Por Iván García
Si algo distingue a La Habana de hoy es el hecho de ser una capital donde conviven perfecta y tranquilamente dos ideologías. Lo sucio, feo, desaliñado, arruinado, necesitado de pintura y mantenimiento, es producto de 40 años de gobierno marxista. Las luces, el confort y la limpieza es fruto de la hola de capitalismo que a partir de 1993, con la despenalización del dólar, asaltó a La Habana y posteriormente al resto del país.
Las diferencias abofetean al instante. Los servicios en tiendas y cafeterías en monedas nacional son pésimos. La variedad de productos se pueden contar con los dedos de una mano y la mala calidad es insultante. Los locales siempre están sucios y vacíos y los dependientes, sin contenido de trabajo, se dedican a largas chácharas durante la jornada de ocho horas. A ellos les da lo mismo: Laboren o no ganan 200 pesos al mes, cantidad que traducida al dolar equivale a 10 dólares, según el cambio actual de 20 pesos por un dólar.
Lo contrario ocurre en los islotes de capitalismo que con inusitada celeridad se levantan en la ciudad. Según cifras de la corporación Cubanacán, en 1997 solamente en la capitalse registraban más de 4 mil establecimientos en divisas. Centros comerciales, tiendas, cafeterías, restaurantes, servicios de fotos, gasolineras y librerías, se encuentran entre los establecimientos donde resalta la limpieza, el aire acondicionado, y una diversidad de productos que si bien para un extranjero no es tan amplia, para el cubano es una novedad ver en la tablilla de una cafetería una veintena de artículos.
En Cuba solo valen los dólares o su sustituto dentro de la Isla, el peso convertible. Es una incongruencia superlativa que tras cuarenta años de revolución, la moneda del enemigo público número uno del régimen, Estados Unidos, sea la que esté potenciando cualquier transformación o mejora. No obstante, el gobierno se afila los dientes. Estimados de la CEPAL en 1997 referían que sólo por concepto de remesas familiares, mil millones de dólares entraron al país. Las estadísticas oficiales afirman que un 40 por ciento de los cubanos tiene acceso a las divisas, pero en La Habana la cifra se acerca al 60 ó 70 por ciento. Por tanto, el crecimiento de las ofertas por dolares en la capital continúa.
Paralelamente, las mercancías que se venden por dólares tienen alterado su valor por los impuestos. Antonio Díaz, 44, financista de una corporación afirma que todos los artículos que se venden en Cuba tienen un encarecimiento que se mueve entre el 100 y 200 por ciento, de acuerdo a su costo de compra. De esta información se desprende que las ganancias que van a parar a las arcas gubernamentales son altísimas. El hecho de clasificar como país empobrecido del tercer mundo, no es óbice para que los precios compitan con los de Londres, Paris o Nueva York. A pesar de eso, las ventas aumentan año tras año.
Otra singularidad es el poderío económico de los exiliados de Miami, muchos de los cuales periódicamente hacen llegar a sus familiares considerables sumas de dinero. A esas remesas se suman solidas entradas de algunos artistas y deportistas así como las de jineteras y pingueros, quienes con sus cuerpos abultan los monederos. En estos segmentos se encuentran los poseedores de cuentas bancarias en divisas dentro del país.
El peso cubano es una caricatura. Con él sólo se pueden conseguir viandas, frijoles, carne de puerco, ron, cigarros, y algún que otro producto "liberado", de calidad muy inferior al ofrecido por dólares. Mientras La Habana comunista parece una urbe arrasada por un bombardeo, reflejo de la decadencia del sistema, la otra, su contrapartida capitalista, sobresale a golpe de vista por la pintura impecable, colorida, y los grandes cristales, algunas veces oscuros para que los pobres de la calle no puedan ver la riqueza del contenido.
Joyas de la arquitectura urbana como la Lonja del Comercio y el Edificio Bacardí, en la Habana Vieja, han sido convertidos en oficinas equipadas con tecnologías de punta. En Tercera y 70, Miramar, se construyen los dos primeros edificios de un total de 18 que conformarán el primer centro de negocios de Cuba. El capital para esta obra procede de Israel, contradictoriamente el otro país que junto a Estados Unidos, son los dos únicos en el mundo que están a favor del embargo económico a la Isla.
Para fines de año se anuncia la inauguración del primer conjunto de apartamentos de lujo, y para el cual ya se han vendido o reservado más del 70 por ciento de los apartamentos. Este residencial es una empresa mixta con capital español. Otro condominio se levanta en Miramar con participación de la prestigiosa firma Montecarlo International Real Estate, S. A. Todos los apartamentos son construidos con materiales de primera. Poseen piscina y cuartos para criados, en contraste con las 7 mil incómodas viviendas de bajo consumo que el gobierno tiene previsto construir en 1998 con materiales reciclados y donde el futuro inquilino tiene que conseguir puertas y ventanas.
Fotos: boquerón 1052, Flickr
(Publicado en Cubafreepress el 11 de mayo de 1998)
Me hace gracia porque has mencionado lo que para mi como turista ha sido lo peor de La Habana.
ResponderEliminarEl aire acondicionado.
Es un chisme odioso, molesto y fatal para la salud que los cubanos tenían como colmo de las comodidades capitalistas para el turismo.
¿Por favor pueden para el aire mientras como, que me está matamdo?
Esto nunca jamás encontró respuesta. Habia que soportar el chisme porque lo debía considerar así no se que idiota.
Primero que no hacia nada de calor y segundo que el clima es excelente tal cual. Me la pasé en la calle por no aguantar el invento.
Donde esta el embargo tan mencionado por Fidel? para los turistas no hay embargo, de los apartamentos lujosos que hablas no hay embargo, el llamado embargo solo sirve para opresar mas al pueblo, yo nunca he estado departe del embargo, yo creo que ya es hora de quitarlo para acabar con las excusas del regimen.
ResponderEliminarP.D. Lei no se donde que van a fabricar casa plasticas para el pueblo. Plasticas! te imaginas con el calor que hay en Cuba vivir en una casa p[lastica? le ronca el merquetreque.