita de bacon). Antes, la empleada había servido vino blanco o tinto y para los niños Coca Cola o Rivella. Mientras uno comía, la empleada pasó por las mesas con una bandeja, ofreciendo más pollo y croqueticas o si querías Blumenkohl (coliflor) y Zucchetti, una especie de pepino que en España le llaman "calabacín" (foto).
De postre, Gebrannte Crème, una variante de la natilla planchada o crema catalana, pero más suave. La sirvieron en una copa ancha, como si fuera un sundae. Le pusieron Rahm o nata y la adornaron con la mitad de una fresa, una lasquita de kiwi, un triangulito de piña con su cáscara y un barquillito redondo, como los que ponen (o ponían) en Coppelia con el helado.
Después del postre vino la actuación de una de las ahijadas de la anfitriona con su esposo y cuatro niños, la mayorcita al piano y los tres otros cantaron junto con los padres. Cuando terminaron, los dos o tres fumadores aprovecharon para salir a fumar (en Suiza nadie fuma en locales cerrados, sean casas, restaurantes, ómnibus, trenes, tiendas, teatros, con excepción de algunos bares y cafeterías de turcos y otros extranjeros y cuya clientela suele ser también foránea).
Luego la empleada vino con block y bolígrafo preguntando a cada persona si quería café, y de qué tipo (yo pedí expresso). Antes, nuestra amiga había ido mesa por mesa repartiendo una hoja con la letra de cuatro canciones suizas, cantada por todos a modo de despedida, algo muy bonito, pero que yo no hice porque no sé cantar y porque nunca logré empatarme con la letra.
A las 11.30 nos había recogido una amiga de nuestra amiga, descrita por ella como "una chica rubia, un poco mayor que yo, su carro es verde oscuro" (la "chica" tendrá unos 75 años, pero para conducir no usa espejuelos). Para la ida nos llevó atravesando pueblitos, a una velocidad de 40-50 kilómetros. A las 4.30 regresamos con ella, por una autopista más rápida (donde podía manejar a 70-80 km), pues a las 17.00 tenía que estar en el KKL, para un concierto de música sinfónica donde su marido tocaba. KKL son las siglas del Kultur Kongress Luzern, similar al Palacio de las Convenciones de La Habana, sólo que éste fue construido al lado del Bahnhof (terminal de trenes), y a orillas del Lago de los Cuatro Contenes, que bordea gran parte de la ciudad de Lucerna (foto).
Las anécdotas se centraron en el baño. La primera, cuando mi nieta y yo fuimos, sentimos unos pitos, pensamos que eran unos niños, y cuando abrimos cuatro señoras mayores, entre ellas una, muy simpática, con una pamela blanca que debía andar cerca de los 100 años y que era quien estaba enseñando a las otras tres a tocar un instrumento típico suizo de madera, parecido a una filarmónica.
La segunda, sabíamos de su existencia, pero nunca habíamos visto funcionando, los nuevos modelos de inodoros, especialmente diseñados para la higiene femenina. Cuando uno termina de orinar y aprieta la gran tecla en un costado del tanque, automáticamente a la altura de la tapa, plástica, sale una pieza que va apretando la tapa y le va dando vuelta mientras riega un líquido desinfectante.
Como en todos losToilets suizos, en una parte había suficientes rollos de papel sanitario y también almohadillas sanitarias con sus correspondientes nailitos, que al igual que las toallitas húmedas no se echan en el inodoro, sino en un tambuche cerrado, forrado con una bolsa de nailon. Los lavamanos suelen tener pilas donde el agua sale cuando pones las manos y pronto deja de salir: han sido diseñadas así para evitar el desperdicio de agua en baños públicos (lo mismo ocurre con las luces en muchos sitios, que se encienden cuando tu entras o pasas y pocos segundos después se apagan).
El jabón siempre es líquido. Para secarse las manos, servilletas de papel y/o secador de aire. En éste no me fijé, pero en casi todos los baños hay un espacio, con un colchoncito plástico, para cambiar y limpiar a bebés. En los restaurantes y cafeterías siempre tienen sillitas para niños pequeños y el menú y tamaño de la ración es proporcional a la edad del menor. En bancos, oficinas y consultas médicas, entre otros, hay un espacio destinado a los niños, por lo regular una mesita con cuatro sillitas, libros y juguetes didácticos.
Este tipo de celebraciones no se hacen en Suiza todos los días, sino cuando la persona cumple una edad que vale la pena celebrar. Espero asistir a los 80 de nuestra amiga. Entonces yo tendré 76 y mi nieta 24. Y si el blog todavía existe, sin falta se los contaré.

1 comentario:

  1. Tania, me encanta como escribes, pero en este post se te fue la musa. La primera parte estaba muy bien, lo del cumple, la comida, la forma de celebrar. Pero lo del baño... No sé en europa, pero todo lo que describes es en USA el pan nuestro de cada día. Vaya, que a lo menor el post me sirvió para enterarme que en no todos los países podemos encontrar lo mismo.
    De todas formas, gracias :)

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