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lunes, 10 de marzo de 2025

El hotel que era orgullo de los habaneros

 

Vi cómo construían el Habana Hilton en la furnia que ocupaba la manzana comprendida entre las calles L, 23, M y 25, donde termina La Rampa, en el corazón del Vedado. También lo vi terminado, con los colores blanco y azul y el hermoso mural pintado por Amelia Peláez.

Por primera vez entré al rebautizado Habana Libre a fines de 1959, a la clausura de un evento, con una cena, en el Salón de Embajadores, presidida por Fidel Castro. Me senté en la misma mesa redonda con mi tía Dulce Antúnez, que asistió como acompañante de su esposo, Blas Roca. La vajilla y los cubiertos de plata tenían las letras HH.

Mi tía se llevó de recuerdo una cucharita. Aunque era solo una mecanógrafa, participaba en casi todos los actos a los cuales invitaban a la plana mayor del Partido Socialista Popular, como el coctel de bienvenida a Anastas Mikoyan en Bellas Artes, en 1960.

El Hotel Nacional había sido construido en 1930 y era muy apreciado, pero el que se convirtió en orgullo de los habaneros, por su belleza y modernidad era el Habana Hilton. Entrar al Hilton era el sueño de todo cubano, por eso en los primeros días del 59 estaba lleno de barbudos.

Parece que los tipos que maldirigen el turismo lo desconocen, no han visto las fotos que por el mundo circularon de los guerrilleros con sus armas, retratándose y deambulando por todas las instalaciones o de Fidel Castro recibiendo a malanga y su puesto de viandas en la habitación de una de las suites donde vivió durante sus primeros tiempos.

El hotel fue construido por los americanos, con fondos del sindicato de trabajadores gastronómicos, uno de los más poderosos de entonces y ellos eran los propietarios del Hilton. Por ser emblema de la ciudad, el Habana Libre debió haber sido sometido a una reparación capital, que hubiera costado muchísimo menos que esa Torre K, horrible, levantada en la furnia de 25 y K, detrás del edificio donde vivió mi amigo López con su familia.

Hacer como están haciendo los argentinos en Buenos Aires, rescatando hoteles y edificios históricos. Pero no, los imbéciles e incultos desgobernantes que llevan 66 años destruyendo la Isla, lo que hacen es construir hoteles que probablemente no tengan la misma calidad de los inmuebles construidos antes de 1959. Como la Embajada de Estados Unidos, al lado del mar, en buenas condiciones porque cada cierto tiempo es sometida a mantenimientos parciales o generales. O las bien conservadas sedes del Consejo de Estado y el Comité Central, en el antiguo Palacio de Justicia.

Algún día pagarán por haber destruido a Cuba y a los cubanos.

Tania Quintero

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