Por Raúl Rivero
En una de aquellas deliciosas y raras películas mexicanas de los años 50, el actor cómico Germán Valdés, Tin Tán, apareció disfrazado de cubano. Usaba una camisa floreada, un sombrero blanco, una cadena de oro y se hacía llamar Kiko Guanabacoa. «¿Tú eres de La Habana?», le pregunta de pronto una mujer. «No -dice Tin Tán-, yo todo esto lo leí en Bohemia».
Así era la fuerza de esa revista, su credibilidad, su garantía. Este diálogo es, desde luego, superficial. El guionista de la película lo incluía para desenmascarar al pícaro de la vana historia, pero se hace evidente que el nombre de esa publicación estaba asociada, como un símbolo, a la vida y a la historia reciente de Cuba.
Leerla los viernes, repasar sus artículos los fines semana, era una necesidad de los que querían estar bien informados sobre los trasiegos políticos, los comentarios y los chismes del Palacio Presidencial; y sobre la cultura, el deporte, el humor, la crónica roja, los asuntos sociales y las opiniones de periodistas brillantes y libres del país.
Miguel Angel Quevedo Pérez la fundó en mayo de 1908, inspirándose en varias revistas europeas como La Ilustración Española y Americana. Circulaba sólo en la capital durante los primeros tiempos. A finales de la década de los 20, en medio de una crisis financiera, otro Miguel Angel Quevedo -el hijo del original- se hizo cargo de Bohemia y la convirtió en la más importante de Latinoamérica.
Alcanzó tiradas de casi medio millón de ejemplares y se distribuía en México, Caracas y Buenos Aires. Llegaba a otras capitales de naciones de la región y una buena cantidad de ejemplares se vendía en Estados Unidos entre los grupos de emigrantes que estaban asentados allí.
Quevedo abrió Bohemia a las firmas de intelectuales -cubanos y extranjeros- de todos los registros políticos. Sorteó con sabiduría periodos de censuras de gobiernos dictatoriales y los lectores identificaron siempre la revista como un espacio insobornable de defensa de la democracia.
En enero de 1959, bajo el estruendo de la Revolución, Fidel Castro le envió este mensaje al veterano director: «A la revista Bohemia mi primer saludo después de la victoria porque fue nuestro más firme baluarte. Espero que nos ayude a la paz como nos ayudó en estos largos años de lucha...».
Seis meses después de ese recado fraternal, Quevedo anunció que tenía que salir al exilio. Fundó Bohemia Libre en Nueva York y después la trasladó a Caracas, pero el proyecto no funcionó. El periodista se suicidó en Venezuela en el verano de 1969.
Esta misma semana Bohemia ha cumplido su primer siglo. En los medios oficiales se han puesto a celebrar el centenario. Pero el panfleto quincenal que se publica ahora en La Habana no es aquella revista.
La recordamos, silenciosos, ante el coma inducido. Cuando Bohemia regrese libre, no habrá cumplido los 50 todavía.
Leerla los viernes, repasar sus artículos los fines semana, era una necesidad de los que querían estar bien informados sobre los trasiegos políticos, los comentarios y los chismes del Palacio Presidencial; y sobre la cultura, el deporte, el humor, la crónica roja, los asuntos sociales y las opiniones de periodistas brillantes y libres del país.
Miguel Angel Quevedo Pérez la fundó en mayo de 1908, inspirándose en varias revistas europeas como La Ilustración Española y Americana. Circulaba sólo en la capital durante los primeros tiempos. A finales de la década de los 20, en medio de una crisis financiera, otro Miguel Angel Quevedo -el hijo del original- se hizo cargo de Bohemia y la convirtió en la más importante de Latinoamérica.
Alcanzó tiradas de casi medio millón de ejemplares y se distribuía en México, Caracas y Buenos Aires. Llegaba a otras capitales de naciones de la región y una buena cantidad de ejemplares se vendía en Estados Unidos entre los grupos de emigrantes que estaban asentados allí.
Quevedo abrió Bohemia a las firmas de intelectuales -cubanos y extranjeros- de todos los registros políticos. Sorteó con sabiduría periodos de censuras de gobiernos dictatoriales y los lectores identificaron siempre la revista como un espacio insobornable de defensa de la democracia.
En enero de 1959, bajo el estruendo de la Revolución, Fidel Castro le envió este mensaje al veterano director: «A la revista Bohemia mi primer saludo después de la victoria porque fue nuestro más firme baluarte. Espero que nos ayude a la paz como nos ayudó en estos largos años de lucha...».
Seis meses después de ese recado fraternal, Quevedo anunció que tenía que salir al exilio. Fundó Bohemia Libre en Nueva York y después la trasladó a Caracas, pero el proyecto no funcionó. El periodista se suicidó en Venezuela en el verano de 1969.
Esta misma semana Bohemia ha cumplido su primer siglo. En los medios oficiales se han puesto a celebrar el centenario. Pero el panfleto quincenal que se publica ahora en La Habana no es aquella revista.
La recordamos, silenciosos, ante el coma inducido. Cuando Bohemia regrese libre, no habrá cumplido los 50 todavía.
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