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sábado, 31 de mayo de 2008

Orishas


Después del Buena Vista Social Club, el grupo cubano más conocido fuera de la Isla es Orishas. Para conocer de su historia y de sus tres integrantes, Roldán, Ruzzo y Yotuel visite su web: http://www.orishasthebest.com/
Miniconcierto
Otras canciones de Orishas
1) A lo cubano
2) Elegante
3) Emigrantes
4) Qué pasa?
5) Silencio
6) Connexion
7) Habana
8) Qué bolá
9) Quién te dijo
10) Una página doblada
11) Distinto
12) Que se bote
13) Reina de la calle
14) Bombo
15) Al que le guste
16) Amor al arte
17) Tumbando y dando
18) La calle
19) Stress
20) La vacuna
21) Guajiro
22) Así fue
23) Niños
24) 300 kilos
25) Gladiadores
26) Ausencia
27) Testimonio
28) El rey de la pachacha
29) Desaparecidos
30) La vida pasa
31) Intro
32) Atrevido
33) Barrio
34) Solar
35) 1999
36) Atención
37) Mística
38) Canto para Elena y Changó
39) Madre
40) Orishas llegó
41) Triunfo
A partir del 3 de junio de 2008 los fans de Orishas pueden adquirir Cosita buena, su último disco.
Entrar a OrishasTheBest

jueves, 29 de mayo de 2008

Raúl Rivero, sin recuerdos olvidados

Por BELKIS CUZA MALÉ
A pesar de que ahora se dice que muy pocos leen poesía, los poetas siguen teniendo una parte importantísima en el alma de un pueblo, y en Cuba no hemos sido nunca ajenos a este fervor. La historia de la Isla está llena de poetas mártires, cuyas trágicas vidas han dejado una estela de sangre y fuego, en lo físico y lo espiritual. Si el gobierno colonial español fusiló a poetas de primer orden como Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) y Juan Clemente Zenea, y José Martí se inmoló en el campo de batalla, no es menos cierto que el siglo XX cubano ha dejado huellas en aquellos poetas que han incursionado en el hacer político, en el clamor frente a la injusticia y los atropellos a la libertad, especialmente durante estos casi cincuenta años de castrismo en Cuba, por lo que han tenido que pagar un alto precio.

En cualquier país del mundo fundar una agencia de prensa, escribir con cabeza propia y criticar al gobierno son actividades que no acarrearían consecuencias funestas para nadie, ni siquiera reprimendas, pero en la Cuba de Fidel Castro constituyen verdaderas heroicidades que terminan en la cárcel. El poeta Raúl Rivero puede hablar con conocimiento de causa porque once meses en las ergástulas castristas bastan para saber que la vida no vale nada, como diría la canción, para los que, según ellos, construyen ''una sociedad justa'', sin pan y sin palabras, como diría el propio Rivero.

Poeta, periodista, disidente, rebelde con causa, llámele como quiera, Raúl Rivero reside en España desde su liberación en noviembre de 2004. El autor de Papel de hombre (1968); Firmado en La Habana (1996); Puente de guitarra (2002); Sin pan y sin palabras (2003) y Recuerdos olvidados (2003) entre otros, no ha cesado de escribir: tiene una columna semanal en el periódico madrileño El Mundo y otra aquí en El Nuevo Herald. La historia de Rivero es la historia de cada cubano que siente la libertad de Cuba como la suya propia: un poeta y periodista que lo arriesgó todo al enfrentarse al régimen, al abrir su propia agencia de prensa en un país donde el periodismo vive amordazado.

La luna y el sol cubanos lo han visto madurar, crecer interiormente, afinar su poesia, bruñir su palabra. Madrid es ahora su hogar --la luna y el sol madrileños deben parecerle otros--, allí vive el poeta en compañía de Blanca Reyes, su esposa, y una de las fundadoras de las Damas de Blanco, esas valientes mujeres que cada domingo desfilan por la Quinta Avenida habanera con un gladiolo entre las manos, recordándole al mundo que las cárceles cubanas guardan todavía tras sus rejas a gran número de periodistas y activistas de los derechos humanos condenados durante la Primavera Negra.

Raúl no demoró en contestar mi cuestionario, a pesar de sus múltiples actividades, en medio de ese Madrid ahora en primavera.

Empecemos por el final: ¿qué estás escribiendo ahora? ¿Poesía?

Querida Belkis, siempre trato de escribir poesía. A veces sólo unos apuntes. Un verso del que se puede levantar, mañana, un poema. Y mañana no venía, como dice nuestro amigo el poeta. La verdad es que el periodismo impone una velocidad y consume mucho tiempo. También trabajo en un libro de memorias de la cárcel y en un cuaderno que se llamará algo así como Crónicas que no firmé.

¿Que significa para ti ser un poeta cubano en el
exilio?

Primero, me sentí liberado, deslumbrado y conmovido. Luego, ya llevo tres años en España, comencé a recibir mensajes nocturnos y a encontrarme en la casa papeles amargos y recados de mis fantasmas.
Tengo muchos amigos aquí. Me siento bien y en Madrid, en mi periódico, en el mundo del periodismo español, no me considero un extranjero. Aunque sé que lo soy. Lo que pasa es que quisiera tener todo eso en Cuba, cerca de gente que extraño y de lugares que tienen que ver con ese minuto borroso que suele ser la vida. Por lo menos, mi vida.

¿Intuiste este destino tuyo? ¿Pensaste alguna vez con anticipación en todo eso de la horrenda prisión en Cuba? ¿Sabías a lo que te exponías cuando abriste en La Habana la agencia de prensa CubaPress? ¿Qué te llevó a la franca disidencia, tras como muchos intelectuales, haber apoyado en principio a la Revolución?

No. Nunca pensé que tendría que salir del país. Cuando fundamos la agencia Cuba Press tuvimos siempre muy presente la posibilidad de la cárcel. Uno de los periodistas del grupo inicial, Juan Antonio (Ñico) Sánchez, que ahora está en el exilio, era el más buscado por la policía y el que más veces fue dormir a los calabozos. Eran estancias de días. No estaba vigente la Ley Mordaza. Se pensaba en condenas de tres o cuatro años.

Muchos años atrás fuiste corresponsal en la Unión Soviética. ¿Pudiste observar ya entonces la verdadera cara del
sistema?

Mi trabajo como corresponsal en Moscú fue muy revelador. He sabido que le pasó a muchos que trabajaron o estudiaron por allá. Yo vivía en lo que iba a ser el futuro de Cuba y me parecía plano, imperfecto y acosado por mentiras y trampas. Me faltó valor para denunciarlo y pedir asilo en aquel momento. Como me faltó después para muchas otras cosas. De todos modos, conocí a excelentes poetas, escritores y periodistas que estaban atrapados en aquella telaraña.

¿Desde cuándo escribes? ¿Tienes memoria? ¿Publicaste algun libro entonces?

Comencé a escribir poemas de amor cuando era muy joven. En Morón, mi pueblo natal. Con un éxito relativo y limitado al entusiasmo de mis primas, al recelo de mis padres y a la burla de algunos amigos. Organicé dos o tres cuadernos desastrosos, pero no publiqué ninguno. Las muchachas a las que escribí esos poemas se casaron con otros y son felices. Algunas me han confesado que parte de esa felicidad tiene relación con haber pasado por alto aquellos versos de río y estío, de mar y amar y de desazón y corazón.

¿Qué significó para ti nacer en Morón (¿en qué año?) y querer ser poeta? ¿Cómo transcurrieron esos primeros años? ¿Qué estudios realizaste y dónde? ¿Cuándo te mudaste para La Habana?

Nací en noviembre de 1945. Estudié la primaria y parte del bachillerato en mi pueblo. Me fui para La Habana en 1963 y estudié periodismo en el curso de 1964 al 69. Recuerdo con mucho cariño los últimos años que viví en mi pueblo. Hasta el año 60. Eramos adolescentes y estábamos ajenos a lo que vendría. Enseguida todo se emponzoñó y cada uno se fue por sus caminos y veredas. Yo me puse de parte del caos y la mayoría de mis amigos y amigas en contra. Es una etapa que recuerdo mucho, pero ya aquellas personas son otras y también yo.

De todos tus libros, ¿cuál es tu preferido?

Me gusta un pequeño cuaderno que escribí en La Habana, cuando ya era libre por cuenta propia. Se llama Recuerdos olvidados. Lo publicó Hiperión en España y Gallimard en París.

¿Ves al periodismo como un medio de ganarte la vida, o realmente amas esa profesión tanto como la poesía?

Yo creo en el periodismo sin adjetivos. Es el que se hace en Cuba fuera del control del Estado. Le pusieron independiente porque los medios dependen de los laboratorios del Partido Comunista. Es el que se hace en democracia con honestidad. Es el que debe de hacerse en nuestro país en el futuro. Creo en el periodismo y reconozco su poder ante las dictaduras, los terroristas y los corruptos. Cuando escribo crónicas casi siento lo mismo que cuando trato de hacer un buen poema.

Has recibido varios premios, especialmente ese Ortega y Gasset que ha sido noticia de nuevo entre los cubanos, por habérsele otorgado hace unos dias a Yoani Sánchez por su blog Generación Y. ¿Qué significó para ti ese premio?

El Ortega y Gasset fue muy importante para mí. Me dio confianza en el trabajo que hago todas las semanas. El hecho de que se le entregue ahora a Yoani Sánchez demuestra la fuerza de los blogs, dentro y fuera de Cuba. Su periodismo tranquilo, esa mirada fresca sobre la realidad del país. También puede verse como el desarrollo tecnológico que arrasa y anula los candados de la dictadura.

¿Podrás describirme un día en tu celda en Cuba?

Los días que más recuerdo de la prisión son los de la celda de castigo. Un día normal comenzaba a las cinco de la mañana con agua de azúcar o con un brebaje que se llama cerelac. Así comienzan los días, este día de hoy, mis amigos que siguen en las cárceles. Lo peor es que duran como 40 horas.

¿Cómo transcurre ahora un día en la vida de Raúl Rivero?

Trato de alcanzar pequeñas parcelas de felicidad. A veces, lo consigo. Otras no. La vida de mis tres hijas y de mi nieta Maya me hacen razonablemente dichoso.

(Publicado en El Nuevo Herald el 27 de abril de 2008)

martes, 27 de mayo de 2008

La Habana de mi infancia (III y final)

Por Tania Quintero
Si hay un lugar ligado a mi infancia es el Parque Central y la estatua del Apóstol. Cursé la enseñanza primaria en la escuela pública no. 126 Ramón Rosaínz, situada en Monte y Pila, Cerro. Los 28 de enero en vez de la saya azul prusia del uniforme, las alumnas de 4to. a 6to. grado nos poníamos una falda tachonada blanca. Cada una llevaba una rosa blanca y a una hora en punto salíamos a pie hacia el Parque Central. Íbamos desfilando, agrupadas por aulas. La formación inicial llevaba el estandarte de la escuela, cada grupo iba presidido por la maestra. En mi época, hembras y varones estudiaban por separado. Los varones tenían maestros de los dos sexos, pero las hembras sólo mujeres. Modesta Ramírez se llamaba nuestra directora, cuyo buró se encontraba en el zaguán a la entrada. A cada rato nos visitaba un inspector municipal, de la raza negra. En la foto del día que terminamos el 6to. grado aparece este inspector, él fue quien me entregó el diploma, al resultar el primer expediente. Foto del Apóstol de http://www.damisela.com/
Antes de la estatua de José Martí, en el Parque Central hubo una estatua de la reina Isabel II, como puede verse en esta foto encontrada en http://www.idealpress.com/ Más, aquí.

Una vez al año íbamos también a la "casita", como le decíamos a la casa natal de José Martí, situada en la antigua calle Paula, hoy Leonor Pérez 314 entre Egido y Picota, muy cerca de la terminal de trenes, en la Habana Vieja. Aún hoy sigue siendo un sitio muy visitado, por cubanos y extranjeros. Antes de cumplir los 5 años mis dos nietas la visitaron y salieron encantadas. A los adultos nos impresiona constatar que en un hogar tan reducido hubiera nacido y vivido un hombre de tan gran proyección. El tiempo ni la distancia han erosionado mis recuerdos de la "casita", para mí tan sorprendente como la de chocolate de Hansel y Gretel. Foto: http://www.damisela.com/

Otra visita anual obligada era a la Fragua Martiana, en Príncipe 108 entre Espada y Hospital, Centro Habana, a pocas cuadras del Malecón. A la entrada nos esperaba el doctor Gonzalo de Quesada, hijo de Don Gonzalo de Quesada Aróstegui, acerca de quien recomiendo leer Un cubano olvidado, aquí http://www.cubafreepress.org/art2/cubap991112ii.html Aquel guía tan especial nos explicaba todos y cada uno de los rincones del ya entonces museo. El recorrido terminaba en el patio, donde se conservan restos de la Cantera de San Lázaro, donde con sólo 16 años José Martí fue obligado a trabajar con grilletes en los pies. Más sobre la Fragua Martiana.

Esta foto de BedinCuba es de cuando faltaba poco para terminar el Palacio de Bellas Artes. A su inauguración, en 1955, asistí con un grupo de alumnas seleccionadas de mi escuela primaria. Entre los invitados, representantes del gobierno, del mundo de la cultura y de la sociedad en general. El discurso de apertura estuvo a cargo del ministro de educación, cuyo nombre ahora no recuerdo. Por su céntrica ubicación, a menudo recorrí sus salas y leí en su biblioteca antes de 1959, año en que la asistencia a una conferencia sobre arte precolombino marcó mi reencuentro con el lugar donde tranquilamente podía contemplar los cuadros de dos de mis pintores preferidos: Joaquín Sorolla y Frans Hals.

Después de su restauración, por última vez visité Bellas Artes el 1 de agosto de 2002, fui con mi hija y mi nieta mayor. Así es hoy una de sus dos entradas, por la calle Trocadero (foto de landincomunicacion, Flickr). Más sobre el Museo Nacional de Bellas Artes.

En la segunda parte de La Habana de mi Infancia, mencionaba los cuatro clubes vinculados a mi niñez. Aquí les presento estos afiches de Secretos de Cuba, donde se presentan los colores y mascotas de Habana, Almendares, Cienfuegos y Marianao. El caricaturista es el mismo que en la década 1940-50 hacía portadas para la revista Carteles, fundada en 1919 y clausurada en 1960. No estoy segura que sea el diseñador de esta portada, correspondiente al 27 de junio de 1954. Aparece la "niña" de la casa probándose el vestido que luciría en su graduación universitaria. Mientras ella se mira al espejo, para ver cómo le queda el birrete, mamá y la modista le entallan el vestido. La escena es observada por un fotógrafo y por la criada o tata negra, muy común entonces en determinadas familias cubanas ricas o de clase media.
Vale la pena mencionar algunos de los trabajos contenidos en ese número de Carteles: Se reanudará la Guerra de Corea?, por Max Henríquez Ureña; Cuba es un crisol de razas, por Salvador Bueno; Ucrania lucha contra el poder soviético, por Vladimir Hawryluk; Conoceremos por fin el secreto de Marte?, por Gerard Deville; Mar, mar, enemigo, cuento de Guillermo Cabrera Infante; El año de más sorpresas en la historia del café, por Oscar Pino Santos; Actualidad Económica, por Raúl Cepero Bonilla; Tras la Noticia, por Antonio Llano Montes; Deportes, por Jess Losada y Predicciones Astrológicas, por el Profesor Carbell, entre otros. Carteles era la principal competidora de Bohemia, del mismo modo que Romance lo era de Vanidades en el género femenino o del corazón. Tanto Carteles como Bohemia contaban con periodistas, fotorreporteros y colaboradores de primera. En Bohemia publiqué durante veinte años (1974-94), su redacción queda en la misma esquina de San Pedro y Boyeros, a un costado están los talleres de rotograbado. No estoy segura si la redacción de Carteles radicaba al lado de su imprenta, en Infanta y Peñalver, pero sí que por ahí muchas veces fuí, a visitar a una familia que vivía en la cuadra aledaña, donde se levantaba un conglomerado de casas modestas, todas pintadas del mismo color.

Este anuncio, encontrado en Secretos de Cuba, lo he puesto porque la llegada del bolígrafo en mi niñez se puede comparar con la llegada del Ipod y el Mp3 para los adolescentes actuales: todo un descubrimiento! No obstante, las clases de caligrafía tenía que seguirlas haciendo con pluma de fuente. Durante años tuve una Esterbrook de color vino, la tinta era de la marca Parker, que mi padre compraba en La Moderna Poesía. Cuando comenzaba el curso, él me daba dinero para que yo misma comprara el material escolar. Las libretas, carpetas de argollas y papel con tres huequitos, solía comprarlos en el Ten Cent de Galiano. Los lápices de escribir, de la marca Mirado, así como gomas, reglas, sacapuntas, presillas y lápices bicolores, en cualquiera de las quincallas que por mi barrio había y donde se podía adquirir todo eso y más. Entonces no había plumones y los lápices para colorear eran de una famosa marca, adquiridos por mi padre en La Moderna Poesía, su librería preferida.

Las dos marcas de máquinas de escribir más usadas en Cuba en mis años mozos eran Underwood y Remington, las dos fabricadas en Estados Unidos. En una Underwood aprendí a escribir en máquina, a principios de 1959, y en otra igual trabajé durante los casi dos años en que fui mecanógrafa del comité nacional del Partido Socialista Popular, de agosto de 1959 a febrero de 1961, cuando decidí sumarme al tercer contingente de maestros voluntarios en Minas del Frío, Sierra Maestra. Aunque en gran parte del planeta las máquinas de escribir son piezas de museo, todavía en Cuba son muy utilizadas.

En mi niñez fui más al cine que a la playa, salvo cuando mis tíos Dulce y Blas alquilaban una casa en Guanabo, zona costera a 23 kilómetros al este del centro la ciudad de La Habana. Alquilar una casa en Guanabo, Santa María del Mar e incluso Varadero, estaba al alcance de una buena parte de las familias habaneras. No era ningún lujo y, por supuesto, se pagaba en pesos. En la década de 1940-50 la vista de Guanabo era similar a esta foto de Secretos de Cuba. Mis padres no eran "playeros" y siempre me mandaban a mi sola, para que jugara con mis primos Lidia, Paquito, Pepe y Joaquín. Las pocas veces que fue mi mamá, se quedaba ayudando en la cocina a mi tía, su hermana.

Aunque me quedaba un poco más lejos de mi casa, siempre iba al Ten Cent de Galiano, que me gustaba más que el de Monte (había otro en la calle Obispo, después abrieron uno en 23 y 10, Vedado, otro en La Copa, en 1ra. y 42, Miramar). En esa foto de 1958, de Secretos de Cuba, se aprecia lo concurrida que siempre estaba la esquina de Galiano y San Rafael. El Ten Cent tenía tres entradas: dos puertas por la entrada principal, en la calle Galiano (donde está el cartel Woolworth's); una puerta por San Rafael y la otra por San Miguel, por donde solían entrar las clientas a la peluquería, ubicada al final del piso superior. Sobre el fundador de esta cadena de tiendas.

En esta otra foto, también de Secretos de Cuba, el Ten Cent queda a la izquierda y, enfrente, un ángulo de El Encanto la más chic de las tiendas cubanas de mi infancia. Frente a El Encanto quedaba la peletería Florsheim, donde mi padre una vez al año iba a comprarse un nuevo par de zapatos. Aunque se usaban de dos tonos, blanco y negro, él siempre se los compraba de color carmelita. Me parece estar viéndolos, con aquellos huequitos, que al untarle betún, había que cuidar que no se incrustara en ellos. Florsheim fabrica calzado desde 1892.

Todos los domingos iba con mis padres a visitar a Matilde, mi abuela paterna, una mulata que medía seis pies y pesaba doscientas libras (mi padre era igualmente grande y gordo: de esos genes mis dos nietas deben haber heredado sus estaturas y corpulencias). Mi abuela Matilde vivía con una de sus hijas, mi tía Lala, que estaba divorciada y sus dos hijos, mis primos Nilda y Abelardo. Era una casa en bajos, con puerta a la calle, en Herrera entre Rosa Enríquez y Benavides, Luyanó. Desde nuestro hogar, en Romay entre Monte y Zequeira, Cerro, podíamos coger la ruta 10 en la Esquina de Tejas o la 9 en la calle Cristina. Nos bajábamos en Calzada de Luyanó y Benavides. A pocos metros, detrás de esa parada, quedaba la Loma del Burro, albergue de uno de los dos barrios paupérrimos de la ciudad, Las Yaguas. El otro era Llega y Pon. No sé de cuál de los dos es la foto de Secretos de Cuba.

La foto de época que más me recuerda la zona donde viví en mi infancia es ésta de BedinCuba. Me parece que se trata del tramo de la Calzada de 10 de Octubre y Omoa, a una cuadra de la Esquina de Tejas, pero esa ruta 20 subiendo me confunde, porque que recuerde, siempre la 20 iba por la Calzada del Cerro y cuando llegaba a Tejas, continuaba por Monte, hasta los Cuatro Caminos, cuando doblaba a la izquierda y subía por Belascoaín hasta Neptuno, donde llegaba hasta la Universidad, doblaba por 27, pasaba por el hospital Calixto García y después seguía por G o Avenida de los Presidentes, para terminar su extenso recorrido en el paradero de Miramar. Para ir al Vedado, los que vivíamos en el Cerro, además de la 20, teníamos la 2 y la 10, que llegaban hasta 12 y 23, y la 9, que terminaba en Buena Vista. Ah, y el autobús o "enfermera" V-7, posteriormente convertido en ruta 37.

En esta foto de 1956, de FIU Libraires, vemos a Nat King Cole revisando uno de sus discos en la fábrica Panart de La Habana. Él y Frank Sinatra fueron mis cantantes favoritos en mi infancia. Entre otras canciones, Nat King Cole en español grabó: El bodeguero, Ansiedad, Perfidia, Yo vendo unos ojos negros, Piel canela, Solamente una vez, Quizás quizás, Aquellos ojos verdes, Cachito, Nadie me ama, Ay, cosita linda, Acércate más, Tres palabras, Noche de ronda, Tu eres tan amable, Capullito de alelí, María Elena, Las mañanitas y Fantástico. Ninguna me gustó tanto como Autumm Leaves, When I fall in love, Love is a many splendored thing, Stardust, Unforgetabble, Fascination y Tenderly, acompañado por el trío de jazz de Oscar Peterson, aquí. Anécdotas de Nat King Cole en La Habana, publicadas en 2002 en Encuentro en la Red, aquí.
Pero la canción de mi infancia fue Y tú que has hecho, de Eusebio Delfín, por María Teresa Vera y Lorenzo Hierrezuelo (foto). Al no existir en video interpretada por el memorable dúo de trovadores cubanos, termino esta serie con dos versiones de Y tú que has hecho: una de Jóvenes Soneros y otra del Buenavista Social Club:



viernes, 23 de mayo de 2008

La Habana de mi infancia (II)

Por Tania Quintero
Esta postal de C. Jordi de la década 1940-50, tomada de El Güije, me recordó al Parque Maceo que yo conocí en mi infancia. Entonces era un lugar para pasear familias y parejas y también para las bandas tocar. Eran las famosas retretas, tan habituales en el Parque Central y en los principales parques del país. En el área al final, a la izquierda, dos o tres veces al año se levantaba un parque de diversiones para niños, donde no faltaba la venta de "algodón" y otras chucherías. La estatua del general Antonio Maceo siempre fue la misma y siempre estuvo en el mismo lugar. Y de espaldas al mar. Lo aclaro porque en los años 80 en La Habana llegó a decirse que la estatua de Maceo, cuando se colocó, se había puesto de frente al mar, dando a entender que debido al ansía de emigrar de una parte de la población, las autoridades habrían decidido colocar a Maceo de espaldas: en esa dirección queda el Norte, sinónimo de USA en Cuba. Más sobre este parque en un artículo tomado de Habana Radio, emisora de la Oficina del Historiador de la Ciudad, aquí:

No había nacido cuando el "ciclón del 26", como le llaman los más viejos, pasó por Cuba. Pero me pareció interesante mostrarles esta foto del Parque Maceo tras el paso de uno de los huracanes más violentos que azotó la Isla en el siglo XX. Fue publicada en la revista Carteles No. 44/1926.
La foto más parecido al Malecón de mi infancia es ésta, de 1930-40, tomada de El Güije. Entonces se le llamaba Avenida del Golfo, hoy Avenida del Malecón. Nótese el buen estado del muro y de la acera. Más sobre el Malecón, aquí:
Volviendo al Parque Maceo. Miren cómo la cerca que han puesto en la parte que da a la Avenida del Malecón. Al fondo, el edificio del hospital Ameijeiras, construcción antes de 1959 concebida para ser sede del Banco Nacional de Cuba. La foto, de Flickr, es de 2008 y fue tomada por alaner'79.
Desde el Malecón se puede ir caminando hasta la Terminal de Ómnibus de La Habana, lugar a donde con mi madre, una tía y primas, todos los años concurría para viajar a Sancti Spiritus, de donde era mi familia materna. De las líneas de ómnibus interprovinciales recuerdo dos: La Flecha de Oro y Santiago-Habana. La foto, de los años 50, la encontré en Secretos de Cuba. En ella se aprecia lo fácil que era reservar un boleto de ida y vuelta hacia cualquiera de los destinos que cubría la línea Santiago-Habana. Entonces no existía el Decreto 217/97 y los cubanos se podían mover libremente por todo el territorio nacional. Hoy, sacar un pasaje es una verdadera odisea, a no ser que se tengan divisas y se pueda reservar por Víazul. Las dificultades del transporte interprovincial la padece toda la población, pero en particular los familiares de los presos políticos. En Ay, Arnaldo, publicado en mi blog en agosto de 2007, leáse Cartas desde La Habana, donde la Dra. Lidia Lima, esposa del preso político Arnaldo Ramos Lauzurique, relata las vicisitudes para poderlo visitar en Holguín, a 800 kilómetros de su domicilio, en la Ciudad de La Habana. Aquí.
Por supuesto, cuando yo era niña, cómodamente y por pesos, la única moneda que entonces circulaba (con la misma equivalencia del dólar), se podía viajar desde Occidente a Oriente, lo mismo en ómnibus que en tren o por Cubana de Aviación, fundada el 8 de octubre de 1929.

Del transporte urbano en la capital, esta foto de Secretos de Cuba habla por sí sola. Es la década de 1950 y fue tomada en una calle del Vedado por donde pasaban las rutas 26 y 57, que hasta mi salida de Cuba en 2003 funcionaban, y los autobuses V2 y V6, popularmente conocidos como "enfermeras", por su color blanco. Fíjense en lo bien vestidos que están las tres personas que esperan la "guagua", ella con los tacones que entonces se usaban y ellos de traje. Supongo que se dirigían al trabajo: en mi infancia, así de elegantes iban los empleados, maestros, funcionarios, oficinistas... Como calles y aceras estaban limpias, no había necesidad de darle betún y brillo todos los días al calzado, por eso se ven relucientes sus zapatos.

Los últimos modelos de autos lanzados en Estados Unidos, inmediatamente se podían comprar en La Habana, en las diferentes concesionarias: Ford, Chevrolet, Chrysler, Oldsmobile, Buick... No conozco de marcas, pero evidentemente el carro conducido por este sonriente señor, debe haber sido el de moda en ese año de los 50. La foto es de Secretos de Cuba. Detrás, majestuoso, el Hotel Nacional de Cuba, inaugurado en 1930 y que aún conservaba sus ventanas originales. A no ser Blas Roca, secretario general del Partido Socialista Popular y esposo de mi tía Dulce Antúnez, quien además de un auto tenía un chofer (Fiallo se llamaba) que yo recuerde, nadie más de mi familia andaba en carro. Por un tranvía, una guagua o una "enfermera" no se esperaba más de quince minutos. También era fluida la frecuencia para tomar una lanchita para Regla o Casablanca. Taxis había afuera de hospitales, funerarias, hoteles, cabarets, o circulaban libremente por toda la ciudad. Mas yo no recuerdo haber cogido nunca un taxi. Pese a tener tan buen transporte público, los habaneros caminábamos bastante. Nunca cogí guagua para ir desde mi casa, a dos cuadras de la Esquina de Tejas, hasta el Ten Cent de Monte, frente al Parque de la Fraternidad, ni tampoco para el de Galiano. No era peligroso y era grato, caminar por aquellas calles y aceras limpias y en buen estado, y sobre todo, con zapatos confortables... y baratos, como los tenis US Keds, los más usados. En Google-Imágenes encontré un anuncio este anuncio de la época.


En una peletería que había en la esquina de mi casa, en Monte y Romay, los vendían. No recuerdo el precio, pero sí que mi padre una vez me dio cinco pesos para que me comprara un par para las clases de educación, altos como el rojo del anuncio, pero en azul prusia. Y el dependiente me dio como tres pesos de vuelto. En esa peletería y en muchas otras de la calle Monte, a cada rato rebajaban a peso los zapatos de piel. Ese tipo de tenis alto de lona ahora están de moda entre los jóvenes, en colores brillantes, de la marca All Star.

Debo confesar que estas ventas callejeras no las recuerdo de mi infancia. Y tiene su explicación: es que yo desde 1944 hasta 1979, cuando nos mudamos para la Víbora, siempre viví a pocas cuadras del Mercado Único, cerca de la céntrica esquina conocida como Cuatro Caminos. Más sobre ese mercado, aquí.
Por el edificio al fondo, pudiera tratarse de una calle concurrida del centro de La Habana. O pudiera ser una venta improvisada, por la proximidad de la época navideña: si uno se fija bien, el ómnibus tiene unos carteles anunciando un probable reforzamiento de salidas con motivo de San Lázaro, el 17 de diciembre. Otros detalles en los cuales vale la pena detenerse: las grandes cestas donde se acostumbraba vender viandas, frutas y hortalizas; la ausencia de tierra, a pesar de ser productos traídos directamente del campo; el sombrero del vendedor con la camisa de cuadritos; los cartuchos anunciando los precios y la presencia de vendedores y compradores de la raza negra. Más sobre el comercio local capitalino en el siglo pasado.
Foto: Secretos de Cuba.



Si a cuatro cuadras nos quedaba el Mercado Único o de Cuatro Caminos, a ocho nos quedaba el Estadio del Cerro, hoy Latinoamericano. Mis padres eran fanáticos de la pelota, como en se le dice al beisbol, el deporte nacional. Mi madre simpatizaba con el club Almendares, mi padre, nacido en Palmira, era del Cienfuegos y yo, del Habana. Del Marianao era Luis, el esposo de una tía: los dos vivían en Buenavista, barriada entonces perteneciente al municipio de Marianao. Al Estadio iba por lo menos una vez por semana, bien con mi padre o mi madre, o con los dos. Nunca entendí -ni todavía entiendo- la pelota, pero sí me gustaba el ambiente del público en las gradas, gritando y discutiendo, y delirando cuando metían un jonrón, sinónimo de gol en el fútbol. También me gustaba que contínuamente pasaban vendedores de café, refrescos, papitas fritas. En la tienda vendían fotos, emblemas y souvenirs de los cuatro equipos principales, si no el país, en la capital. Las cuatro fotos son de Secretos de Cuba. Beisbol y Revolución, de Roberto González Echevarría, profesor de la Universidad de Yale y autor del libro The Pride of Havana-History of Cuban Baseball, publicado en Letras Libres en noviembre de 2002, aquí.
La foto de BedinCuba capta una escena muy común en toda la Isla: niños jugando pelota. Estos muchachos lo hacen en el Paseo del Prado, por donde ya finaliza, en la calle Cárcel. Nótese la vestimenta: pantalones largos, camisas de mangas cortas y algún que otro pulóver. No todos llevan tenis, el catcher usa guantes y detrás hay un niño que si mi vista no falla, tiene puesta una pañoleta. Debe haber sido el "árbitro" porque en esa época no existía los pioneros (y los boys scouts no era una organización masiva). Varios hombres´"enguayaberados" los observan. La gasolinera hacia el final todavía existe. Probablemente algunos de los autos parqueados a la izquierda todavía rueden por la calle Prado. Lo que si desapareció cuando el comandante llegó y mandó a parar fue la Canada Dry, aunque la fábrica, en Infanta y Amenidad, todavía funciona. Cuando llegaba la Semana del Niño, una de las fábricas a la que siempre nos llevaban los maestros de mi escuela, situada en Monte y Pila, era la Canada Dry, donde nos daban una botellita de ginger ale, pero más me gustaba la visita a La Española, antigua chocolatería en Infanta y Estévez o a La Estrella, la más famosa productora de galletas y golosinas de la ciudad. El recorrido solía terminar en Sabatés: a la entrada a cada alumno regalaban jaboncitos.
Termino esta segunda parte con una orquesta y una artista de mi infancia. Especialmente he escogido Feliz Encuentro, Francisco Alvarado:

Continuará...

jueves, 22 de mayo de 2008

LUCES Y SOMBRAS DE UNA CIUDAD

Por Iván García
Si algo distingue a La Habana de hoy es el hecho de ser una capital donde conviven perfecta y tranquilamente dos ideologías. Lo sucio, feo, desaliñado, arruinado, necesitado de pintura y mantenimiento, es producto de 40 años de gobierno marxista. Las luces, el confort y la limpieza es fruto de la hola de capitalismo que a partir de 1993, con la despenalización del dólar, asaltó a La Habana y posteriormente al resto del país.

Las diferencias abofetean al instante. Los servicios en tiendas y cafeterías en monedas nacional son pésimos. La variedad de productos se pueden contar con los dedos de una mano y la mala calidad es insultante. Los locales siempre están sucios y vacíos y los dependientes, sin contenido de trabajo, se dedican a largas chácharas durante la jornada de ocho horas. A ellos les da lo mismo: Laboren o no ganan 200 pesos al mes, cantidad que traducida al dolar equivale a 10 dólares, según el cambio actual de 20 pesos por un dólar.
Lo contrario ocurre en los islotes de capitalismo que con inusitada celeridad se levantan en la ciudad. Según cifras de la corporación Cubanacán, en 1997 solamente en la capitalse registraban más de 4 mil establecimientos en divisas. Centros comerciales, tiendas, cafeterías, restaurantes, servicios de fotos, gasolineras y librerías, se encuentran entre los establecimientos donde resalta la limpieza, el aire acondicionado, y una diversidad de productos que si bien para un extranjero no es tan amplia, para el cubano es una novedad ver en la tablilla de una cafetería una veintena de artículos.
En Cuba solo valen los dólares o su sustituto dentro de la Isla, el peso convertible. Es una incongruencia superlativa que tras cuarenta años de revolución, la moneda del enemigo público número uno del régimen, Estados Unidos, sea la que esté potenciando cualquier transformación o mejora. No obstante, el gobierno se afila los dientes. Estimados de la CEPAL en 1997 referían que sólo por concepto de remesas familiares, mil millones de dólares entraron al país. Las estadísticas oficiales afirman que un 40 por ciento de los cubanos tiene acceso a las divisas, pero en La Habana la cifra se acerca al 60 ó 70 por ciento. Por tanto, el crecimiento de las ofertas por dolares en la capital continúa.

Paralelamente, las mercancías que se venden por dólares tienen alterado su valor por los impuestos. Antonio Díaz, 44, financista de una corporación afirma que todos los artículos que se venden en Cuba tienen un encarecimiento que se mueve entre el 100 y 200 por ciento, de acuerdo a su costo de compra. De esta información se desprende que las ganancias que van a parar a las arcas gubernamentales son altísimas. El hecho de clasificar como país empobrecido del tercer mundo, no es óbice para que los precios compitan con los de Londres, Paris o Nueva York. A pesar de eso, las ventas aumentan año tras año.

Si los cubanos pudieran ir a hacer sus compras en Miami, Kingston, o México, otra sería la situación. El mercado interno de divisas no tiene competidores, y a los ciudadanos no les queda otro remedio que ir a parar al comercio socialista por dólares, un poco más agradable y surtido, pero igualmente ineficiente que el de moneda nacional.

Otra singularidad es el poderío económico de los exiliados de Miami, muchos de los cuales periódicamente hacen llegar a sus familiares considerables sumas de dinero. A esas remesas se suman solidas entradas de algunos artistas y deportistas así como las de jineteras y pingueros, quienes con sus cuerpos abultan los monederos. En estos segmentos se encuentran los poseedores de cuentas bancarias en divisas dentro del país.

El peso cubano es una caricatura. Con él sólo se pueden conseguir viandas, frijoles, carne de puerco, ron, cigarros, y algún que otro producto "liberado", de calidad muy inferior al ofrecido por dólares. Mientras La Habana comunista parece una urbe arrasada por un bombardeo, reflejo de la decadencia del sistema, la otra, su contrapartida capitalista, sobresale a golpe de vista por la pintura impecable, colorida, y los grandes cristales, algunas veces oscuros para que los pobres de la calle no puedan ver la riqueza del contenido.

Joyas de la arquitectura urbana como la Lonja del Comercio y el Edificio Bacardí, en la Habana Vieja, han sido convertidos en oficinas equipadas con tecnologías de punta. En Tercera y 70, Miramar, se construyen los dos primeros edificios de un total de 18 que conformarán el primer centro de negocios de Cuba. El capital para esta obra procede de Israel, contradictoriamente el otro país que junto a Estados Unidos, son los dos únicos en el mundo que están a favor del embargo económico a la Isla.

Para fines de año se anuncia la inauguración del primer conjunto de apartamentos de lujo, y para el cual ya se han vendido o reservado más del 70 por ciento de los apartamentos. Este residencial es una empresa mixta con capital español. Otro condominio se levanta en Miramar con participación de la prestigiosa firma Montecarlo International Real Estate, S. A. Todos los apartamentos son construidos con materiales de primera. Poseen piscina y cuartos para criados, en contraste con las 7 mil incómodas viviendas de bajo consumo que el gobierno tiene previsto construir en 1998 con materiales reciclados y donde el futuro inquilino tiene que conseguir puertas y ventanas.

Han transcurrido cinco años de la despenalización del dólar, anunciada por Fidel Castro el 26 de julio de 1993. En ese lustro, el capitalismo ha avanzado lentamente por La Habana. Hoteles, centros comerciales y de servicios, así lo atestiguan. Pese a las consignas oficiales, está por ver quién se impone en esta competencia ideológica.


Fotos: boquerón 1052, Flickr
(Publicado en Cubafreepress el 11 de mayo de 1998)

miércoles, 21 de mayo de 2008

Simplemente, la verdad

Quiero compartir con los lectores del blog este video y el texto enviados por un amigo mexicano. La foto del volcán Popocateptl es de Arturo Andrade y la tomé de Flickr.
Nunca había visto un retrato tan exacto, atinado y contundente, del México de hoy. La académica, escritora y periodista Denisse Dresser (México 1963), explica muchas cosas que todos en México sabemos, más bien, intuímos, pero nunca, al menos yo, había visto expuestas con tanta claridad. Quien lo vea no puede quedarse indiferente. Vale la pena dedicarle los 36 minutos que dura. Pueden verlo aquí.

LA HABANA DE MI INFANCIA (I)

Por Tania Quintero

Las fotos presentadas a continuación no las he seleccionado por su calidad ni belleza, sino porque ellas son testimonios de La Habana en la cual nací y crecí, en la década de 1940-50. Espero que las disfruten con el mismo placer con que yo las he buscado en internet para ofrecérselas a ustedes.
De todas las fotos revisadas sobre el Capitolio Nacional, esta postal de la Casa Morris es la que mejor refleja la visión que en mi retina quedó de la institución más representativa de la República de Cuba. El Capitolio formó parte de mi infancia: mi padre, como guardaespaldas de Blas Roca, pasó muchas horas en sus jardines. esperando a que terminaran las discusiones para aprobar una nueva Constitución, finalmente aprobada en 1940. Nací dos años después, pero mi padre siempre me contaba anécdotas relacionadas con el Capitolio. En este texto el periodista se refiere al "Capitolio de La Habana", definición que no comparto pues desde su inauguración el 20 de mayo de 1929 y hasta 1959 fue una instituación representativa de toda la nación.
Esta foto debe haber sito tirada desde el edificio del Retiro Odontológico, situado en L entre 21 y 23. La encontré en Foros Conexión Cubana y la persona que la envió la ubica en 1959, antes de la construcción del Havana Hilton. Es erróneo el año: el hotel se terminó de construir y fue inaugurado en 1958, hace ahora medio siglo. Calculo que debe ser de principios o mediados de los 50, cuando no habían comenzado las labores de construcción. Para quien no conozco el lugar, lo ubico: es la esquina de L y 23, donde comienza o termina, según se vea, La Rampa. El techo ondulado en primer plano corresponde al entonces Radiocentro, hoy cine Yara. Enfrente se aprecia un parqueo: ya había sido demolido el hospital que allí existente, el Reina Mercedes, y reunificado con el Hospital Calixto García, detrás de la Universidad de La Habana. La manzana de edificios, entonces nuevos, aún existe, al igual que la furnia, en el centro. En varios de esos edificios radicaban consultas particulares de médicos, dentistas, abogados y peritos mercantiles, entre otros profesionales. En el edificio que hace esquina, donde se ve una entrada, ahora radica una tienda donde por divisas se pueden comprar discos, libros, artesanías... Justo enfrente, donde entonces había una explanada con árboles, fue donde levantó la Hilton International Hotels decidió construir su primer -y único- hotel en Cuba y que a partir de 1959 se rebautizaría Habana Libre.
Esto no lo vi, pero sí lo leí. A la inauguración del Havana Hilton, el 19 de marzo de 1958, asistió Conrad N. Hilton y de cuya fundación pueden leer entre los enlaces recomendados en este blog. La dama que lo acompaña es Dorothy Johnson, en 1955 elegida Miss Oregon. La foto la tomé del sitio de Mrs. Johnson. Sobre la historia del Habana Libre, leer aquí.

Aunque residía a dos cuadras de la Esquina de Tejas, en el Cerro, esa zona del Vedado me era muy familiar, porque Cuca, tía paterna, vivía en 21 entre E y F, calles que no se ven en esta foto de BedinCuba. Tampoco se ve el Havana Hilton: no estaba terminado. Sí el cine teatro Radiocentro, a la izquierda. Donde hoy está el Parque del Quijote, en 23 y J, había unas naves o almacenes. El tramo mostrado de la Calle 23 es desde I hasta Malecón. Al fondo se divisa el mar.

De BedinCuba es esta foto, de la intersección de las calles Infanta y San Lázaro. En la esquina a la izquierda, donde se vendían lámparas y refrigeradores, un vendedor de billetes de lotería tiene puesta una tablilla con los números que le quedaban. Enfrente, otra tablilla: entonces todas las semanas se celebraba el sorteo de la lotería. Los cubanos heredaron de los españoles la afición por el juego (más al respecto aquí ). Si nos fijamos bien, en esa esquina hay un puesto de venta de periódicos y revistas. Cuando era adolescente, muchas veces fui a pie desde el Cerro al Vedado, a casa de mi tía Cuca, a dar clases de corte y costura. Y en ese puesto muchas veces compré la revista Vanidades. En ocasiones se había agotado y me llegaba hasta la esquina de 23 y L, frente a las obras en construcción del Havana Hilton, donde siempre había un vendedor de periódicos y revistas nacionales y extranjeros. Por esa zona solía andar El Caballero de París. Al final, hacia la derecha, la Universidad de La Habana.

Para los de mi generación, de La Habana no se podía hablar sin mencionar al Caballero de París. En esta foto de BedinCuba lo vemos, en la calle Neptuno, otra de las arterias céntricas y comerciales de la capital. Más sobre él.
Nunca le tuve miedo y siempre me detenía a verlo, si levantaba su mirada y me saludaba, lo saludaba, si no, seguía mi camino. En 1999 el cantautor Gerardo Alfonso le compuso una canción, El ilustrado Caballero de París, y cuya letra dice que recuerda a los niños riéndose de él. Eso ocurrió después de 1959, porque antes, en mi época, nadie le gritaba loco, ni se burlaba de él ni le tiraba piedras. Lo considerábamos parte de La Habana, y lo resptábamos tanto como la estatua de José Martí en el Parque Central. Vean el video de la canción aquí.
En 2002, el periódico La Voz de Galicia reportaba la realización de una estatua de bronce dedicada al ilustre y perturbado gallego-habanero. Dos años después, por el periodista independiente Oscar Mario González nos enteramos cómo la estatua ha sido recibida por los cubanos. Baste ver esta foto de Labernalesa, Flickr, 2007.
Tenía yo 11 años, cuando en 1953 Enrique Jorrín introduce un nuevo ritmo en el ya vasto y rico panorama musical cubano: el chachachá. La engañadora, el primer chachachá, se convirtió en el hit del año: "A Prado y Neptuno, iba una chiquita, que todos los hombres la tenían que mirar...". Más sobre Jorrín y La engañadora aquí.

En BedinCuba he encontrado esta foto donde podemos ver la intersección de las calles Prado y Neptuno y donde comienza el Paseo del Prado, que termina en la calle Cárcel, muy cerca del Malecón. A la derecha no se distingue bien, el hotel El Telégrafo; enfrente, donde se ven autos parqueados y árboles, el Parque Central. La edificación al fondo, a la derecha, es la Manzana de Gómez, primer gran centro comercial que tuvo la ciudad. Enfrente, el hotel Plaza. No estoy muy segura, pero en la esquina con el anuncio de la droguería Taquechel o en la otra, radicaba el Salón Miami, como anuncia este pasquín encontrado en Secretos de Cuba.

Una de las grandes orquestas de la época, la Aragón, muy pronto incorporó el chachachá a su repertorio.
Más sobre la famosa agrupación cienfueguera.
La Aragón en el chachachá El bodeguero, aquí.

Y hablando de bodegueros, me despido con esta foto de Secretos de Cuba. Muy parecida a ésta era la bodega donde comprábamos cuando yo era niña. Quedaba en la esquina de Monte y Romay, Cerro. Había dos bodegueros, no recuerdo sus nombres. Pero sí que todo se despachaba en cartuchos, de distintos tamaños. Entonces no se conocían las "jabitas de nailon", tan imprescindibles hoy en las bodegas y tiendas cubanas -y del mundo. La bodega nuestra abría de lunes a domingo, desde por la mañana hasta la noche. Casi todos los bodegueros llevaban un lápiz en una oreja, para sacar cuentas y para anotar cuando a alguien le fiaba (las calculadoras tampoco estaban de moda). A la derecha, encima de la cabeza de la mujer, puede verse el molino de café: aunque vendían café Pilón o Tupy en sobrecitos de celofán, también se acostumbraba comprarlo a granel, por onzas o libras. Era cuando el bodeguero, que siempre tenía un gran cartucho de café en grano puesto bocabajo, apretaba el botón y la máquina molía una cantidad acorde a la solicitada por el cliente. Al lado del niño, grandes pomos de cristal con aceitunas, pasas, alcaparras, que se podían comprar por separado o juntas, para echarle al picadillo. En otra parte estaban las chucherías: caramelos, bombones, africanas, naranjitas, boniatillo, coquitos, chiclets (los de bola, para inflar, estaban en un aparato que uno echaba un centavo y además del chiclet le podía salir una figurita). A la izquierda vemos la nevera, donde los bodegueros guardaban queso, jamón, jamonada, mortadella, tocino y otros productos perecederos.

Continuará...