El dueño de la finca Raquelita, en El Cacahual, era Luis Conte Agüero, recientemente fallecido en Miami. La finca se llamaba así por su madre. Al no encontrar una foto de la finca, en esa imagen, del área donde se encuentra el Monumento a Antonio Maceo y Panchito Gómez Toro y donde en 1987 sería enterrado Blas Roca, por la carretera que se ve a la izquierda, a pocos metros, quedaba la ex propiedad de Conte Agüero.
No sé cuándo le expropiaron su finca y se la dieron al Partido Socialista Popular (PSP), que acordó fuera utilizada por Blas Roca para reuniones, escribir o descansar los fines de semana. A partir de agosto de 1959, cuando comencé a trabajar como mecanógrafa en el comité nacional del PSP, los domingos cuando iba a la oficina (trabajaba de lunes a domingo, sin horario), si a media mañana no tenía nada que hacer, un escolta me llevaba a la Raquelita, allí almorzaba con Blas y mi tía. Casi nunca ese día estaba alguno de mis primos u otro familiar, solo ellos dos y dos escoltas, uno a la entrada de la finca y el otro el chofer del auto de Blas.
Después de almorzar y tomar café se acostaban a dormir la siesta y yo aprovechaba para irme a pie hasta Bejucal, por una carretera estrecha a la derecha que desembocaba en una más ancha y a unos dos kilómetros estaba Bejucal, daba una vuelta por el pueblo y regresaba. Otras veces iba por esa misma carretera estrecha, pero a la izquierda, cerca, quedaba el Monumento Antonio Maceo y Panchito Gómez Toro, donde me sentaba un rato a disfrutar de la brisa y del silencio en El Cacahual.
"Mi segundo encuentro con Fidel Castro se produjo un domingo del mes de febrero de 1961, poco antes de sumarme al tercer y último contingente de maestros voluntarios, en la Sierra Maestra. Fue en La Raquelita, finca ubicada en El Cacahual, otrora propiedad de Luis Conte Agüero, famoso periodista y político antes de 1959 (...) Ese domingo, Blas y los principales líderes del comunismo nacional se habían reunido secretamente con Fidel Castro. Si mal no recuerdo, se encontraban Aníbal Escalante, Joaquín Ordoqui, Carlos Rafael Rodríguez, Manolo Luzardo, Lázaro Peña, Flavio Bravo y Severo Aguirre (...) En una pausa, mi tía Dulce me llevó al secreto encuentro, en una especie de bohío circular sin paredes y el techo de guano no permitía demasiada visibilidad. Me presentó al “máximo líder”:
-Fidel, ésta es mi sobrina Tania. Dentro de poco se irá a la Sierra Maestra, a un curso de maestros voluntarios, pero nadie en la familia cree que va a aguantar, porque mira qué flaquita es (tenía 18 años y pesaba 100 libras o 45 kilos) y es muy mona (melindrosa) para comer. Fidel se puso en pie. Dirigiéndose a mi tía, afirmó:
-No se preocupen. Aquello allá es muy sano. En las montañas hasta el aire engorda. Y mirándome me dijo:
-Te vas a acordar de mí, porque cuando regreses no te van a conocer.
Y así fue. Luego de tres meses en el campamento La Magdalena, Minas del Frío, y después de subir tres veces al Pico Turquino -el más elevado de Cuba, con 1.974 metros de altura- cuando regresé a La Habana había dejado de ser flaquita. Pesaba 130 libras.
Fragmento de Las lomas que me engordaron.
Tania Quintero
Fotos: Tomadas del Facebook de Giselle Martínez.
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