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miércoles, 27 de junio de 2007

LO QUE LA REVOLUCIÓN NOS DEJÓ


Siglo 21. Cuba vive la peor versión de un capitalismo estilo africano con una mezcla de socialismo en retirada. A 45 años del triunfo de los barbudos, en la isla del buen clima y buena gente todo escasea. Pero la salud y la educación, las dos vitrinas sagradas, siguen siendo un orgullo para el gobierno de Castro. Démosle un vistazo por dentro.

Iván García, desde La Habana

Junto con el otoño y las lluvias de noviembre, llega para Amparo, 67, ama de casa, la tristeza. Es como un ladrón que le roba fuerzas. En el mes de noviembre, siete años atrás, su hija Yolanda, 22, estudiante universitaria, falleció víctima de una hermorragia interna en un hospital de la ciudad de La Habana.

“Yolanda, cuenta la madre, comenzó a tener fuertes dolores bajo el vientre. La llevé al cuerpo de guardia y dieciséis horas después la sacaba en una camilla envuelta en una sábana, rumbo a la funeraria”. El médico del policlínico le había diagnosticado amenaza de aborto, pues tenía unas seis semanas de embarazo. “El médico le recetó calmante para los dolores y descansar con los pies en alto”, recuerda Amparo mientras sus callosas manos se aferran a un viejo sillón.

A la semana, los dolores iban en aumento. Casi desfallecida llegó al hospital. Fue entonces cuando descubrieron que era un embarazo ectópico. Ya era tarde. El personal médico hizo lo que estaba a su alcance, pero no pudieron impedir que la muerte se la llevara en plenitud de vida. “Fueron días terribles. Sólo Dios sabe lo que sufrí. Me queda el consuelo de mis otros dos hijos, pero no puedo arrancarme el dolor que me da pensar que Yolanda murió por negligencia médica”, confiesa mientras con un descolorido pañuelo seca sus lágrimas.

El dolor que todavía siente esta madre habanera no es tan frecuente en la Cuba de 2003. Sí, es cierto, todavía mueren mujeres a causa de embarazos ectópicos, pero los logros de los que Fidel Castro se ufana en el campo de la salud pública cubana son reales. Pero en ocasiones ocurren negligencias médicas.

Igualmente son reales esos logros en la educación y también es realidad que los ciudadanos cubanos nacen ya con el signo de la libreta de racionamiento -implantada en marzo de 1962- y rodeados de limitaciones y estrechez material. En tiempos de internet y globalización, en Cuba sigue faltando comida, ropa, zapatos, viviendas y libertades.

Trasladarse de un lugar a otro en la ciudad puede demorar varias horas por la falta de transporte urbano. El salario promedio de 200 pesos se diluye como agua entre las manos cuando se va al agromercado, donde los precios de frutas y vegetales suelen estar por las nubes.

Para el cubano es una odisea -o un acto de predisgitación- desayunar, almorzar y cenar. Sólo una minoría puede dares el lujo de no pensar qué va a poner a su familia en la mesa al día siguiente. Vivimos mal, pero vamos bien de acuerdo al presidente cubano, quien desde hace tres años se ha volcado en una revolución cultural (otra más en cuatro décadas) y en un combate ideológico denominado batalla de ideas. Esto no le impide “idear” nuevos planes para que sigan existiendo, con más o menos brillo, las vitrinas-insignias de la revolución cubana.

Ciertamente, cada año el gobierno puede enorgullecerse del cumplimiento de una nueva meta en dos esferas vitales para cualquier sociedad, sean más medicos o más maestros, más hospitales y escuelas reparadas. Pero también es muy cierto que dentro del círculo vicioso -y desquiciante- en que se ha convertido comer, vestirse, bañarse e intentar tener una casa limpia, se le va la mayor parte del tiempo -y del dinero- al cubano común, por lo regular ajeno a la metralla diaria de doctrina política salida de la radio y la television. En 1996, por ejemplo, la radio trasmitía 301,0 horas diarias y en el 2001 fueron 395,4. La television, por su parte, en 1996 trasmitía 7,9 horas diarias y en el 2001 aumentó a 12,7.

El bombardeo noticioso no afecta demasiado a los cubanos, quienes sin perder su sonrisa roban cuanto pueden en sus centros de trabajo y son bastante indiferentes a la situación interna: a casi nadie le importa la suerte de los casi 400 presos politicos existentes en estos momentos en la isla, y entre los cuales se encuentran varios médicos, como el doctor Oscar Elías Biscet. Tampoco al cubano de a pie las palabras libertad y derechos humanos le dicen mucho.

El 60 por ciento de la población cubana actual (11 millones 243,358 hasta el 31 de diciembre de 2001: los resultados del Censo de Población y Viviendas realizado en septiembre de 2002 hasta la fecha no se habían publicado) nació bajo el emblema de la revolución. Y durante 45 años de actos y discursos se les ha hecho creer que salud y educación gratuitas son sinónimo de libertad y democracia.

Salud para todos

El embarazo ectópico que mató a Yolanda y que cada año se lleva la vida de mujeres en edad reproductive, no figura entre las principales causas de muerte en Cuba. Según cifras del año 2001, en primer lugar aparecen enfermedades del corazón, con 20,727 víctimas anuales; en segundo, los tumores malignos (16,805) y en tercero las enfermedades cerebrovasculares (8,067). Le sigue en cuarto puesto la influenza y la neumonía, que si en 1995 fue causa de muerte en 3,760 personas, en el 2001 casi se duplicó: 6,982. En quinto lugar aparecen los accidentes mortales, 4,829, menos que en 1995 (5,847).

En el libro Cuba, mas allá de los sueños, de la periodista Silvia Martínez, publicado en 2003 por la Editorial José Martí y del cual hemos extraído éstos y otros datos, se mencionan los suicidios y lesions autoinfligidas, cifras consideradas tabú. Allí se leer que en 1995 hubo 2,223 suicidios; 2,056 en 1998; 2,051 en 1999; 1,845 en 2000 y 1,649 en 2001. Ojalá los números hayan seguido bajando en 2002 y 2003.

Lo que si no baja es el porcentaje de la población indiferente a los conceptos de libertad, democracia y derechos humanos. Para Carlos, 21, estudiante universitario, democracia es sinónimo de poder cursar una carrera de medicina sin que sus padres hayan tenido que pagar un centvo. “Es verdad que hay un solo partido y un único discurso. Es verdad también que uno públicamente no puede decir lo que piensa, pero en Cuba no hay desaparecidos o escuadrones de la muerte y cuando usted llega a un hospital nadie le pregunta a usted si es militante, cristiano, comunista o disidente. Le atienden sin cobrarle”, responde Carlos.

Y lleva razón. Eso es algo bueno. Para ser un país del tercer mundo, estamos en primera fila en materia de salud y educación. Vea usted: según datos de 2001, tenemos 67,128 médicos (un médico por cada 167 habitantes); 84,232 enfermeras y auxiliares y 16 mil estudiantes de ciencias médicas como Carlos. Todo esos logros a pesar de tener sobre nuestras espaldas, desde 1962, la angustiosa libreta de racionamiento, mediante la cual cada cubano mensualmente puede adquirir seis libras de arroz, cinco libras de azúcar, veinte onzas de frijoles, una libra de pollo y dos pescados jurel con cabeza, y un panecillo de 80 gramos diarios.

Las limitaciones alimenticias no han sido óbice para la creación de una Escuela Latinoamericana de Medicina, en el Mariel, a 20 kilómetros al oeste de la capital, y donde estudian unos mil estudiantes procedentes de 24 países -para el 2005, la matrícula será de 10 mil alumnos de 66 nacionalidades distintas. Tampoco para que a partir de 1963 Cuba comenzara a enviar personal médico y paramédico a las llamadas misiones internacionalistas (el primer grupo, ese año, fue a Argelia) ni que en la actualidad cerca de 3 mil galenos y personal de salud brinden sus servicios en 14 países. El caso más notorio es el fuerte contingente enviado a Venezuela.

Si usted recorre a pie zonas de la ciudad de La Habana alejadas de los centros turíticos, podrá ver el pésimo estado de muchas viviendas, así como calles y aceras rotas. Pero el deterioro paulatino de la capital cubana no ha impedido tener 350 mil trabajadores de la salud, 267 hospitales, más de 14 mil consultorios médicos en los barrios, 444 policlínicos, 295 hogares de ancianos y 13 institutos de investigaciones, entre otros.

Es de aplaudir también la tasa de mortalidad infantil: 6,5 por cada mil nacidos vivos en 2002. Lo que no merece aplausos es la cantidad de criaturas nacidas con bajo peso. Olga, 35, oficinista, lo achaca a la mala alimentación. Su esposo afirma que el estrés con que se vive en Cuba es el culpable. Ninguno de los dos reconoce que una de las causas de que su hija, ahora con 10 años, haya sido clasificada como baja de peso y de estatura, se deba a que los dos son fumadores habituales y que la madre durante el embarazo no dejó de fumar.

En un estudio realizado en 1981 por el profesor Ubaldo Farnot sobre factores de riesgo en las gestantes cubanas, se planteaba que el 42 por ciento de las mujeres que dieron a luz en la etapa de la investigación, eran fumadoras y el 28 por ciento fumaron durante el embarazo. Para la doctora Elba Gómez, renombrada especialista en ginecología y obstetricia, en estos momentos la situación “es igual o peor, pues Cuba es uno de los pocos países del mundo en el que no se ha observado una disminución marcada del hábito de fumar” (Granma, 27.10.03).

Según la Organización Mundial de la Salud, el peso de un bebé al nacer debe rondar los 2 mil 500 gramos. Sin embargo, en Cuba se han producido casos alarmantes. En Las Tunas, provincia a 677 kilómetros al este de La Habana, un recién nacido pesó 380 gramos.

Al mal hábito de fumar se unen factores nutricionales, ambientales y genéticos. Y no sólo están naciendo en el país niños bajos de peso y talla, sino también con distintos tipos de retraso mental o deficiencia física. De ahí que en los últimos años el gobierno haya puesto énfasis en la educación especial y creara una licenciatura de la cual ya se han graduado 10,204 profesionales. Más de 55 mil niños sordos, ciegos, débiles visuales o con trastornos de conducta y del lenguaje, entre otros, estudian en 429 escuelas especiales diseminadas por la isla. 76 de estas instituciones se encuentra en Ciudad de La Habana, provincia donde se concentra el mayor número de menores con problemas.

Viejos por doquier

Más preocupante todavía es el hecho de que la sociedad cubana está envejeciendo aceleradamente. Según estadísticas del año 2000, el 1,3 por ciento de la población tenía menos de un año (142,674); el 5,3 por ciento, de 1 a 4 años (593,070); 14,7 por ciento, de 5 a 14 años (1.644,415); 54,0 por ciento, de 15 a 49 (6.058,602); el 10,5 por ciento, de 50 a 59 (1.176,346) y el 14.2 por ciento, 60 años o más (l.601,993).

Para ilustrar mejor la situación, el doctor Enrique Vega, director nacional del Adulto Mayor y Asistencia Social del Ministerio de Salud Pública (MINSAP), muestra este cuadro: dentro de diez años, un médico de la familia atenderá a 118 personas mayores y 92 niños. “Sin embargo, recalca, todavía los conocimientos sobre la salud en la tercera edad ocupan un pequeño espacio en la preparación de los estudiantes de medicina actualmente”.

La Habana Vieja dejará de ser identificada como una zona colonial: literamente pasará a ser sinónimo de una capital de gente envejecida. La capital cubana tiene un 16,9 por ciento de población mayor de 60 años, la segunda del país, después de Villa Clara. Una encuesta reciente de la Oficina Nacional de Estadísticas y el MINSAP, realizada a 1,905 personas residentes en los 15 municipios de Ciudad de La Habana, arrojó que en el 42 por cientos de las viviendas habaneras reside por lo menos un adulto de 60 o más años.

En dicho estudio, las mujeres “quedaron mejor paradas” que los hombres, aunque se caen y sufren el doble de fracturas que ellos. En diabetes, artritis, osteoporosis y enfermdades del corazón, triplican al sexo masculino. “Es lógico, sobre nosotras recae todo el peso del hogar y la responsabilidad de alimentar a la familia. Y eso en Cuba es muy difícil y enajenante”, declara Ada, 71, jubilada.

Si los pies defectuosos y urgidos de calzado apropiado influyen en las caídas de las ancianas, el panorama no es más halagüeño en relación con la dentadura. Se ha vuelto común ver a hombre y mujeres, con frecuencia jóvenes, a quienes les faltan piezas, las tienen careadas o usan prótesis.

“Casi nadie tiene el cajetín completo”, dice un vendedor de periódicos que sin complejo muestra sus encías. Un especialista en estomatología que prefirió no dar su nombre, dijo que en los años 1982 y 1995 el índice era de 28 piezas menos en las dentaduras de personas de 60 años, pero que en la actualidad el promedio es de 18 a 20 dientes perdidos en la edad avanzada. “Sinceramente, no lo creo, porque yo lo que veo cada día es gente desdentada, a veces bien vestida y preparada, pero sin dientes o con dientes postizos”, afirma Lázaro, 38, gastronómico. (Continuará)

1 comentario:

  1. Yo conozco al Dr Oscar Elias Bisect desde niño,vivimos en el mismo barrio, jugamos juntos y fuimos a la misma escuela primaria y secundaria.
    Viviendo ya fuera de Cuba fue cuando supe por que Bisect estaba preso, recuerdo que la primera vez que escuche que Oscarito tenia problema el comentario fue "se volvio loco" asi pasa con todos los opositores, damas de blanco y todo aquel que levante la voz en contra de los castros "estan locos" y como se sabe a los "locos" nadie los escucha

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